Programa 10

Temporada de conciertos

2022-2023

Mirar atrás, caminar hacia delante

Badajoz 16 marzo
Villanueva de la Serena 17 marzo

Orquesta de Extremadura
Catherine Larsen-Maguire

Programa

19:00 - charla preconcierto
20:00 - concierto

1.

Grażyna Bacewicz. Concierto para orquesta de cuerdas (1948) *

Allegro
Andante
Vivo

Arnold Schoenberg. Sinfonía de cámara nº 2, op.38 (1939)

Adagio
Con fuoco-Lento

2.

Kurt Weill. Sinfonía nº 2 (1933-1934)

Sostenuto. Allegro molto
Largo
Allegro vivace

Catherine Larsen-Maguire, directora

 

* Primera audición por la Orquesta de Extremadura

La retaguardia siempre ha tenido muy mala fama, tal vez porque no alberga la capacidad de asombro de las vanguardias. Sin embargo, hubo un grupo de compositores vanguardistas que en la década de los 30, 40 o 50 del siglo pasado decidieron usar estructuras formales ancladas en otros tiempos para hacer pie e impulsarse hacia la otra orilla, para resignificarse y llegar a nuevos puertos. La repetición no se permite en el arte y estas sinfonías, conciertos y músicas fúnebres proponen itinerarios practicables, caminos de baldosas amarillas para llevar a los oyentes al mañana.

Notas al programa

Mirar atrás, caminar hacia delante

El París de la década de los 30 no tenía la fama del de unos pocos años antes. La generación prodigiosa que hizo de la ciudad el centro neurálgico de la primera vanguardia había ido paulatinamente desvencijándose. Diáguilev había muerto poco antes en el Lido veneciano y descansaba ya en la isla de San Michele; el Bateau-Lavoir se desangraba sin los Picasso, Modigliani o Falla; el bohemio Montmartre, en definitiva, caía y se abría paso el más funcional Montparnasse. Kurt Weill (1900-1950), el adalid de la ópera social, la voz del cinismo constructivo, llegaba precipitadamente a ese París en transición en marzo de 1933, dos meses después de que Hitler asumiera el poder y tras enterarse de que su nombre y el de su mujer figuraban en la lista negra del régimen nazi.

Weill era, por entonces, una auténtica estrella. Con poco más de veinte años, en el seductor Berlín de los años 20, se había unido al Novembergruppe, un grupo de artistas que daban a conocer obras de vanguardia (Berg, Schoenberg o Hindemith) desde una perspectiva ideológica de izquierdas. Poco después se convertiría en una personalidad reconocida en toda Europa con el estreno de La ópera de los tres centavos (1928) y Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny (1930), en parte por su talento musical y en parte por su asociación con Bertolt Brecht. Weill era la representación viva de lo que un compositor moderno podía aportar al discurso social de una generación, con un trasfondo cínico y una libertad formal que le permitía coquetear a la vez con el cabaret, el jazz y los popes de la música clásica.

En enero de ese año, cuando aún residía en Berlín, Weill compone el primer movimiento de la Fantaisie symphonique, lo que acabaría siendo su Sinfonía n.º 2, encargada por la mecenas Winnaretta Singer —la princesa Edmond de Polignac—, quien también fue la dedicataria de la obra. La pérdida de inocencia respecto a las intenciones del régimen nazi llegaría en esos meses, y pocas semanas después el exilio, convertido en una búsqueda de nuevos horizontes donde la etiqueta de decadencia no se asociara a su música y los condicionantes que imponía Brecht a los dramas políticos no fueran tan limitantes. Retomaría el boceto de la partitura de la sinfonía ya asentado en Francia, en el suburbio artístico de Louveciennes, población a las afueras de París y paisaje recurrente del Impresionismo y de otros artistas como Anaïs Nin. Para febrero de 1934 la Sinfonía n.º 2 estaría completamente orquestada y dispuesta para su estreno privado (en el Hôtel particulier de la Princesa de Polignac) y el público, acaecido el 11 de octubre en Ámsterdam, con la Orquesta del Concertgebouw dirigida por Bruno Walter.  

