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Programa 07

Temporada de conciertos

2023-2024

Causa de honores

Badajoz 25 enero
Cáceres 26 enero

Orquesta de Extremadura
Guy Braunstein
Andreas Ottensamer

Programa

1.

Johannes Brahms. Obertura del festival académico, op.80 (1880) *

Antonín Dvořák (arr. Guy Braunstein). Rusalka, op.114 (1900) *

Preludio

Guy Braunstein, violín

2.

Johannes Brahms. Variaciones sobre un tema de Haydn, op.56a (1873)

Coral de San Antonio
Variación I: Poco più animato
Variación II: Più vivace
Variación III: Con moto
Variación IV: Andante con moto
Variación V: Vivace
Variación VI: Vivace
Variación VII: Grazioso
Variación VIII: Presto non troppo
Finale: Andante

Zoltán Kodály. Danzas de Galanta (1933)

Andreas Ottensamer, director

 

* Primera audición por la Orquesta de Extremadura

Brahms agradece a la Universidad de Breslavia su nombramiento como doctor honoris causa regalando esta obertura. También con sus variaciones de una Coral de San Antonio creía homenajear a Haydn, un tema que podría pertenecer a otro, aunque en honor al título original de Brahms, seguiremos perpetuando la atribución dudosa. Kodály honra al pueblo de su infancia, Galanta. Y nuestro solista invitado, Guy Braunstein, homenajea a toda una ópera, la Rusalka de Dvořák, con un arreglo y selección con su firma.

Notas al programa

Ecos de la infancia

«Soy, sin embargo, demasiado poco práctico, demasiado holgazán y demasiado indeciso —y en mi triste situación de hombre solitario, no estoy personalmente interesado—, pero sí que es una injusticia».

Johannes Brahms.
Carta a Fritz Sinrock, 19/9/1881.

En una escena de Una historia verdadera, una de las obras maestras de David Lynch, un joven motero le pregunta al anciano Alvin Straight qué es lo peor de la vejez. “Cuando recuerdas tu momento”, es la respuesta del protagonista con la mirada perdida en otros días. La melancolía no de la juventud real sino de la emocional, de la sensación de imbatibilidad y luz de atardecer, ha sido el motor creativo de muchas obras del Romanticismo en todas las disciplinas artísticas. La fría buhardilla de La Bohème es la materialización de los años de pobreza y libertad de Puccini con Mascagni, un tiempo que nunca llegaría a olvidar; el violín de Zemlinsky en La sirenita es la forma de convocar la inocencia perdida del amor de juventud. Johannes Brahms (1833-1897), que ya de por sí tendía a la nostalgia, vivió algunas semanas de inesperada felicidad en el verano de 1853, de la mano de su amigo y violinista Joseph Joachim. Ni había ido ni iría nunca a la universidad, pero durante dos meses fue invitado por Joachim, que estaba haciendo unos cursos de verano en la Universidad de Göttingen, y asistió a las tertulias filosóficas, a las rondas de bebida, a los debates encendidos sobre cambiar el mundo y a los paseos por el campus. Fue un libre e idealista universitario más. Aquella luz contenida en apenas ocho semanas fueron para Brahms algo parecido a la felicidad.

Muchos años más tarde, en 1879, tras algún intento infructuoso por parte de alguna otra universidad, Brahms aceptó ser investido como Doctor honoris causa en Filosofía por la Universidad de Breslau. La candidatura había sido empujada por su amigo y director de la Sociedad Orquestal de la ciudad, Bernhard Scholz. En un primer momento Brahms envió una carta de agradecimiento, pero Scholz informó al compositor de que la universidad esperaba algo más protocolario y que demostrara mayor sintonía: «¿No querrías escribirnos una “sinfonía doctoral” para Breslau? Por lo menos esperamos un canto solemne…». La respuesta de Brahms fue “una alegre selección de canciones estudiantiles a lo Suppé”, la Obertura del festival académico, op. 80, compuesta para que Scholz no se sintiera “demasiado avergonzado de su huésped”, en palabras de Brahms. Lo realmente interesante de la pieza es la cantidad de registros que maneja a pesar de ser relativamente corta. Encontramos extraversión gracias al uso de tres melodías universitarias (Gaudeamus Igitur entre ellas) pero también solemnidad, cierto sentido del drama y un hedonismo orquestal que habla de aquellas semanas de juventud en Göttingen rodeado de idealismo. El 4 de enero de 1881 Brahms recogió el título en persona y dirigió la obra frente al claustro.

