Comienza la Conmoción
Adquirir una entrada. Sentarse un rato largo ante un grupo de personas que hacen cosas rudimentarias: friccionar cuerdas, soplar tubos, golpear objetos. Actos banales en principio, pero que implican someterse a una vivencia de amplitud vasta. Una experiencia fértil de la que emergen emociones ricas, a veces contrapuestas. Porque una obra sinfónica debe abarcarlo todo. Quien escribe una sinfonía construye un mundo, según la concepción mahleriana. Y el mundo engloba lo sublime y lo hermoso, pero también lo desconcertante y lo sobrecogedor, aquello que te sacude hasta la conmoción. Pasiones de cualidades distintas, encontradas, tendrán un papel central en esta nueva temporada de la Orquesta de Extremadura.
Pero Conmoción no sólo apela a la cualidad. El grado importa. Nos lo dicen quienes estudian el cerebro: aquello que produce un impacto emocional intenso se graba en nuestra memoria con vigor, como un golpe de cincel en el mármol. Es un rasgo de nuestra humanidad. Quizás por eso resulte tan turbador el monólogo postrero del replicante interpretado por Rutger Hauer en Blade Runner, en el que expresa ese temor tan humano al olvido que llega tras de la muerte. Quienes habitamos este vertiginoso siglo XXI no somos androides sino seres humanos genuinos y, pese a ello, parecemos condenados a un olvido recurrente que llega antes de la muerte. Todo parece estar sometido a un corto periodo de caducidad programada. ¿Acaso hemos perdido la capacidad de conmovernos por esas emociones que cincelan? Esta Conmoción que les presentamos pretende actuar como pequeño antídoto frente a esta enfermedad contemporánea. Porque, por mucho que se acelere el mundo hasta el punto de que lo ocurrido hace dos semanas nos resulte ya pasado remoto, no nos resignamos a que nuestros recuerdos se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia. No esperamos que retengan cada nota, ni siquiera cada pieza del repertorio. Pero trabajamos para que la impresión causada por cada una de ellas posea la intensidad necesaria para perdurar en sus cuerpos como los surcos en el mármol.
Notas al programa
Spring Fighter
La temporada se abre con el homenaje a nuestra tierra de todo un Premio Nacional de Música y dos obras nacidas en contextos opuestos pero que, no obstante, son ambas hijas de una lucha. La Sinfonía n.º 1 de Schumann refleja un triunfo de la primavera del amor tras una lucha personal (y judicial). En la segunda, Beethoven se revuelve en música, como un guerrero que se levanta en medio del campo de batalla de una vida llena de dificultades.
La música de Tomás Marco, autor de larga trayectoria, ha acompañado el devenir de la OEX desde sus comienzos. Sus Pájaros crepusculares surcaron los cielos extremeños allá por 2001 a los pocos meses de constituirse la orquesta regional. Luego vinieron otras obras como su Sinfonietta n.º 2 (Curvas del Guadiana). Tomás Marco es también un estudioso tenaz, profesor y ensayista. Pero su conocimiento excede del que se adquiere meramente a través de las lecturas pues se ha forjado en el fuego de un extenso periplo creativo y del contacto profesional con un buen número de los más conspicuos autores e intérpretes de las últimas décadas del siglo XX y primeras del XXI. En Extremeña, la obra que nos presenta, materiales del folklore de nuestra región se filtran y se transforman a través de tal bagaje. Retazos de melodías que ya son un destilado de la tradición se cuelan entre ricas texturas orquestales plagadas de efectos. El sustrato popular traído a la orquesta y elaborado desde la particular mirada de Tomás Marco, protagonista y testigo privilegiado de la historia reciente de la música. Partir de elementos aparentemente sencillos y construir a partir de ellos grandes estructuras musicales. Pocos autores en la historia han sido capaces de cumplir esta complejísima tarea con la genialidad de Schumann y Beethoven.