Weill estaba acostumbrado a organizar su discurso musical alrededor de los personajes satíricos y moralmente cuestionables de sus óperas, habiendo arrinconado la perspectiva sinfónica desde sus años de estudio. Pero en esta ocasión, lejos de su dolida Alemania natal, trabaja un territorio fronterizo donde explota las formas operísticas que ha desarrollado pero sin la presencia de los propios personajes. Es, estética y formalmente, una obra teatral clásica donde no hay palabras que sustenten su visión del mundo. Está, en realidad, creando un nuevo dialecto musical que mira hacia las sinfonías del primer Haydn —con sus tres movimientos, su forma sonata, su rondó final— pero sometiendo el resultado a una estricta purga de todo lo ornamental, quedando una escritura sencilla, diáfana y cercana al oyente.

El director de orquesta Bruno Walter, que la interpretó en Ámsterdam, Nueva York y Viena, pidió a Weill que incluyera una mayor densidad orquestal, con lo que el segundo y tercer movimientos se benefician de una mirada más panteísta al mundo de la tímbrica. Sin estar sometida a un programa, es inevitable percibir cómo el lenguaje musical se va enriqueciendo desde ese guiño inicial a Haydn hasta las atmósferas nerviosas de Mahler. El éxito de la obra fue moderado, y tuvo que esperar más de cuarenta años, hasta 1975, para poder escucharse en el Berlín que vio nacer sus primeras notas.          

Seis meses después de que Kurt Weill se exiliara a París en 1933, Arnold Schoenberg (1874-1951) hizo lo propio por idénticos motivos, aunque su destino fueron los Estados Unidos. Schoenberg, que fue uno de los referentes más importantes para la generación de Kurt Weill, comenzó a componer su Sinfonía de cámara n.º 2 cuando Weill contaba con apenas seis años, y la terminó cuando rozaba la cuarentena, en el verano de 1939. En las más de tres décadas que separan principio y fin, Schoenberg había cambiado el curso de la música con sus audacias armónicas, proponiendo nuevos sistemas de organización de los sonidos y una progresiva desvinculación de la música con la belleza, dejando de ser garante y portavoz de la emoción humana. Curiosamente, ninguna de las características que le habían hecho famoso aparece en la Sinfonía, no por descreimiento de su propio pasado sino por su espíritu en continua evolución.

La Sinfonía de cámara n.º 2 está situada justo antes y después de la tormenta del dodecafonismo. «Había comenzado una segunda sinfonía de cámara», comentará Schoenberg, «pero después de haber compuesto casi dos movimientos […] me inspiré en poemas de Stefan George, el poeta alemán, para componer música para algunos de sus poemas y […] este fue solo el primer paso en un nuevo camino, pero plagado de espinas, hacia un estilo que desde entonces se ha llamado atonalidad». La obra, organizada en dos movimientos, se convierte entonces en un testigo privilegiado de esa transformación capital en la historia de la música, y explica la multitud de caminos que se abren para los creadores de vanguardia, con una escritura virtuosa, lírica en algunos momentos y repleta de guiños al pasado cercano —Stravinsky— o lejano —la polifonía renacentista—. El músico se reirá de sí mismo en este proceso creador, poniendo en duda, desde su madurez actual, la capacidad compositiva del joven Schoenberg: «Paso la mayor parte de mi tiempo tratando de averiguar ¿qué quise decir aquí?», le confesará a Fritz Stiedry, el director de orquesta, en 1941. «Mi estilo se ha vuelto mucho más profundo», concluirá.

Y volvemos a la capital francesa y a 1933. Mientras Weill se acomodaba en su nueva patria, a unos centenares de metros, en la École Normale de París, la joven violinista y compositora polaca Grażyna Bacewicz Biernacka (1909-1969) recibía clases de armonía y contrapunto por parte de Nadia Boulanger. Venía de graduarse con honores en el Conservatorio de Warsaw (hoy Universidad de Música F. Chopin), y su carrera como concertista y compositora comenzaba a despuntar. De hecho, poco después, ya de vuelta a Polonia, sería nombrada concertino de la Orquesta Sinfónica de la Radio Nacional de Polonia (NOSPR). Tras las dificultades de la guerra y la visión cercana de la barbaria, Bacewicz atraviesa en lo musical un periodo de intensa mirada atrás, de un seductor neoclasicismo muy en la línea de Shoenberg. De esta época proviene el Concierto para orquesta de cuerdas (1948) que da inicio al programa, una partitura escrita al estilo de un concerto grosso barroco, repleta de diálogos, contrastes, búsqueda de complicidades y juegos rítmicos. Como toda obra de Bacewicz la mirada al pasado se complementa con un trabajado aroma folclórico, una búsqueda de la identidad a través de lo popular que el trabajo a una tierra y una época muy concretas. El Concierto ganó el Premio Nacional de Polonia en 1950.  

