Notas al programa
Época de descubrimientos
Más allá del estereotipo, la corte musical española durante buena parte del siglo XVIII fue un espacio privilegiado dotado de personalidad propia, sentido de la oportunidad y no poco talento. Una Corte de las Maravillas. Casi a la par que (el hoy revindicado) Francesco Corselli estrenaba en el Salón de los Reinos del Buen Retiro su serenata L’asilo de amor con texto del mejor libretista del siglo, Pietro Metastasio, e inmediatamente después de que Farinelli abandonara Madrid, se establecían como músicos de corte durante el reinado de Carlos III y Carlos IV dos músicos magníficos: Luigi Boccherini y Gaetano Brunetti (1744-1798). Un mundo separa la notoriedad de uno frente al anonimato del otro. Mientras que el primero puso gran empeño en publicar sus colecciones de conciertos, Brunetti se centró en la composición para la realeza sin procurar un mercado de publicaciones a sus creaciones. Así se da el caso de un músico que, siendo el favorito de la Corte, con medio centenar de cuartetos de cuerda y siendo el autor más prolífico de sinfonías, se vio relegado al completo olvido tras su muerte.
Será precisamente al servicio del Príncipe de Asturias, durante las casi dos décadas que van desde 1771 hasta 1788, cuando Brunetti desarrolle los parámetros que van a definir su estilo sinfónico y donde firme la mayor parte de las piezas —al menos 35 de las 41 sinfonías localizadas—. En ese sentido la Sinfonía en do menor, L 321 que inicia el concierto de esta semana se enmarca en las mismas preocupaciones estéticas del compositor a finales de la década de los 70: el equilibrio entre secciones, la riqueza u originalidad entre las combinaciones tímbricas y la elaboración melódica. La primera parte, el equilibrio entre secciones, estaba asegurado gracias a las modestas dimensiones de la orquesta que tenía Brunetti a su disposición: una sección de cuerdas que no solía pasar de los ocho músicos y cinco vientos, divididos en tres maderas (oboes y fagot) y dos metales (trompas). Rara vez percusiones, trompetas o clarinetes. Es, como puede verse, un entorno de cámara extendido que le permitía balancear el sonido con bastante naturalidad y establecer diálogos entre los violines y los oboes con el fagot ejerciendo de puente entre ambos. La sensación de juego y cierta liviandad es continua, sin que por ello implique que la obra carezca de poso.
El modelo interno de la sinfonía es el de Haydn, con cuatro movimientos pero sin incorporar el descargo humorístico del Scherzo o el rítmico del Minuetto. El “Allegro Moderato” con el que se inicia la partitura es de una enorme originalidad por su forma de crear expectativas y disolverlas sin renunciar a figuras musicales propias de la herencia musical barroca. El segundo movimiento da espacios a las intervenciones obligadas (es decir, a solo) y al uso de notas largas que cargan la sinfonía de una sensación de nostalgia de otros días. Innovador el “Allegretto”, pensado como alivio emocional pero monopolizado por un solo de fagot en un momento en el que las intervenciones solistas de ese instrumento se podían contar con los dedos de una mano —como el “Scherza infida” del Ariodante händeliano o el Concierto para fagot, cuerdas y continuo en sol menor RV 495, de Antonio Vivaldi—. El último movimiento demuestra el don de Brunetti para los contrastes dinámicos y la claridad de líneas que le otorga su trabajo con plantillas pequeñas.
A pesar de que en ningún momento la importancia en la Corte de Carlos III o en la de Carlos IV por parte de Brunetti fue más allá de la de cualquier otro artesano, sí es cierto que fueron sus composiciones las que incentivaron al por entonces Príncipe de Asturias a hacerse con una colección de instrumentos de primera línea. Entre 1761 y 1788, antes de acceder al trono, su colección de Amati y Stradivarius —entre ellos los cuatro del Palacio Real de Madrid— le cuesta a las arcas del estado 70.000 reales, y cuatro veces más una vez instaurado en el poder. Tampoco dejaba de acompañar Brunetti a la Familia Real allá donde se moviese. Para los reyes de la época la “diversión de música” que ofrecía Brunetti no era vista desde la perspectiva de la genialidad, pero disfrutaba de todo el espacio y recursos económicos necesarios para perpetuarla.
