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Programa 05

Temporada de conciertos

2019-2020

Admiración

16 enero Badajoz
17 enero Cáceres
Orquesta de Extremadura
Joaquín Arrabal
Álvaro Albiach

Programa

1.

Jean Sibelius. Sinfonía nº 7 en do mayor, op.105, «en un movimiento» (1924) *

Serguéi Kusevitski. Concierto para contrabajo y orquesta en fa sostenido menor, op.3 (1902) *

Allegro
Andante
Allegro

Joaquín Arrabal, contrabajo

2.

Antonín Dvořák. Sinfonía nº 9 en mi menor, op.95, «Sinfonía del Nuevo Mundo» (1893)

Adagio, Allegro molto
Largo
Scherzo: Molto vivace - Poco sostenuto
Allegro con fuoco

Álvaro Albiach, director

* Primera audición por la Orquesta de Extremadura

Desde la admiración nace este programa. Nuestra admiración al maestro Ros Marbà, para quien fue programado este concierto y que finalmente no puede dirigir por problemas de salud. Nuestro director titular, Álvaro Albiach, le sustituirá en su notable ausencia.

El músico extremeño Joaquín Arrabal nos mostrará su absoluta maestría con el contrabajo, y todo ello con el colofón de la suprema sinfonía “desde el Nuevo Mundo” de Dvořák, otro ejemplo de admiración y homenaje. El contrabajista actúa en virtud de su trinfo en el XX Certamen Internacional de Jóvenes Intérpretes “Pedro Bote”, de Villafranca de los Barros.

Notas al programa

Admiración

Sinfonía nº 7 en do mayor, op.105, «en un movimiento»

Fue la última sinfonía publicada de Jean Sibelius. Terminada en 1924, la Séptima es notable por ser una sinfonía en un movimiento, a diferencia de la forma sinfónica tradicional en cuatro. Se ha descrito como «completamente original en la forma, sutil en su manejo de los tempi, único en su tratamiento de la tonalidad y totalmente orgánicos en desarrollo»​ y «el mayor logro compositivo de Sibelius».

La concluyó en marzo de 1924, estrenándose en Estocolmo el 24 de marzo con el nombre de Fantasía sinfónica nº 1. El compositor, aparentemente, no tenía claro qué nombre darle a la pieza, y sólo se decidió a concederle el estatus de sinfonía tras algunas deliberaciones. El 25 de febrero de 1925, su partitura fue publicada con el título «Sinfonía nº 7 (en un movimiento)».

Llegó a este concepto después de un largo proceso de experimentación. Su Tercera Sinfonía, de 1907, tiene tres movimientos, fusionando el cuarto con el tercero. El resultado fue tan satisfactorio para Sibelius que empleó la misma idea en su Quinta Sinfonía, en 1915. A pesar de que su primera mención de la Séptima se produjo en diciembre de 1918, la fuente de su material se remonta a 1914, cuando ya trabajaba en la Quinta.

En 1918 describió sus intenciones para esta sinfonía, marcada por «la alegría de vivir y vitalidad con secciones appassionato». Tendría tres movimientos, el último iba a ser un «rondó helénico».​ Pero los bocetos que han sobrevivido de principios de la década de 1920 muestran que el compositor estaba trabajando en una obra de cuatro, y no tres movimientos. El primer esbozo de una sinfonía de un único movimiento data de 1923, lo que sugiere que Sibelius pudo haber tomado la decisión de dejar de trabajar en una obra de varios movimientos en este momento. Durante ese verano produjo nuevos esbozos, de los que al menos uno es posible tocarlo en su estado actual: sin embargo el final de la sinfonía aún no estaba totalmente resuelto.​

Aunque la sinfonía al parecer estaba compuesta en su forma embrionaria en re mayor, finalmente alcanzó la tonalidad principal de do mayor. Hubo un tiempo en que componer en do se consideraba infructuoso, ya que «no tenía nada más que ofrecer». Pero en respuesta a la Séptima, el compositor británico Ralph Vaughan Williams dijo que «sólo Sibelius podría hacer que do mayor sonara totalmente fresco» . Peter Franklin, en sus notas de la Séptima para el ciclo de las sinfonías de Sibelius dirigidas por Segerstam bajo el sello Chandos, califica a la dramática conclusión «la mayor celebración de do mayor habida nunca».

Sibelius vivió 33 años más después de terminar la Séptima, solamente completó una obra orquestal de importancia más: Tapiola. Su Séptima sinfonía constituye su declaración final sobre la forma sinfónica.

Fuente: Wikipedia. Nota: debido al cambio de director a última hora, se ha modificado el programa originalmente previsto y no ha sido posible elaborar a tiempo nuevas notas al programa para esta obra.