Robert Schumann no había cumplido los 30 cuando visitó al hermano del difunto Franz Schubert en Viena, quien le entregó una copia de la que hoy conocemos como la Sinfonía Grande. La mediación de Schumann resultó crucial para que la obra fuera estrenada bajo la batuta de Felix Mendelssohn. En 1839, tras asistir a uno de los ensayos de la sinfonía, escribió a su amada Clara henchido de entusiasmo y fascinación por aquella gran obra: “Estoy sumamente feliz no tengo nada más que desear, excepto que tú seas mi esposa y que yo mismo pudiera escribir esas sinfonías”. Poco más de un año tardó en cumplir ambos deseos. En 1840 contrajo matrimonio con Clara tras una batalla legal con su padre, Friedrich Wieck, cuya autorización requerían según las leyes de Sajonia por ser ella menor de veintiuno. Y unos meses más tarde había concluido su Sinfonía Primavera, que su displicente suegro denominó “la sinfonía de las contradicciones”. De alguna manera, dejando a un lado la inquina del individuo, no estaba del todo desatinado el calificativo. No por la presunción, asumida como un hecho cierto por Weik, de que tanto la obra como el matrimonio de Robert y Clara hubieran sido perpetrados para contradecirlo a él. Sino por el hecho de que Robert Schumann fue siempre un músico contradictorio en sí mismo. Su trayectoria lo avala: momentos extraordinariamente productivos y de gran entusiasmo (¡la Sinfonía Primavera fue compuesta en apenas cuatro días y su orquestación en menos de un mes!) y otros de absoluto abatimiento y depresión. Esta dualidad romántica se manifiesta en su música e incluso en el uso de dos personajes, los dos seudónimos con los que escribía sus artículos y críticas musicales: Eusebius, tímido, indeciso, introspectivo; y Florestán, impetuoso e impredecible.
La Sinfonía Primavera llega por tanto en un momento feliz, “en una hora ardiente”, en palabras del autor. El primer impulso para su creación, escribe Clara en su diario, fue la lectura del poema Frühlingsgedicht de Adolph Böttger. Así se expresaba la gran pianista tras el estreno de la obra en 1841 por la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig bajo la dirección de Felix Mendelssohn: «La sinfonía de mi marido triunfó sobre todas las cábalas e intrigas de mi padre. Nunca escuché una sinfonía recibir tal aplauso”.
Schumann propuso títulos descriptivos a los movimientos, aunque no los publicó finalmente. Muchos autores prefieren no ponérselo tan fácil al oyente. “Pintar o representar no era mi intención; pero sí creo que la temporada en la que nació la Sinfonía ha tenido un efecto en su formación y en lo que ha llegado a ser”. Así lo describió.
«El comienzo de la primavera», se iba a llamar el primer movimiento. Schumann escribió a un director que la fanfarria del comienzo “debería sonar como si viniera de lo alto, como una llamada al despertar” seguida de “hojas verdes que brotan”. El motivo de la fanfarria pronto se acelera al inicio del Allegro, para describir el ímpetu rejuvenecedor del influjo primaveral.
El segundo movimiento, cuyo título fue en principio “Atardecer”, es una de esas inspiradas páginas schumannianas cargadas de lirismo, de melodías serenas, pero aún sin tragedia en esta etapa feliz de su vida. El tercero (“Alegres compañeros de juegos” en su denominación primera) es un scherzo en modo menor, pero con dos tríos cargados del espíritu alegre de las danzas campesina (siempre en la forma idealizada de aquellos que van al campo de recreo y no a trabajar, claro está). El último (“Primavera en floración”) nos trae ecos de la Kreisleriana del propio autor, junto a himnos al triunfo de la primavera y sones de despedida de la estación.