Desde una perspectiva muy distinta se percibe hoy la composición musical, ya alejada de los modelos de mecenazgo del Antiguo Régimen. Pasado el Clasicismo, cualquier acto de creación se tendrá prácticamente por sagrado y el proceso de mitificación del compositor durará hasta nuestros días… aun cuando venga acompañado de algo de mala suerte. La segunda pieza del programa, Cantos sobre la Tierra, concierto para dos pianos de Daahoud Salim, es una reiterada pretensión por parte de la Orquesta de Extremadura, que encargó su composición bajo subvención de la AEOS y la Fundación SGAE para estrenarla en primera instancia durante la temporada 20/21. Salim, pianista y compositor sevillano formado en el Conservatorio de Badajoz, es una de las voces más personales dentro del mundo de la creación, mezclando las influencias del jazz con un lenguaje ecléctico que saber moverse a ambos lados de la frontera sin sentirse ajeno a ninguno. Es el propio compositor quien comenta la nueva obra:
«En el primer movimiento, titulado “De su Eterna Generosidad”, se pretenden dibujar paisajes, la efervescencia de una naturaleza que provee incesantemente, desde lo diminuto hasta lo colosal. El segundo, “De su Lamento”, es un canto doloroso de duelo, por la profunda traición que ha perpetrado su hija la Humanidad. El último movimiento presenta, bajo el título “De sus Futuros Posibles”, dos hipotéticos porvenires de la Tierra. El primero, el de una digitalización y automatización que atraviesan los límites del absurdo, mientras lo humano intenta emerger de nuevo, luchando contra su propia creación. El segundo, el de una comunión universal que abarca todo y lo orienta en una sola dirección, y en el que la Humanidad está en equilibrio con la Tierra. En la obra se pueden percibir claras influencias de compositores del siglo XX como B. Bartók, O. Messiaen, D. Schostakovich y A. Scriabin».
La acusada personalidad de Salim permite la articulación de un concierto para dos pianos que se mueve dentro de la más estricta formalidad en cuanto a la estructura pero que convoca los referentes más diversos para no anclarse en patria alguna, articulando de forma coherente las partes y dotándolas de un imaginario musical inacabable. Hay latente una obsesión por crear un dialecto personal entre el lenguaje de los dos pianos y el de la orquesta, trabajando las texturas y una exigencia técnica volcada en la expresividad y no en el mero lucimiento de fuego artificial.
El paseo por los descubrimientos finaliza en la segunda parte con los Cuatro interludios sinfónicos de Intermezzo, op. 72, de Richard Strauss (1864-1949). La ópera de la que se extraen en 1923 formaba parte de una especie de canto de amor que el compositor fue dedicando a su mujer Pauline de Anha a través de los años. En realidad, ella había aparecido largamente en fragmentos musicales de toda índole, como en el emocionante solo de violín del tercer movimiento de Una vida de héroe, op. 40, (“Des Helden Gefährtin”, La compañera del héroe). De hecho, cuando le pregunten a Strauss por el significado de ese fragmento afirmará: «Es a mi esposa a quien quiero mostrar. Es muy compleja, muy femenina, un poco perversa, un poco coqueta, nunca similar a sí misma, diferente en cada minuto de la que había sido un momento antes».
En varios trabajos aparecerá la huella de su compañera vital, pero la ocasión donde es más certero su retrato es en la ópera Intermezzo, donde un malentendido en la vida real —una carta enviada por error por una joven— hace que Pauline de Anha quiera divorciarse del compositor alemán. A pesar de que Strauss había colaborado estrechamente con grandes dramaturgos desde sus inicios (desde Hugo von Hofmannsthal hasta, años después, Stefan Zweig), decide escribir él mismo el libreto. Resulta llamativo cómo es precisamente en los interludios sinfónicos de la ópera, los espacios sin palabras, donde encontraremos una mayor y mejor descripción de la vida cotidiana, sus bellezas y sus peligros. Toda la capacidad de Strauss como orquestador y narrador de timbres discurrirá por los cuatro interludios que explican escenas vividas por los alter egos de Richard y Pauline.
El primer interludio, titulado “Fiebre de viaje y escena del vals”, sitúa al director Robert Storch (Strauss) abandonando su casa tras una acalorada discusión con su esposa y como ella, Christine (Pauline) conoce a un barón con quien comparte baile. Al final de esta escena ocurrirá el malentendido, la carta de una joven a Storch declarándole su amor. El elegante vals que propone Strauss ha convertido el interludio en la pieza más interpretada de todo el conjunto. El segundo interludio, “Soñar junto a la chimenea”, es una de las piezas más bellas de la primera mitad del siglo XX y sitúa a Christine en plena evocación del barón, pero lastrada por el amor que siente hacia su marido. Para el tercero (“En la mesa de juego”), el protagonismo recae en Storch, que recibe un telegrama de su indignada esposa mientras juega a las cartas. La habilidad de Strauss hará que oigamos cómo se barajan y reparten las cartas. Termina con “Final feliz”, el cuarto interludio donde se resuelve el entuerto. Más allá de la abrumadora capacidad como orquestador de Strauss la partitura destaca por su defensa de los encantos de lo cotidiano, por encima de la irrealidad y las luces falsas del espectáculo. Una versión musical, si se quiere, de aquellas Odas Elementales del Neruda más casero, aquel que definía los calcetines como «tejidos con hebras del / crepúsculo y pellejos de ovejas». Que lo disfruten.
