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Sinfónico 06

Temporada de conciertos

2018-2019

Pares concertantes, dispares y complementarios

31 de enero Badajoz 1 de febrero Cáceres
Orquesta de Extremadura Marco Scalvini Pietro Scalvini Pablo González

Programa

1.

Hector Berlioz. Carnaval Romano, obertura (1844)

Wolfgang Amadeus Mozart. Sinfonía concertante para violín, viola y orquesta en mi bemol mayor, K. 364/320d (1779)

Allegro maestoso
Andante
Presto

Marco Scalvini, violín
Pietro Scalvini, viola

2.

Modest Mussorgski · Maurice Ravel. Cuadros de una exposición (1874-1922)

Promenade, Gnomos
Promenade, El viejo castillo
Promenade, Tullerías
Bydlo
Promenade, Baile de los polluelos en sus cáscaras
Samuel Goldenberg y Schmuyle
Promenade, El mercado de Limoges
Catacumbas
La cabaña sobre patas de gallina (Baba Yagá)
La gran puerta de Kiev

Pablo González, director

El genial director Pablo González, conocido ya de nuestro público, acomete este programa donde la dualidad la personifican dos hermanos solistas, Marco y Pietro Scalvini.

Notas al programa

Hector Berlioz. Obertura El carnaval romano, op. 9 (1844)

Si tuviéramos que elegir un puñado de compositores que verdaderamente revolucionaran la historia de la música, Hector Berlioz sería, sin duda, uno de ellos. Fue un creador apasionado en la vida y la obra, polémico y polemista, que estudió medicina hasta quedar definitivamente fascinado por la música y empezó a tomar clases de Jean-François Le Sueur —maestro también de Thomas y Gounod—, a tocar la flauta y la guitarra y a componer la Messe Solennelle y la Scène héroïque, sus primeras obras, víctimas además de la exigencia de su autor, que las dejó de lado como a otras, entre ellas su primera ópera, Los Jueces Francos.

Hablábamos de revolución en la música y esta se concreta, sobre todo, en la libertad de planteamientos de sus obras, cualquiera que sea su género, vocal, operístico o sinfónico, y la transformación del color orquestal, de la sutileza a la potencia sin complejo alguno, en pleno siglo romántico. Un cambio del que se aprovecharán posteriormente Mahler o Ravel y que sirve para explicar mejor la opulencia de la orquestación de un Rimski-Korsakov.

La obra maestra operística de Berlioz es su gigantesca Los troyanos, de 1863. Pero antes de ella llegaría, en 1838, Benvenuto Cellini —un tema que le había interesado al autor desde su estancia en Italia, donde ganó el Premio de Roma— y de ella surgiría, en 1844, la obertura El carnaval romano, la más famosa de las suyas y seguramente la mejor. La llamó “obertura característica” por lo que tiene de evocadora de los caracteres de la ópera, de programática, si se quiere, aunque sea de forma concentrada. Tras un inicio fulgurante llega un Andante sostenuto introducido por el corno inglés que reproduce el dúo del Primer Acto entre Cellini y Teresa, cuyo padre le prometió su mano a un escultor rival. Seguirá el desarrollo de la música de carnaval anunciada al inicio con un Saltarello incluido. En la ópera, Cellini termina la estatua de Perseo y puede casarse con su amada Teresa y en la obertura Berlioz concentra el triunfo de su protagonista combinando el tema de amor y el carnaval en un contrapunto que concluirá en un clímax pletórico.

 

Wolfgang Amadeus Mozart. Sinfonía concertante para violín, viola y orquesta en mi bemol mayor, K. 364/320d

La Sinfonía concertante para violín, viola y orquesta K364 de Mozart nació en un momento de extraordinaria vitalidad creativa de su autor, pues en ese 1779 compuso también la Misa de la Coronación y la Serenata “Posthorn”, dos obras mayores. Mozart dominaba el terreno de la liturgia y de la música al aire libre —las serenatas y divertimentos— desde su juventud por no decir desde su infancia, y en ambos terrenos debía combinar la necesidad del encargo y sus servidumbres con el impulso de desarrollar su propia personalidad. La sinfonía, escrita en Salzburgo, le permite, además, progresar en lo visto y asimilado en sus viajes a París y Mannheim donde el género de la sinfonía concertante había alcanzado ya un cierto desarrollo. Dos ciudades en las que por caminos diferentes discurrían algunas de las tendencias fundamentales de la música del siglo XVIII.