Así, la propuesta del programa, con obras de Weill, Schoenberg y Bacewicz, trae inevitablemente consigo una pregunta: ¿en qué consiste la vanguardia? No hay dudas de la modernidad vital, creativa y estética de los tres protagonistas, pero en todos los casos siempre ha habido un instante de pausa, de búsqueda de retaguardias. Escucharán estructuras formales ancladas en otros tiempos pero reformuladas para que no pierdan su capacidad de asombro. La repetición no se permite en el arte, pero tal vez el truco consista en mirar hacia atrás para caminar hacia delante.

© Mario Muñoz Carrasco

Mario Muñoz Carrasco es musicólogo, gestor cultural y crítico musical. Cursa el Grado en Musicología en la Universidad Complutense de Madrid, finalizado primero de su promoción, así como el Máster en Música Española e Hispanoamericana. Desde el 2007 ejerce como crítico musical en distintos medios, tanto en radio como en prensa, colaborando con Ópera Actual, La Razón, Scherzo o ABC entre otros. En el campo de la gestión participa con las principales instituciones culturales (Teatro Real, Ayuntamiento de Madrid o Fundación Juan March) en actividades musicales de diversa índole relacionadas con la recuperación de patrimonio, la organización de conciertos o la coordinación técnica y artística de distintas orquestas. En el campo de la alta divulgación participa habitualmente con las más destacadas instituciones musicales como la Orquesta y Coro Nacionales de España, el Teatro Real, la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española o el Centro Nacional de Difusión Musical, labor que compatibiliza con la docencia en distintas universidades.

Interpretaciones anteriores

La Sinfonía de cámara nº 2 de Arnold Schoenberg solo se ha interpretado en un programa anteriormente, programada y dirigida por Álvaro Albiach. Fue el 20 y 21 de marzo de 2014 en el Palacio de Congresos de Badajoz y en el de Cáceres, respectivamente.

Algo parecido ocurrió con la Sinfonía nº 2 de Kurt Weill, programa y dirigida por Jesús Amigo el 15 y 16 de diciembre de 2011 en los Palacios de Congresos de Badajoz y Cáceres. La última sinfonía que dirigió como titular de la OEX.

Catherine Larsen-Maguire

Catherine Larsen-Maguire, artista consumada que combina una musicalidad innata con una técnica superlativa, y un oído musical astuto con un dinamismo contagioso en el podio, se ha convertido en una directora solicitada en toda Europa y en América Central y del Sur. Sus interpretaciones han sido elogiadas por la crítica como «cargadas de energía recreativa, tempi flexibles, escrupuloso equilibrio y alcance interpretativo» (The Arts Desk) y «difícil pensar en una dirección más comprometida, profundamente implicada y precisa que la de Larsen-Maguire» (Scherzo). Especialmente solicitada por la claridad que aporta al repertorio romántico británico, Larsen-Maguire sigue siendo extremadamente versátil, tanto con Haydn, Brahms, Elgar o Mahler como con obras de compositores actuales.

La cercanía de las relaciones que establece con las orquestas y su público se refleja en la frecuencia de las re-invitaciones de Catherine Larsen-Maguire; En la temporada 2022-23 regresó a la Scottish Chamber Orchestra, Orquesta Sinfónica de Tenerife, Slovenian Radio Symphony Orchestra, Orchestre de Chambre de Genève y Orquesta Filarmónica de la UNAM en Ciudad de México, y realizó una serie de debuts espectaculares, sobre todo con la Orquesta Sinfónica de Galicia, Mecklenburgische Staatskapelle, Orquesta de Extremadura y Filarmónica de Jalisco. En 2023-24 regresa a la Mecklenburgische Staatskapelle, Deutsches Kammerorchester Berlin, Orquesta Sinfónica de Xalapa y Orquesta Filarmónica de la UNAM y en la misma temporada debuta con la Staatsorchester Rheinische Philharmonie, Orquesta Sinfónica de Navarra, Orchestre de Chambre Nouvelle-Aquitaine y Jerusalem Symphony Orchestra.