© Mario Muñoz Carrasco
Mario Muñoz Carrasco es musicólogo, gestor cultural y crítico musical. Cursa el Grado en Musicología en la Universidad Complutense de Madrid, finalizado primero de su promoción, así como el Máster en Música Española e Hispanoamericana. Desde el 2007 ejerce como crítico musical en distintos medios, tanto en radio como en prensa, colaborando con Ópera Actual, La Razón, Scherzo o ABC entre otros. En el campo de la gestión participa con las principales instituciones culturales (Teatro Real, Ayuntamiento de Madrid o Fundación Juan March) en actividades musicales de diversa índole relacionadas con la recuperación de patrimonio, la organización de conciertos o la coordinación técnica y artística de distintas orquestas. En el campo de la alta divulgación participa habitualmente con las más destacadas instituciones musicales como la Orquesta y Coro Nacionales de España, el Teatro Real, la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española o el Centro Nacional de Difusión Musical, labor que compatibiliza con la docencia en distintas universidades.
Daahoud Salim
Como compositor, ha recibido encargos de la Royal Concertgebouw Orchestra, la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, la Schubertiada, Festival Bal y Gay, Fundación SGAE, Asociación Española de Orquestas Sinfónicas, Eduard van Beinum Foundation, el GrachtenFestival (Holanda), la Orquesta de Extremadura, la Orquesta Ciudad de Almería, la Orquesta Joven de Andalucía y agrupaciones independientes como Fuse! o Solar Dúo. Intérpretes de la talla del Cuarteto Casals, Martin Fröst o Rosanne Philippens han interpretado su música. En 2022, recibe el Primer Premio en el Concurso de Composición para Big Band organizado por la Fundación SGAE y la Asociación Ool-ya-koo. Durante el mismo año, recibe el Primer Premio en el Tapiola Choir Composition Competition. Sus obras han sido retransmitidas en Radio Clásica, así como en la radio nacional holandesa y japonesa. Próximos compromisos incluyen el estreno de una obra suya de la mano de Juan Pérez Floristán.
Combina su actividad como compositor con la de pianista, tanto clásico como de jazz. Como pianista clásico, ha actuado en escenarios como el Palau de la Música de Cataluña, Concertgebouw (Ámsterdam), Fundación Juan March, Auditorio Nacional de Madrid y tocado como solistas con algunas orquestas nacionales, como la OEX, así como orquestas holandesas, bajo la dirección del director estadounidense Andrew Grams. En 2016 lanza un álbum con obras de E. Schulhoff con el sello discográfico holandés Challenge. Asimismo, ha sido galardonado en diversos concursos (Premio Ciutat de Carlet, Grachten Festival Conservatorium Concurs, Ciclo Primer Palau).
En el campo del jazz, funda en 2015 el Daahoud Salim Quintet, agrupación que ya ha pisado algunos de los principales escenarios y festivales de Estados Unidos (Jazz at the Lincoln Center, NY) y de Europa (Festival Jazzaldia en San Sebastián, Bimhuis en Ámsterdam, Festival de Jazz de Madrid, Teatros Canal, Festival Mas i Mas de Barcelona, Auditorio Parco dalla Música di Roma). En 2016 el jurado de Jazzaldia galardona al grupo con el I Premio a la mejor banda y Premio al mejor solista en el Festival de Jazz de Getxo. Asimismo, en 2017 el conjunto recibe el Premio a la mejor banda, y Sabam Culture Prize, al mejor arreglo, en el B-Jazz Contest, en Leuven, Bélgica.