Los Massin piensan que la obra fue escrita, precisamente, para un músico de la Orquesta de Mannheim —que también tocaba en París—, el violinista Ignaz Franzl, mientras otros expertos aseguran que lo fue para el concertino de la orquesta de Salzburgo —que la estrenó a finales de verano o principios de otoño de 1779— Antonio Brunetti, con quien Mozart fue muy duro en sus cartas años después. El propio Mozart se reservó la parte de viola para sí mismo, no en vano sabemos que era su instrumento favorito y que, como señala Charles Rosen en El estilo clásico, “la orquesta completa pareciera sonar a viola”. Lo cierto es que no sabemos prácticamente nada de la obra, pues buena parte del manuscrito se perdió —quedan, sin embargo, las cadenzas originales— y no hay referencia alguna a la misma ni en los papeles de Mozart ni en los testimonios de sus contemporáneos.

La sinfonía, que supera sin duda los esquemas del estilo galante que siguió Mozart cuando escribió sus cinco conciertos para violín y orquesta, reserva idéntico papel a los dos instrumentos solistas y su inicio, como todo el desarrollo del primer movimiento, es de una ambición paralela a la de sus grandes conciertos para piano y orquesta. El tiempo lento es una de las piezas más bellas y dramáticas de toda la producción mozartiana y el Presto descarga la tensión con su carácter pimpante al que colabora el magnífico uso de las trompas.

 

Modest Mussorgski (orquestación Maurice Ravel): Cuadros de una exposición

Modest Mussorgski es el elemento excéntrico dentro del llamado Grupo de los Cinco —en Rusia, El Gran Puñado— que aglutinado por el crítico Vladimir Stasov forman junto con él Mili Balakirev, Cesar Cui, Nicolai Rimski-Korsakov y Alexander Borodin. Excéntrico porque su propia naturaleza lo aleja de las vidas más circunspectas, en lo artístico y en lo profesional, de sus colegas, mucho más ordenados que él, más centrados diríamos hoy. Mussorgski, de obra breve y genial, fue un hombre atormentado por el alcohol y las dudas a la hora de encarar su obra con un mínimo de sangre fría. Sus ideas estaban, por decirlo así, claras en bruto, aunque luego se pusiera a sí mismo obstáculos aparentemente insalvables que nacían de una inseguridad sin motivo, por ejemplo en lo que atañe a su presunta incapacidad para la orquestación que hizo que cualquiera metiera mano en sus partituras para “embellecerlas”, desde Cesar Cui a Shostakovich pasando por Rimski-Korsakov. Mussorgski llevó, además, una vida entregada a su arte mucho más intensamente que en el caso de la mayoría de sus compañeros de generación, muchos de ellos con cargos bien remunerados en la administración zarista o terratenientes. Fue desordenado en casi todo, siempre escaso de dinero. Soltero a su pesar, no salió de Moscú hasta que cumplió los cuarenta años —vivió cuarenta y dos, entre 1839 y 1881— acompañando como pianista en una gira por Rusia a la cantante Daria Lienova, que fue su protectora durante sus últimos días. Y murió, ni que decir tiene, en la miseria, en un hospital cuya cama pagaban sus amigos. Una especie, pues, de personaje de Dostoievski, hijo de una familia noble que renunció a sus propiedades cuando le tocó el momento de heredarlas y prefirió la liberación de sus posibles siervos. Tuvo siempre unas ideas avanzadas en materia de relaciones sociales y políticamente se alineaba con quienes desde dentro y desde fuera de Rusia se proponían una sociedad más libre y menos desigual.

Mussorgski escribió Cuadros de una exposición para piano en 1874 a raíz de una exhibición póstuma de obras de su amigo el pintor Victor Hartmann (San Petersburgo, 1834-1873), cuya muerte prematura le impresionó enormemente. La exposición fue organizada por Stasov en la primavera de 1874 y el 22 de junio estaba terminada la composición con la que Mussorgski echaba una mano a su amigo en ese duro camino a la posteridad que, sin ella, hubiera sido imposible.