Portada de la primera edición de la Obertura, 1881

Pero entre aquel joven de 20 años de Göttingen y el de casi 50 de Breslau habían pasado muchas cosas. Diez años antes del honoris causa, Karl Ferdinand Pohl —futuro biógrafo de Brahms— trabajaba como archivero en la Sociedad de Amigos de la Música vienesa (Gesellschaft der Musikfreunde). La Sociedad había jugado un papel fundamental en el desarrollo del público de conciertos, fundando un conservatorio, construyendo el famoso Musikverein con su Salón Dorado y recuperando obras olvidadas por los cambios de estética (de hecho, el programa de su primer concierto en el año 1812 fue Alexander’s Feast, de Händel). Pohl había conocido a Brahms en su época de estudiante, cuando acudía a la Sociedad en busca de partituras de Bach o Händel, y mantenían amistad desde entonces. El archivero encontró una serie de divertimentos musicales para ensemble de vientos mientras investigaba sobre la figura de Haydn y se los hizo llegar a Brahms (director artístico de la Sociedad en esos momentos), consciente de la debilidad que este sentía por las obras del Clasicismo en general y de Haydn en particular. De entre todas las melodías que aparecían en los pentagramas la que antes sedujo al compositor alemán fue la del segundo movimiento, sobretitulada en la partitura como Chorale St. Antoni. Aunque finalmente aquellas obras estuvieron lejos de ser de Haydn, Brahms tomó las notas del coral espurio para componer en 1873 un tema, ocho variaciones y un “Finale” a los que llamó Variaciones sobre un tema de Haydn, op.56a.

La obra hizo renacer el interés de la intelectualidad musical por el tema con variaciones, una fórmula estructural bastante abandonada tras sus días de gloria durante el siglo XVIII. Brahms desarrolla cada variación amparada en continuos cambios de carácter y sutilezas tímbricas: algunas partes, como la primera y tercera, destilan una visión pastoral frente a las más evocadoras segunda y cuarta, el espíritu bailable de la sexta y la fragilidad emocional de la séptima. Como no podía ser de otro modo la obra termina con un brindis hacia el pasado, gracias a la bella passacaglia final.

Apenas un año después de que Brahms dirigiera su Obertura frente al público de Breslau nacía en una estación de ferrocarril Zoltán Kodály (1882-1967), en una ciudad llamada Kecskemét en mitad de la Gran Llanura húngara y a medio camino entre el Danubio y el Tisza. Se crió entre los ritmos zíngaros de Galanta, donde residió siete años, y las reuniones musicales que se celebraban en las granjas. Serán precisamente aquellos primeros pasos el combustible infinito que moverá su devoción por la música folclórica y los aires populares de buena parte de sus creaciones. Cumplidos los 50, ya en su madurez creativa y poco antes de exiliarse en Estados Unidos, recibe en 1833 el encargo de componer un poema sinfónico para el 80º aniversario de la Sociedad Filarmónica de Budapest. Kodaly decidió mirar a sus días de infancia e inspirarse en los verbunkos, unas danzas típicas del XVIII habituales del pueblo romaní. Antes de que los emperadores Habsburgo impusieran el servicio militar obligatorio en 1849 el reclutamiento se realizaba mediante el werbunkosch, el reclutador, una sucesión de bailes realizados por un oficial de alto rango al frente de una docena de húsares que alternaban secciones rápidas y lentas y acababan por incorporar a los soldados más novatos.