En los últimos años, Catherine Larsen-Maguire también ha dirigido orquestas como la Filarmónica de Londres, la Orquesta Nacional de Gales de la BBC, la Royal Northern Sinfonia, la Orchestre National du Capitole de Toulouse, la Mecklenburgische Statskapelle, la Göttinger Symphonieorchester, la Deutsches Kammerorchester de Berlín, la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, la Orquesta de Córdoba, la Filarmónica de Belgrado y la Orchestre de Chambre Fribourgeois. Músico de músicos, ha colaborado con éxito con una gran variedad de solistas en las últimas temporadas, como Carolin Widmann, Edgar Moreau, Adam Walker, Sean Shibe, Jean Rondeau, Lucas y Arthur Jussen, Guy Johnston y Sarah Wegener.

Abrazando los retos de la música contemporánea y sin miedo a la complejidad de una nueva partitura, Catherine Larsen-Maguire también trabaja en estrecha colaboración con compositores vivos, y ha realizado varios estrenos mundiales y nacionales; en 2021 dirigió el estreno mundial de The Master Said de Alexander Goehr con la Orquesta Nacional de Gales de la BBC. Ese mismo año, en el Musikfest de Berlín, estrenó Night Shift de Cathy Milliken con Ensemble Modern, y un año después dirigió al Scottish Ensemble, Ensemble Resonanz y los Trondheim Soloists en el estreno de Deep Dark Shine de Erkki-Sven Tüür. También dirigió el estreno mundial de Gefährliche Operette de Gordon Kampe, el estreno estadounidense del Concierto para oboe de James MacMillan, el estreno español de In Unison de Joey Roukens y el estreno alemán de Evening Land de Bent Sørensen.

También ha trabajado con compositores como Brett Dean, Helen Grime, Charlotte Bray, Mica Levi y Michael Zev Gordon, y con conjuntos contemporáneos como Ensemble Modern, Klangforum Wien, Ensemble Musikfabrik, Ensemble Resonanz, Ensemble Ascolta y el 10/10 Ensemble de la Royal Liverpool Philharmonic.

Catherine Larsen-Maguire es una apasionada de la tutoría de la próxima generación de músicos, por lo que pone un gran énfasis en el trabajo con los jóvenes, tanto como directora de orquesta como educadora. En julio de 2023, tras una serie de conciertos de gran éxito que fue elogiada en toda la prensa escocesa, fue nombrada primera Directora Musical de las Orquestas Juveniles Nacionales de Escocia para el periodo 2024-2026.

Otras orquestas juveniles con las que ha colaborado recientemente son la Young Israel Philharmonic, la Orquesta de la Luebeck Hochschule y la Underground Youth Orchestra de Atenas; ha impartido clases magistrales en Alemania (Universidad de las Artes), Brasil (Universidad de São Paulo, Festival Femusc), Israel (Jerusalem International Conducting Masterclass), España (Real Conservatorio Superior de Granada) y México (Festival de Querétaro). Fue miembro del jurado del Concurso de Besançon (2017- 2021), y de 2014 a 16 ocupó una cátedra de dirección invitada en la Universidad de las Artes de Berlín

Nacida en Manchester y afincada en Berlín, Catherine Larsen-Maguire estudió música en la Universidad de Cambridge y posteriormente en la Royal Academy of Music de Londres y en la Academia Karajan de Berlín. Se dedicó exclusivamente a la dirección de orquesta en 2012, tras una exitosa carrera como fagotista, que incluyó 10 años como directora de la Komische Oper de Berlín.

Programa 10

Temporada de conciertos

2022-2023

Bacewicz. Concierto para orquesta de cuerdas
Schoenberg. Sinfonía de cámara nº 2
Weill. Sinfonía nº 2

Mirar atrás, caminar hacia delante

Badajoz 16 marzo
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