A la muerte de Mussorgski el manuscrito de los Cuadros quedó en manos de Nicolai Rimski-Korsakov, quien elaboró la primera edición de la partitura —en 1930 se publicaría la versión original. No pareció atraerle a Rimski para imponerle su sello, como hizo con otros arreglos de obras de sus contemporáneos y fue su discípulo Mikhail Tushmalov —no sabemos hasta qué punto con la ayuda de su maestro, extraordinario para el colorido instrumental— su primer orquestador, en 1886, estrenándose su trabajo en 1891. A partir de ahí se han sucedido muchas orquestaciones, algunas a cargo de nombres tan significativos como Henry Wood, Leopold Stokowski, Vladimir Ashkenazi o Leonard Slatkin. Pero la que ha triunfado plenamente ha sido la de Maurice Ravel, estrenada en 1922 en París bajo la dirección de Sergei Koussevitzky, verdadera pieza maestra de quien ya había colaborado con Igor Stravinski en una edición de Khovantschina y tenía ya todas las papeletas para ser, en lo que toca a la paleta sonora, el sucesor indiscutible de Rimski.

La visita musical a la exposición de Hartmann se inicia por el tema del paseo (Promenade), que reaparecerá varias veces. Tras esa introducción llegan los cuadros:

Gnomos: según indicaba Stasov en el catálogo, se trata de un cuadro que representa un cascanueces con forma de cabeza de gnomo destinado a adornar un árbol de Navidad.

El tema del paseo nos lleva a
El viejo castillo: un trovador frente a un castillo entona una melodía, dicha por el saxofón, que más recuerda a Rusia que a la Francia en la que el cuadro se desarrolla.

Reaparece el tema del paseo que precede a
Tullerías: el parque parisino con sus escenas infantiles, los niños y sus niñeras.

Bydlo: la palabra significa, en polaco, ganado. Stasov recordaba que Mussorgski quería que la música acertara directamente entre los ojos de quien escucha.

Vuelve el paseo y vamos al
Baile de los polluelos en sus cascarones: representa a unos niños de un grupo de teatro escolar disfrazados de canarios y que se deshacen de sus disfraces como si salieran de un cascarón.

Samuel Goldenberg y Schmuyle: dos hombres del gueto de Sandomierz que Hartmann visitó con su mujer, judía polaca.

El tema del paseo conduce al oyente hasta
El mercado de Limoges: una de las ciento cincuenta acuarelas que Hartmann pintó en la ciudad francesa.

Catacumbas: resultado de las exploraciones de los subterráneos de París que Hartmann emprendió con un amigo y un guía.

Cum mortuis in lingua mortua: Mussorgski escribió en su manuscrito: «Cum mortuis in lingua mortua» (Con los muertos en una lengua muerta), “el espíritu creativo del Hartmann fallecido me lleva a los cráneos y los invoca; los cráneos comienzan a brillar débilmente”. Paseamos hacia

La cabaña sobre patas de gallina (Baba Yaga). Hartmann dibujó un reloj de bronce y esmalte en forma de la cabaña de la bruja Baba Yaga. Mussorgski no se concentra en el reloj, sino en la Baba Yaga que se come a los niños según la literatura popular rusa. Stasov conoció a Hartmann disfrazado de Baba Yaga en un baile de máscaras en 1861.

La gran puerta de Kiev. Hartmann participó en un concurso para diseñar una puerta de la muralla de Kiev con una cúpula imitando un casco de guerrero eslavo. El final del fragmento, y de la obra, incluye un viejo canto ruso.

© Luis Suñén

Luis Suñén es escritor y crítico musical. Ha publicado seis libros de poemas, el último de ellos Volver y Cantar (Editorial Trotta). Ha sido durante trece años director de la revista Scherzo.

Marco Scalvini

Alumno de Alina Company en la Escuola de Música de Fiesole y en el Conservatorio “B. Maderna” de Cesena, es licenciado cum laude en violín y música de cámara.

Recibe clases magistrales de Z. Gilels, I. Grubert, P. Vernikov, O. Vilkomirskaia, G. Franzetti.

Sigue los cursos de alto perfeccionamiento para cuarteto de cuerda de la Escuela de Música di Fiesole y de la Accademia Chigiana de Siena impartidos por P. Farulli y A. Nannoni, recibiendo el Diploma de Honor y una beca de la S.I.A.E. (Sociedad Italiana de Autores y Editores).

En el certamen nacional de Vittorio Veneto gana el 2º premio en la categoría Violín-grado profesional y el 1er premio en la categoría Cuarteto de cuerda.

Como concertino de la O.G.I. (Joven Orquesta Italiana) graba para la Radiotelevisión italiana “Metamorphosen” de R. Strauss y la 6ª sinfonía de Beethoven con Carlo Maria Giulini, además de ser dirigido por G. Sinopoli, L. Berio, E. Inbal, D. Gatti, G. Ferro, V. Globokar.