Regimiento de húsares bailando verbunkos acompañados de un gaitero. Román József, 1816

Kodály, que había escuchado estos verbunkos de niño en Galanta, recurre a una serie de melodías sacadas de un volumen recopilatorio de danzas húngaras que tuvo mucho predicamento en la Viena del XIX a cuenta de la predilección de la burguesía por los bailes exóticos. De ahí surge Danzas de Galanta, una pieza dividida en cinco partes y dos grandes ambientes (el lento lassú y el rápido friss en las danzas originales) donde se suceden las melodías folclóricas estilizadas para la orquesta con una mezcla de improvisación y formalismo. Ese mundo rural y sentido del ritmo zíngaro se puede encontrar claramente durante la primera de las danzas, con su sensación sonora de banda y la presencia del clarinete. A pesar de la larga carrera de Kodály esta pieza supuso uno de los puntales de su futuro éxito, por cuanto incorporaba las raíces populares a un discurso profundamente reaccionario.   

Otro de los compositores más aferrados al uso de melodías tradicionales, a Brahms y también a la revisión de la infancia es el checo Antonín Dvořák (1841-1904). De su producción de óperas (once en total, una menos que Puccini), Rusalka, op.114 es la que más reconocimiento y recorrido ha tenido, entre otras cosas por usar un personaje fantástico que está muy presente en mitologías, cuentos y leyendas de toda Europa. La ópera estrena en Praga en 1901, y contraviene el origen mismo del género (la mezcla de la música y el verso): en ella la palabra solo es el transportín de la mentira, el vehículo de lo opaco. La incapacidad del verbo para transmitir el verdadero ser de las cosas precipita la muerte de unos protagonistas anegados por sus opresivas atmósferas vitales, infelices en sus respectivas cárceles hasta que deciden juntos su muerte.

La Rusalka original del estreno de 1901, Růžena Maturová.

La historia de la sirena Rusalka, escrita por Jaroslav Kvapil, se erige en el centro del cruce de caminos entre la mitología eslava, la visión espiritual de la naturaleza de Paracelso y las obras de Hans Christian Andersen (La sirenita) y el Barón de la Motte-Fouqué (Ondina). Cuenta la búsqueda de alma por parte de un hada de las aguas –una rusalka– desde su perspectiva infantil. Para conseguirlo decide transformarse en una mujer humana, sacrificando su voz para buscar el amor correspondido de un príncipe. La superficialidad del amado, sumada al erotismo que despierta en él otra mujer, les condena a ambos a una muerte que llega como liberación de las cadenas terrenales más que castigo. Dvorák urde tal vez su partitura más feliz en cuanto a la integración del componente folclórico, con lirismo y fragilidad en el canto de la rusalka (como en la maravillosa “Canción de la Luna”, Mesicku na nebi hlubokem) y construyendo ese evanescente mundo intermedio y mágico que habita. El violinista Guy Braunstein decidió adaptar los primeros 25 minutos de la ópera a un formato rapsódico de violín solista más orquesta, proponiendo otra forma de belleza a la mirada esquiva de las sirenas.

Así que escucharemos cuatro obras que conjugan infancia, melancolía, belleza y alegría. Un cóctel necesario, recurrente en la historia de la música y que bien resumen aquellos versos de Vicente Valero:

El alma es sólo lo que vemos cuando suena la música,
cuando todo da vueltas a nuestro alrededor, mientras bailamos
y todavía tenemos la noche por delante

Que lo bailen.

© Mario Muñoz Carrasco

Mario Muñoz Carrasco es musicólogo, gestor cultural y crítico musical. Cursa el Grado en Musicología en la Universidad Complutense de Madrid, finalizado primero de su promoción, así como el Máster en Música Española e Hispanoamericana. Desde el 2007 ejerce como crítico musical en distintos medios, tanto en radio como en prensa, colaborando con Ópera Actual, La Razón, Scherzo o ABC entre otros. En el campo de la gestión participa con las principales instituciones culturales (Teatro Real, Ayuntamiento de Madrid o Fundación Juan March) en actividades musicales de diversa índole relacionadas con la recuperación de patrimonio, la organización de conciertos o la coordinación técnica y artística de distintas orquestas. En el campo de la alta divulgación participa habitualmente con las más destacadas instituciones musicales como la Orquesta y Coro Nacionales de España, el Teatro Real, la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española o el Centro Nacional de Difusión Musical, labor que compatibiliza con la docencia en distintas universidades.