En 2018 se convierte en el Director Académico del Kathmandu Jazz Conservatory, en Nepal, donde ha permanecido trabajando como docente hasta 2020. La labor de este centro es preparar a jóvenes para poder realizar estudios superiores de música en el extranjero, ya que no tienen tal posibilidad en el país. Hoy en día, estudiantes del KJC han sido aceptados en conservatorios como los de Ámsterdam, La Haya, Utrecht, Rotterdam y Maastricht. En 2012 funda la Asociación AyudArte, que se dedicó a organizar eventos artísticos con fines benéficos. Con la colaboración de la ONGD David Russell y María Jesús, liderada por el célebre guitarrista, Ayudarte financió la construcción de un pozo en una pequeña población de Chad, que está aún en funcionamiento.
Lucjan Luc
Nacido en Jaroslaw (Polonia). Realizó los estudios superiores de piano y de música de cámara en la Academia Superior de Música “Karol Szymanowski” de Katowice, donde obtuvo premio fin de carrera y diploma de honor con el célebre maestro Andrzej Jasinski y con el reconocido pianista y compositor Eugeniusz Knapik, personalidades que han influido de forma decisiva en su formación pianística y musical. Durante el término de sus estudios obtuvo el primer premio para jóvenes pianistas en el XXIV Festival de Piano de Slupsk (Polonia).
En su actividad como solista destacan los conciertos ofrecidos junto a la Orquesta Filarmónica de Katowice (Concierto n.º 3 de Beethoven), Orquesta de la Academia Karol Szymanowski (Concierto en Sol de Ravel); Orquesta Clásica de Oporto (Concierto n.º 1, de Chopin) y la Orquesta Metropolitana de Lisboa (Concierto en Re m, de Bach, Concierto para piano y orquesta de cuerda, de Górecki, Concierto en La m, de Paderewski y la Cuarta Sinfonía Concertante, op.60 de Szymanowski).
Ha sido asistente del director Ivo Cruz en el IX Festival Internacional de Música de Macao (China). Ha participado en varias ocasiones como pianista invitado en los “Encuentros de Música Contemporánea” junto a la Orquesta de la Fundación Calouste Gulbenkian y bajo la batuta de directores como Michael Zilm y Emilio Pomarico.
Entre 1992 y 1996 ha colaborado con la Orquesta Metropolitana de Lisboa realizando más de doscientos recitales como pianista de cámara, en numerosos teatros, auditorios y salas de concierto de la geografía portuguesa.
Ha desarrollado una amplia actividad con solistas de la Orquesta de la Fundación Calouste Gulbenkian y con la soprano Ana Madalena Moreira, con la que ha grabado un disco de canciones de compositores portugueses. Ha ofrecido recitales de cámara en el Palau de la Música de Valencia junto al violonchelista Jian Wang (1998) y también junto al saxofonista David Alonso (2008).
En el marco de diversos festivales y ciclos musicales ha realizado numerosos recitales de cámara con el clarinetista Johannes Peitz, la soprano Carmen Solís, el saxofonista David Alonso, el violinista Du Xuan, la violinista Carla Marrero y el barítono Paolo Ruggiero, entre otros.
Ha participado como solista en el IX Festival de Piano “Rafael Orozco” y en el XV Festival de Música Contemporánea, ambos en Córdoba.
Con el “Trío Aeternus”, junto al violonchelista Varoujan Bartikian y el violinista Alexander Stewart, ha ofrecido recitales dentro del XXXV Ciclo de Conciertos de Santa Cecilia (Badajoz 2013); en el Palacio da Pena (Sintra, Portugal 2014); en el Festival de Música de Sintra “Homenaje a la Marquesa de Cadaval” (2015); en el marco de Festivales de Música Armenia, ha actuado en el Gran Auditorio de la Fundación Calouste Gulbenkian junto con el violinista turco Cihat Askin. Seguidamente, el Trío Aeternus ha realizado un concierto en Estambul (Mustafa Kemal Hall, noviembre de 2015).
En 2016, junto con el pianista Daahoud Salim y la Orquesta de Extremadura (OEX) bajo la batuta de su titular Álvaro Albiach, ha tocado el Concierto para dos pianos y percusión de Bartok.
Invitado por su Alma Mater, ha ofrecido un recital y serie de máster clases en la Academia de Música Karol Szymanowski de Katowice (Abril 2017).
En 2018, participó junto a Daahoud Salim en la XL Semana Musical de Santa Cecilia de Badajoz, con un ambicioso programa de concierto que incluyó la Sonata para dos pianos, de Brahms y Visions de L´Amen, de Messiaen.
En noviembre de 2019 interpreta, también junto a Daahoud Salim, un programa de Brahms y Messiaen en el Auditorio Manuel de Falla en Granada.
Álvaro Albiach
Álvaro Albiach es principal director invitado de la Orquesta de Extremadura.