Concierto para contrabajo y orquesta en fa sostenido menor, op.3

Serguéi Kusevitski empezó a estudiar el contrabajo a los quince años en Moscú, donde llegó a ser nombrado el principal de su sección en la orquesta del Teatro Bolshoi. Fue entonces que se dio a conocer por Europa como gran virtuoso, incluso llegó a formar su propia orquesta. Por esta razón, en 1903, se trasladó a Berlín para estudiar dirección de orquesta con el célebre Arthur Nikisch, director titular de la Filarmónica, con la cual Kusevitski debutó como director. Hacía poco que había compuesto su concierto para contrabajo y orquesta para ser interpretado por él mismo y lo estrenó en Moscú en 1905. Para su composición, contó con la ayuda de Reinhold Glière, a quien se atribuyó la autoría de esta obra durante algún tiempo.

Se trata de un concierto de un solo movimiento, aunque esté dividido en tres partes como las obras clásicas. Su melodismo recuerda el bel canto de la ópera italiana, seguramente influenciado por las grandes voces que escuchaba desde su atril en el Bolshoi. Sin duda, se trata de una obra maestra del escaso repertorio para este instrumento, que tiene pocas ocasiones para sobresalir de la masa orquestal y lucirse como solista. Las reminiscencias de los compositores rusos más célebres, empezando por Chaikovski, y siguiendo con Glinka, Scriabin y Rachmaninov, son muy evidentes en esta partitura, tanto por su temperamento como por su lirismo.

Kusevitski emigró de Rusia con la revolución de 1917, para refugiarse en Berlín y en París. Finalmente se estableció en los Estados Unidos, concretamente en Boston, donde se vinculó estrechamente con la orquesta sinfónica de esta ciudad, que la hizo mundialmente famosa, y donde creó el prestigioso festival de verano de Tanglewood. También creó un premio de dirección que lleva su nombre y que mantiene la memoria de su legado como director.   

Sinfonía nº 9 en mi menor, op.95

El “nuevo mundo” con que se subtitula la novena sinfonía de Antonin Dvorák se refiere al nuevo mundo que significaban los Estados Unidos para cualquier Europeo que descubriera el continente americano. Ese mundo nuevo, inabarcable, con una naturaleza indomable siempre por conquistar, también fascinó a este compositor checo durante la estancia que realizó en 1893. Esta obra, la última de su catálogo sinfónico, aunque en un principio fue publicada como la número cinco, la compuso allí entre el 10 de enero y el 24 de mayo de aquel año. La estrenó en el Carnegie Hall el 13 de diciembre del mismo año la Orquesta Filarmónica de Nueva York, dirigida por Anton Seidl.

Dvorák era sin duda un virtuoso del tratamiento de la música llamada “nacionalista”, la que sabe integrar la tradición popular de una tierra, de la suya, a la sofisticación harmónica de la música clásica. Sus orígenes campesinos, a setenta kilómetros de Praga, ante el río Moldava, propició que empezara su carrera musical como intérprete del folclore de su país. Posteriormente su padre lo mandó a Zlonice, entonces territorio alemán bajo los Habsurgo, para que se formara musicalmente con buenos maestros, entre ellos Anton Liehmann, que convenció al padre de Dvorák de que dejara a su hijo dedicarse exclusivamente a la música. Un gesto que sin duda fue histórico para la humanidad, puesto que actualmente no podríamos entender el romanticismo tardío eslavo sin obras maestras como esta sinfonía.

El “nuevo mundo” al que alude musicalmente Dvorák también puede interpretarse como el mundo que empezaría pocos años después, el del cambio de siglo que representó el 1900, con toda la revolución social y estética que conllevarían las guerras mundiales y las vanguardias artísticas. La plasmación de este cambio radical que se anticipa en esta sinfonía la podemos encontrar en el dramatismo que ya introduce el primer movimiento, en forma de sonata, que empieza con un adagio que expresa una gran tristeza a través de los graves de la cuerda, interrumpidos por el sonido de la trompa, que presenta el primer tema, al que se añaden las maderas abriendo un nuevo abanico de color musical. Después del segundo tema, podemos escuchar una melodía extraída de un conocido “espiritual negro”, el canto de los esclavos de los estados del sur en el que se enraizó el carácter autóctono de aquella sociedad creada con inmigrantes de todo el mundo.

Dvorák parece instaurar con esta música la estética que desarrollarían compositores tan representativos de los Estados Unidos como Aaron Copland o Leonard Bernstein ya de lleno en el siglo XX. En el segundo movimiento, volvemos a sentir la indolencia del aire colonial americano con una triste melodía que toca el corno inglés y que nos insufla su rastro como si pudiéramos contemplar un mural de la vida cotidiana de América a finales del siglo XIX. Los dos últimos movimientos son plenamente rítmicos, con un scherzo en el tercero marcado por el timbal, y un último tiempo, allegro con fuoco, de ritmo marcial en forma cíclica que nos devuelve al tema del inicio con un impulso hacia el futuro.