Colabora como concertino de la orquesta “V. Galilei” de Fiesole, de la orquesta del teatro de Trapani (Luglio Trapanese) y del teatro de Sassari. Como solista de I cameristi di Fiesole actúa en las principales sociedades musicales italianas (Autunno musicale de Como, Associazione Musicale Lucchese, Opera Barga etc..). Asimismo colabora con las principales orquestas italianas y españolas como Maggio Musicale Fiorentino, Fenice de Venecia, Arena de Verona, Orquesta de la Toscana, Pomeriggi musicali de Milán, Orchestra Stabile de Bergamo, Orquesta de Valencia (participando también en su ciclo de cámara en la sala “Rodrigo” del Palau de la Música), la Orquestra de la Comunitat Valenciana y Orquesta de Extremadura, donde desde el año 2002 es titular de una plaza de violín tutti, actuando en ocasiones como concertino y ayuda de concertino.

Como miembro de la OEX ha actuado varias veces como solista en su temporada de abono y con varias formaciones en su ciclo de Música de Cámara.

Pietro Scalvini

Pietro Scalvini ha estudiado viola en el Conservatorio de Música “G. Nicolini” de Piacenza, donde se ha graduado con la máxima cualificación bajo la tutela de Wim Janssen. Al mismo tiempo se perfecciona con Piero Farulli en la Escuela de Música de Fiesole.

Colabora como solista de la sección de violas con las siguientes orquestas: Orquesta Filarmónica Italiana, Orquesta de la Toscana, Orquesta del Teatro Regio de Parma, Orquesta de la Ópera Italiana, Virtuosi Italiani, Orquesta Internacional de Italia, Euroensamble, Filarmónicos de Turín.

Es profesor de viola y de música de cámara en varios cursos de perfeccionamiento italianos e internacionales como los de la Joven Orquesta Italiana (OGI) o del SIXE (Sonido Italiano para la Europa), con jovenes italianos ganadores de las pruebas para la EUYO.

Ha colaborado y colabora de forma regular con prestigiosos músicos de la talla de Maria Tipo, Piero Farulli, Andrea Nannoni, Kostantin Bogino, Pavel Vernikov, Salvatore Accardo, Rocco Filippini, Mario Brunello, Patrik Gallois, Alain Meunier, Andrea Lucchesini, Pietro De Maria, Fabio Bidini, Enrico Dindo, Francesco Manara, Domenico Nordio, Nelson Goerner, Alberto Bocini, Stefania Cafaro, Riccardo Crocilla, Olivier Cavè.

Ha sido violista del “Cuarteto de Fiesole” desde su fundación en el año 1988 hasta el año 2007.

Con esta formación sigue los cursos de alto perfeccionamiento para cuarteto de cuerda de la Escuela de Música di Fiesole y de la Accademia Chigiana de Siena impartidos por P. Farulli y A. Nannoni. Además ha participado en las siguientes Masterclases: desde el año 1989 al año 1991 un curso sobre el repertorio eslavo impartido por Milan Skampa en la Escuela de Música de Fiesole, Masterclases impartidas por Sigmund Nissel al “Orlando Festival” en Holanda, los “Amadeus Summer Course” del Royal Accademy en Londres (con el Cuarteto Amadeus), Masterclases impartidas por Sadao Harada (Cuarteto de Tokyo) y Valentin Berlinsky (Cuarteto Borodin).

Con el Cuarteto de Fiesole ha obtenido el 1er Premio en el “Concurso Internacional para Cuartetos de Cuerda” de Cremona en el año 1990, el 1er Premio en el Concurso “Vittorio Gui” de Florencia en 1996, el Diploma de Honor de la Academia Chigiana de Siena en 1992, varias becas y premios nacionales, la Mención Especial de los dos Jurados del Concurso de Evian en 1993 y un Diploma en el Concurso D. Shostakovic de Moscú en 1999.

Siempre con esta formación ha sido invitado por importantes Sociedades de conciertos como la Academia Nacional de S. Cecilia en Roma, los Amigos de la Música en Florencia, Perugia, Verona, Vicenza y Palermo, la Unión Musical de Turín, la Asociación Ionica, las Sociedades de los Conciertos de Trieste y de L’Aquila, Serate Musicali en Milán… y de prestigiosos Festivales italianos (Sorrento, Rovereto, Estate Fiesolana, Gubbio, Ravello, Estate Musicale Frentana, Autunno Musicale a Como) e internacionales como los de Newport y Tanglewood en Estados Unidos y otros en los siguientes países: Bielorusia, Rusia, Noruega, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Francia, Austria, Suiza y Alemania; asimismo ha realizado grabaciones por las radiotelevisiones de Suiza, Francia, Alemania, Rusia e Italia.