Al contrario que Schumann, Beethoven no se encontraba en el mejor momento cuando comenzó a escribir su Concierto para piano n.º 5. Sus actuaciones como intérprete habían cesado debido a su creciente sordera, con el consiguiente menoscabo para sus ingresos. Un desagradable malentendido con la condesa Erdödy, una de sus mecenas y en ese momento también su casera, produjo que Beethoven abandonara abruptamente su confortable alojamiento para trasladarse a otro más precario pegado a un burdel. Uno de los esbozos de su Concierto n.º 5 contiene un airado desquite del autor contra la condesa. Las cosas, sin embargo, parecieron darle un respiro cuando el archiduque Rodolfo, hermano del emperador, junto a otros nobles de la ciudad firmaron un acuerdo para asegurar una anualidad que retuviera a Beethoven en Viena. Seguridad financiera implicaba libertad creativa y eso era algo que ansiaba Beethoven por encima de cualquier otra cosa. Sin embargo, la turbulenta situación en Europa, inmersa en las guerras napoleónicas, dio al traste con la asignación que Beethoven iba a recibir. En mayo de 1809 las tropas francesas bombardearon Viena. Beethoven tuvo que refugiarse en el sótano de su hermano. En medio de este panorama desolador, Beethoven parece desquitarse a través de su música con una de sus obras más heroicas de su período heroico, en la que Alfred Brendel vio «una visión grandiosa y radiante, una noble visión de la libertad».
El comienzo del Concierto ya es abrumador: una intervención apabullante del solista con carácter de improvisación: la presentación del héroe. Luego la exposición de la orquesta presenta los temas principales que más tarde se elaborarán bajo distintas luces, como personajes de una novela que transitasen por peripecias vitales y emocionales dispares. Sones majestuosos, ritmos apuntillados, referencias militares y vigorosos cantos triunfales jalonan este movimiento. Un carácter que no hace difícil entender la justificación de un sobrenombre, Emperador, cuyo origen, sin embargo, es aún discutido. El segundo movimiento supone un interludio de mansedumbre y lirismo tras las turbulencias del primero y el triunfo final del rondó, que irrumpe desde un glorioso trazo ascendente. Tormento y triunfo (como en el subtítulo de la extensa biografía escrita por Jan Swafford) se dan cita de forma simultánea en este episodio de la vida de Beethoven. Pasiones contrapuestas para dar comienzo a una temporada con ambición de permanencia en su memoria. Que tengan ustedes una feliz Conmoción.
© Santiago Pavón
Violinista de la Orquesta de Extremadura y Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración. Es divulgador y presenta las charlas previas a los conciertos de la temporada de la Orquesta de Extremadura.
Interpretaciones anteriores
La Orquesta de Extremadura interpretó por primera vez la Sinfonía n.º 1 de Schumann el 27 de febrero de 2004 en el Gran Teatro de Cáceres, dirigida por Lior Shambadal. La interpretación más reciente es del 30 de abril de 2021 en el Palacio de Congresos de Cáceres, con Álvaro Albiach.
En cuanto al Concierto para piano n.º 5 de Beethoven, el bautismo para la OEX fue el 19 de enero de 2007 en el Palacio de Congresos de Cáceres, con Jesús Amigo y el solista Javier Perianes. La última vez la interpretó el 21 de marzo de 2014 en el Gran Teatro de Cáceres, con Álvaro Albiach y la pianista Tamar Beraia.
Juan Floristán
Ganador del Primer Premio y del Premio del Público en el Concurso de Piano de Tel Aviv “Arthur Rubinstein” 2021, del Primer Premio y del Premio del Público en el Concurso de Piano de Santander “Paloma O’Shea” 2015, del Primer Premio en el Concurso Steinway de Berlín 2015 y de la Medalla de la Ciudad de Sevilla, Juan Floristán es con solo 28 años un referente entre las nuevas generaciones de músicos españoles y europeos.