Interpretaciones anteriores

La OEX interpretó por primera vez las Variaciones sobre un tema de Haydn, op.56a, de Brahms, el 24 de octubre de 2003 en el Gran Teatro de Cáceres, dirigida por Elio Boncompagni. El antecedente más reciente es del 22 de febrero de 2019 en el Palacio de Congresos de Cáceres, dirigiendo Martín Baeza Rubio.

En cuanto a las Danzas de Galanta, de Kodály, fue interpretada por primera vez el 2 de junio de 2006 en el Gran Teatro de Cáceres, bajo la batuta de Jesús Amigo. Por última vez, en un concierto al aire libre el 4 de julio de 2017 en el Teatro Romano de Regina, en Casas de Reina, dirigiendo Álvaro Albiach.

Versiones de referencia

Guy Braunstein

El violinista y director de orquesta Guy Braunstein toca el violín desde la edad de seis años. Estudió en su Israel natal y luego en América bajo la dirección de Chaim Taub y Pinchas Zukerman.

Desde muy temprana edad y a lo largo de su vida, ha realizado giras como solista con directores como Sir Simon Rattle, Zubin Mehta, Daniel Barenboim, Semyon Bychkov, Claudio Abbado y Andris Nelsons por nombrar algunos, y con orquestas como Sinfónica de Boston, Filarmónica de Berlín, Filarmónica de Israel, Orquesta Tonhalle Zürich, Orquesta Filarmónica y muchas otras.

Braunstein ofrece recitales y conciertos de música de cámara con intérpretes como Yefim Bronfman, Emmanuel Axe, Yuja Wang, Lang Lang, Maurizio Pollini, Martha Argerich, etc…

En la última década ha realizado una intensa labor como director de orquesta, trabajando en un vasto repertorio como aclamado director invitado y como invitado principal con la Orquesta Sinfónica de Hamburgo y la Orquesta Sinfónica de Trondheim, actuando bajo su dirección solistas como Magdalena Kozena, Daniel Barenboim, Radu Lupu y otros.

Una de sus grandes pasiones es transcribir, organizar y orquestar obras maestras para presentarlas con diferentes formaciones. En 2019 Guy Braunstein lanzó un disco con arreglos propios y el famoso concierto para violín de Chaikovski.

Tanto como violinista como director de orquesta, ha llevado sobre el escenario un mundo completamente nuevo de repertorio de grandes compositores en versiones que nunca se habían escuchado. Estas nuevas aportaciones de literatura musical han sido recibidas con gran entusiasmo entre orquestas, músicos y audiencias.

En las últimas temporadas ha sido artista en residencia con la Orquesta Sinfónica de Cincinnati y mantuvo intensas colaboraciones con la Orquesta Sinfónica de Trondheim y a la Sinfónica de Hamburgo como solista, y también con funciones de solista-director. Entre otros proyectos destacados su debut como director con la Orquesta Filarmónica de Israel, debuts con la Sinfónica de Vancouver y la Orquesta Filarmónica de Helsinki, así como conciertos con la Filarmónica de Dresde, Sinfonie Orchester Berlin, Orquestra Sinfonica de Barcelona, Budapest Festival Orchestra, San Diego Symphony, La Orquesta de Cámara de Laponia, la Orquesta Sinfónica de Queensland y una extensa gira con la Israel Netanya Kibbutz Orchestra.

Entre los años 2000 y 2013, Guy Braunstein ha sido el primer concertino de la Orquesta Filarmónica de Berlín, el más joven en ostentar dicho puesto en la historia de la orquesta. De 2003 a 2007 fue profesor de música en UDK (Universidad de las Artes) en Berlín, también lo ha sido durante dos cursos en Basilea, Suiza. En 2006 asumió el cargo de director artístico del festival Rolandseck, que dirigió hasta 2016. Entre 2017 y 2020, fue director artístico e ideólogo del Festival “Clasclas” en Galicia, España.

Guy Braunstein toca un excepcional violín construido en 1679 por Francesco Ruggeiri en Cremona, Italia.