La Sinfonía nº 9 «Sinfonía del Nuevo Mundo» fue interpretada por la OEX por primera vez en una inédita celebración del Día de Extremadura en Cáceres, un 7 de septiembre de 2006 en el, entonces, Auditorio de Cáceres; dirigía Jesús Amigo.

La última vez fue el 22 de junio de 2014 en la Plaza de Armas del Castillo de Trujillo (IV Festival Internacional Ciudad de Trujillo), dirigida por Salvador Mas, quien sustituyó en el último momento a Álvaro Albiach por su paternidad.

Pudo redimirse y dirigirla en un concierto de abono, el 30 de noviembre de 2017 en el Palacio de Congresos de Badajoz, pero con la Orquesta Joven de Extremadura.

©­ Mònica Pagès

Mònica Pagès es periodista especializada en música clásica. Colabora regularmente con medios como la Revista Musical CatalanaRitmo o la emisora de radio Catalunya Música y con entidades culturales como el Palau de la Música Catalana, el Auditori de Barcelona o la Fundación la Caixa. Ha escrito la biografía de Conxita Badia (ICD, 1997 y Gent Nostra, 2000), Gaspar Cassadó, la voz del violonchelo (Amalgama, 2000) y Academia Granados-Marshall: cien años de escuela pianística en Barcelona (AM, 2001). Recientemente, ha publicado el libro sobre Enrique Granados Granados, el so de la mirada (Pagès Editors, 2016) y la primera biografía de la pianista Alicia de Larrocha (Notas para un genio, Alba Editorial 2016).

Joaquín Arrabal

Natural de Almendralejo, comienza sus estudios musicales en el Conservatorio de Música Almendralejo y paralelamente estudia en la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación “Barenboim-Said” de Sevilla con Manfred Pernutz y Klaus Stoll como profesores. Más tarde, amplia su formación en el Conservatorio Superior de Música de Málaga con el profesor Jorge Muñoz donde obtiene el título con Matrícula de Honor. Asimismo recibe clases de profesores como Duncan McTier, Antonio G. Araque, Federico Esteve, Gonzalo Bordes, Matthew McDonald, Bozo Paradzik, Giuseppe Ettorre, Thomas Martin, Lorraine Campet, Jurek Dybal y Rick Stotijn.

Ha sido alumno de la Escuela Superior de Música Reina Sofía en la que en junio de 2012 recibe de manos de Su Majestad la Reina la Mención de “Alumno más Sobresaliente” de su cátedra. A lo largo de su carrera ha recibido el apoyo de instituciones como la Fundación Albéniz, Fundación BBVA, AIE, Ministerio de Cultura o Fundación Caja Madrid. 

Entre sus méritos se hayan el Primer Premio en la especialidad de cuerda del Concurso para Jóvenes Intérpretes de Extremadura “Ciudad de Almendralejo”, premio a “Mejor agrupación Castellano-Leonesa” con su grupo de música de cámara “Pyntia Ensemble” en el I Concurso Internacional de Música de cámara de Castilla y León, premio en el ciclo de conciertos “El Primer Palau” de Barcelona o Primer premio en el Certamen “Pedro Bote” de Villafranca de los Barros, además de su participación en ciclos de conciertos como “Fundación Juan March”, “MUSEG”, “Sociedad de Conciertos de Palma de Mallorca” o “Juventudes Musicales de Cataluña”. 

Ha participado en proyectos como la Orquesta Joven de Extremadura, Orquesta Joven de Andalucía, Joven Orquesta Nacional de España, European Union Youth Orchestra y Gustav Mahler Jugendorchester trabajando con directores como Daniele Gatti, David Azhkam, Vladimir Ashkenazy, Gustavo Dudamel o Herbert Blomstedt.

Actualmente es solista de contrabajos en la Orquesta del Gran Teatro del Liceu y profesor en el Conservatorio del Liceu de Barcelona, después de haber sido solista en la Orquesta Filarmónica De Santiago (Chile), Orquesta Sinfónica de Castilla y León, ayuda de solista en la Orquesta del Gran Teatro del Liceu, así como colaborador en numerosas orquestas profesionales. Además participa en otros proyectos como el Festival “Pau Casals” de Prades (Francia), Festival “Turina” de Sevilla, “Schubertíada” de Vilabertrán, “Quincena musical” de San Sebastián, “Tempo Rubato” con Mayte Martín o Festival de música de Santander y en proyectos docentes como la Joven Orquesta Nacional de Cataluña o Joven Orquesta Sinfónica de Barcelona.

Álvaro Albiach

Nuestro director titular y artístico, Álvaro Albiach, sustituye en el último momento al maestro Ros Marbá, ausentado por motivos de salud.

Programa 05

Temporada de conciertos

2019-2020
Sibelius. Sinfonía nº 7, «en un movimiento»
Kusevitski. Concierto para contrabajo, op.3
Dvořák. Sinfonía nº 9 «del Nuevo Mundo»

Admiración

16 enero Badajoz
17 enero Cáceres