Incansable y joven pianista, en poco tiempo ha debutado en algunas de las principales salas del mundo, como el Royal Albert Hall (junto a la BBC Philharmonic Orchestra en el festival de los Proms), el Wigmore Hall, la Herkulessaal de Munich, la Tonhalle de Zürich, la Filarmonía de San Petersburgo, el Béla Bartók Hall de Budapest, el Teatro La Fenice de Venecia, la Laeiszhalle de Hamburgo, Schloss Elmau, el Auditorio Nacional de Madrid, el Palau de la Música de Barcelona, l’Auditori de Barcelona, el Charles Bronfman Auditorium de Tel Aviv… También ha actuado en festivales como el Ruhr Klavier Festival, el Festival de Verbier, el Festival Sommets-Musicaux de Gstaad (Suiza), el Festival de Santander, el Festival de Granada, el Festival Beethoven de Varsovia…
Con un repertorio que incluye más de 30 conciertos para piano y orquesta y que abarca desde Mozart hasta Crumb, es un invitado asiduo en las temporadas de orquestas como la Orquesta de la RTVE, la Orquesta Nacional de España, la Filarmónica de San Petersburgo, la BBC Philharmonic Orchestra, La Orquesta Filarmónica de Israel, la Camerata de Jerusalén, la Orquesta Sinfónica de Monterey (EEUU), la Orquesta Sinfónica de Malmö, la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, la Orquesta de Barcelona, la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León…
La lista de directores con los que ha colaborado incluye a Jesús López Cobos, Juanjo Mena, Pablo González, Ben Gernon, Marc Soustrot, Leopold Hager, Lorenzo Viotti, Josep Vicent o Pedro Halffter.
Una parte importante de su actividad está dedicada a los recitales y la música de cámara. Funda el Trio Vibrart, junto al violinista Miguel Colom y al violonchelo, Fernando Arias y ha colaborado con el cuarteto Casals, el Fine Arts Quartet, o solistas de la talla de Dietrich Henschel, Kian Soltani, Andrei Ionita, o Pablo Ferrández.
Sus proyectos discográficos incluyen un CD con la BBC Concert Orchestra de Londres, un CD a solo para Naxos (con obras de Liszt, Schumann y Beethoven) y dos CDs con obras de cámara de Schubert, Shostakovich y Brahms. Sin embargo, el debut discográfico de Juan Pérez Floristán se remonta ya a 2012, cuando publicó su primer CD, una grabación en vivo de su concierto debut en el prestigioso Ruhr Klavier Festival de Alemania. El lanzamiento de su nuevo CD «AlgoRitmo» está obteniendo una enorme repercusión mediática, recibiendo continuos elogios en las revistas especializadas.
Debe su formación fundamentalmente a su madre (María Floristán), a Galina Eguiazarova y a Eldar Nebolsin. También ha recibido consejos y clases de figuras internacionales como Luca Chiantore, Eberhardt Feltz, Claudio Martínez Mehner, Daniel Barenboim, Ferenc Rados, Menahem Pressler, Nelson Goerner, Stephen Kovacevich… Aun así, mención aparte en su formación merece Elisabeth Leonskaja, que, desde que le conociera, demostró no solo ser una artista excepcional, sino también una persona comprometida con las nuevas generaciones de pianistas de forma entregada y totalmente desinteresada, pues ha significado una ayuda inestimable tanto en su carrera como en su desarrollo personal y artístico.
Sus giras le han llevado por Europa y América habiendo actuado ya en España, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Suiza, Austria, Polonia, Suecia, Estados Unidos, México, Argentina, Chile, Colombia, Perú, Israel, Emiratos Árabes Unidos…
Es desde el año 2020 profesor de piano en la Fundación Barenboim de Sevilla, y desde 2021 profesor de Ritmo Aplicado a la Interpretación en la escuela actoral “La Colmena” de Sevilla.
En 2020 pasa a formar parte del equipo del programa “La Ventana” de La Ser con Carles Francino como colaborador.
Desde 2021 es Artista Oficial Yamaha.
Andrés Salado
Andrés Salado es director titular y artístico de la Orquesta de Extremadura.