Andreas Ottensamer

Con su versatilidad musical y sus cautivadores conciertos, Andreas Ottensamer ha cautivado al público y a la crítica, lo que le ha convertido en un clarinetista, director de orquesta y director artístico muy solicitado.

Ottensamer está considerado uno de los principales instrumentistas de nuestro tiempo y actúa como solista de clarinete con las orquestas y directores más renombrados en las grandes salas de conciertos del mundo. Es artista invitado habitual en festivales como el Salzburger Festspiele, el Gstaad Menuhin Festival, el Rheingau Musik Festival y el Festival de Pâques d’Aix en Provence.

El Sr. Ottensamer se subió por primera vez al podio como director de orquesta en enero de 2021 y ya es muy solicitado como tal. Ese mismo año le siguieron electrizantes actuaciones con la Orquesta Sinfónica Estatal de Armenia y la Orquesta Sinfónica de Bournemouth. En agosto de 2021 recibió el Premio Neeme Järvi de la Academia de Dirección del Festival de Gstaad.

En el verano de 2022 debutó con gran éxito como director en Asia con la Orquesta Sinfónica de Tokio, la Orquesta de Cámara de Aichi en Nagoya y la Orquesta Sinfónica KBS de Seúl. Otros compromisos como director durante esta temporada incluyen apariciones con la Orquesta Sinfónica MDR de Leipzig, la Filarmónica de Praga, la Orquesta Gulbenkian de Lisboa, la Orquesta Sinfónica Estatal de Estambul, la Real Filarmonía de Galicia, la Orquesta Metropolitana y la Orquesta de Cámara Liszt. Recientemente, ha actuado como director de la Sinfonietta Cracovia y en el Festival Al Bustan.

En diciembre de 2022, Andreas Ottensamer participó en la Academia de Ópera Italiana Riccardo Muti para trabajar en la Messa da Requiem de Verdi junto al Maestro Muti y la Orquesta Cherubini en Rávena, Italia.

Ottensamer es director artístico del Festival de Bürgenstock (Suiza) y del Festival Artström de Stienitzsee, cerca de Berlín. Sus colaboraciones artísticas como músico de cámara incluyen trabajos con Yuja Wang, Seong-Jin Cho, Lisa Batiashvili, Patricia Kopatchinskaja, Phillippe Jaroussky, Gautier Capuçon y Sol Gabetta.

Desde 2013, Ottensamer tiene un contrato de grabación exclusivo con Deutsche Grammophon, lo que le convierte en el primer clarinetista del sello amarillo. Para su álbum Blue Hour, con obras de Weber, Mendelssohn y Brahms, se asoció con la Filarmónica de Berlín bajo la dirección de Mariss Jansons y recibió su segundo premio Opus Klassik como «Instrumentista del año». Junto con Yuja Wang y Gautier Capucon ha grabado el trío para clarinete de Brahms, publicado por DG en septiembre de 2022.

Andreas Ottensamer nació en 1989 en Viena. Procede de una familia austrohúngara de músicos y se sintió atraído por la música muy pronto, recibiendo sus primeras clases de piano cuando tenía cuatro años. A los diez años empezó a estudiar violonchelo en la Universidad de Música y Artes Escénicas de Viena, y en 2003 se pasó al clarinete. En 2009 interrumpió sus estudios universitarios en Harvard para obtener una beca en la Academia de Orquesta de la Filarmónica de Berlín.

Ottensamer ha estudiado dirección de orquesta con el profesor Nicolas Pasquet en Weimar, y ha asistido a clases magistrales con el profesor Johannes Schlaefli y Jaap van Zweden.

Desde marzo de 2011, Ottensamer es clarinetista principal de la Orquesta Filarmónica de Berlín.

Programa 07

Temporada de conciertos

2023-2024

Brahms. Obertura del festival académico
Dvořák (arr. Guy Braunstein). Rusalka
Brahms. Variaciones sobre un tema de Haydn
Kodály. Danzas de Galanta

Causa de honores

Badajoz 25 enero
Cáceres 26 enero