Ha grabado un CD para FRAME con músicas de Mendelssohn y Malipiero y otro por MUSIKSTRASSE con músicas de Dvorak y Borodin.

En la actualidad compagina la actividad concertística con la de Catedrático de Conjunto instrumental y viola en los Institutos Superiores de Música de Modena y Reggio Emilia.

Toca con una viola de Marino Capicchioni del año 1962.

Pablo González

Reconocido como uno de los directores más versátiles y apasionados de su generación, Pablo González es un músico que transmite gran inspiración tanto a orquestas como a públicos de todo el mundo, “atento a cada uno de los silencios e inicios de la orquesta sinfónica al completo, tejiendo y poniendo orden en esta revolución tonal” (Opera World).

Pablo González captó la atención internacional tras alzarse con el Primer Premio en el Concurso Internacional de Dirección de Cadaqués y en el “Donatella Flick”. De 2010 a 2015 fue Director Titular de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya. Anteriormente, fue también Principal Director Invitado de la Orquesta Ciudad de Granada.

Entre sus  recientes y próximos compromisos destacan sus apariciones con la The Hallé, City of Birmingham Symphony Orchestra, Konzerthausorchester Berlin, Frankfurt Radio Symphony, Gürzenich-Orchester Köln, Dresden Philharmonic, Deutsche Radio Philharmonie Saarbrücken Kaiserslautern, Helsinki Philharmonic, Lahti Symphony, Residentie Orkest,  Orchestra della Svizzera Italiana y las orquestas sinfónicas de Bilbao y Galicia.

En las últimas temporadas, Pablo González ha dirigido importantes formaciones: Deutsche Kammerphilharmonie Bremen, Netherlands Philharmonic Orchestra, Scottish Chamber Orchestra, BBC National Orchrestra of Wales, Warsaw Philharmonic, Orchestre Philharmonique de Liége, Orquesta Nacional de España, Orquesta Sinfónica de RTVE y Kyoto Symphony Orchestra, entre otras.

Ha colaborado con solistas como Maxim Vengerov, Nikolai Lugansky, Javier Perianes, Khatia Buniatishvili, Beatrice Rana, Renaud Capuçon, Gautier Capuçon, Sol Gabetta, Anne-Sophie Mutter, Isabelle Faust, Frank Peter Zimmermann, Arcadi Volodos, Viktoria Mullova, Johannes Moser, Truls Mork y Viviane Hagner.

Como director de ópera, destaca la dirección de Don Giovanni y L’elisir d’amore en dos exitosos Glyndebourne Tours, Carmen en San Sebastián, el programa doble La voix humaine de Poulenc y Una voce in off de Montsalvatge, así como Die Zauberflöte de Mozart, Daphne de Strauss y Rienzi de Wagner –esta última en versión de concierto- en el Teatre del Liceu de Barcelona, y Don Giovanni y Madama Butterfly en la Ópera de Oviedo.

Entre sus grabaciones discográficas, destaca el monográfico de Enrique Granados en tres volúmenes con la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya para el sello Naxos. Su próximo álbum, que incluirá las suites de Carmen y L’Arlesienne, de Bizet, se publica en otoño de 2017. Próximos lanzamientos incluyen el ballet El hijo pródigo de Prokofiev con la SWR Sinfonieorchester Baden-Baden und Freiburg. Pablo González goza de una colaboración continua con la Deutsche Radio Philharmonie Saarbrücken Kaiserslautern (DRP); su grabación de Schumann con Lena Neudauer ha sido galardonada con el prestigioso “International Classical Music Award”.

Nacido en Oviedo, Pablo González estudió en Guildhall School of Music and Drama de Londres. Actualmente reside en la ciudad de Oviedo.

Sinfónico 06

Temporada de conciertos

2018-2019
H. Berlioz. Carnaval Romano, obertura W. A. Mozart. Sinfonía concertante para violín, viola y orquesta Mussorgski · Ravel. Cuadros de una exposición

Pares concertantes, dispares y complementarios

31 de enero Badajoz 1 de febrero Cáceres