Comienza la Conmoción
Adquirir una entrada. Sentarse un rato largo ante un grupo de personas que hacen cosas rudimentarias: friccionar cuerdas, soplar tubos, golpear objetos. Actos banales en principio, pero que implican someterse a una vivencia de amplitud vasta. Una experiencia fértil de la que emergen emociones ricas, a veces contrapuestas. Porque una obra sinfónica debe abarcarlo todo. Quien escribe una sinfonía construye un mundo, según la concepción mahleriana. Y el mundo engloba lo sublime y lo hermoso, pero también lo desconcertante y lo sobrecogedor, aquello que te sacude hasta la conmoción. Pasiones de cualidades distintas, encontradas, tendrán un papel central en esta nueva temporada de la Orquesta de Extremadura.
Pero Conmoción no sólo apela a la cualidad. El grado importa. Nos lo dicen quienes estudian el cerebro: aquello que produce un impacto emocional intenso se graba en nuestra memoria con vigor, como un golpe de cincel en el mármol. Es un rasgo de nuestra humanidad. Quizás por eso resulte tan turbador el monólogo postrero del replicante interpretado por Rutger Hauer en Blade Runner, en el que expresa ese temor tan humano al olvido que llega tras de la muerte. Quienes habitamos este vertiginoso siglo XXI no somos androides sino seres humanos genuinos y, pese a ello, parecemos condenados a un olvido recurrente que llega antes de la muerte. Todo parece estar sometido a un corto periodo de caducidad programada. ¿Acaso hemos perdido la capacidad de conmovernos por esas emociones que cincelan? Esta Conmoción que les presentamos pretende actuar como pequeño antídoto frente a esta enfermedad contemporánea. Porque, por mucho que se acelere el mundo hasta el punto de que lo ocurrido hace dos semanas nos resulte ya pasado remoto, no nos resignamos a que nuestros recuerdos se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia. No esperamos que retengan cada nota, ni siquiera cada pieza del repertorio. Pero trabajamos para que la impresión causada por cada una de ellas posea la intensidad necesaria para perdurar en sus cuerpos como los surcos en el mármol.
Notas al programa
Les presentamos un programa cargado de líneas de conexión que, como hilos de un tapiz, entretejen lo popular y lo sinfónico y vinculan personas de lugares y culturas distantes. Tiremos de alguna de las hebras. En primer término, nos acercamos a la figura del colombiano Jorge Pinzón, músico de sólida formación que, sin embargo, otorga una importancia central en su trabajo a impulsos instintivos cercanos a la improvisación. “Intuición controlada”, lo ha llamado él mismo. La OEX interpretará su Reflejo Sinfónico, título luminoso y paradójico, teniendo en cuenta que su autor confiesa que una parte de su proceso compositivo lo realiza a oscuras frente al piano. La obra, compuesta en el año 2001 resultó vencedora en el III Concurso de Compositores Colombianos y pronto se convirtió en una de las piezas más interpretadas de Pinzón. Reflejo Sinfónico bebe de ese “modernismo tradicional” del que Pinzón se impregnó en sus años en Rusia e incluye un compendio de elementos compositivos del siglo XX como la yuxtaposición de aspectos atonales y modales. Resaltan desde una primera escucha melodías de aroma shostakoviano y un hábil empleo de los colores orquestales, propio de quien estudió con maestros cuya estirpe se remonta al mismísimo Rimski-Kórsakov.
Pues bien, sigamos el trazado de algunos de los lazos de conexión en este concierto: Pinzón realizó buena parte de su formación en el Conservatorio de Moscú donde, en distintas épocas, impartieron clases los otros dos autores que completan el programa y que, no en vano, exhibe orgulloso el nombre de uno de ellos. Pero hay más hilos en este intrincado tapiz. Poco tiempo después de escribir Reflejo Sinfónico, Jorge Pinzón conoció a un niño de excepcional talento que, por su corta edad, había sido rechazado en varios conservatorios. Durante unos años participó en su instrucción en aspectos relacionados con la teoría musical y el entrenamiento auditivo. Pasó el tiempo y el niño se convirtió en un reputado solista para el que Pinzón escribiría su Rapsodia a los cuatro elementos para violonchelo y orquesta de cuerdas. Aquel niño se llamaba Santiago Cañón-Valencia y esta semana será el encargado de enfrentarse al Concierto para violonchelo n.º 1 de Dmitri Shostakóvich junto a la Orquesta de Extremadura.
El periodo conocido como la desestalinización supuso en cierto modo la rehabilitación de Shostakóvich como artista. Durante aquellos años fue ganando influencia, recibió numerosos encargos y sus obras fueron profusamente interpretadas por toda la Unión Soviética. En 1958 recibió el Premio Lenin y un par de años más tarde acabó siendo elegido secretario general de la Unión de Compositores Rusos. De esta época data su Concierto para violonchelo n.º 1, en la estela de la Sinfonía Concertante de Prokófiev. La obra está dedicada a Mstislav Rostropóvich quien, unos años antes, había recibido consejo de la primera esposa del compositor: si algún día quería que Shostakóvich escribiera una obra para él, nunca debía mencionárselo. Durante largo tiempo cumplió la recomendación con dificultad, hasta que en el verano de 1959 recibió la feliz noticia. El 2 de agosto le llegó la partitura. Y el día 6 del mismo mes ya iba de camino a la dacha del compositor en Komarovo, a pocos kilómetros de Leningrado, junto a Alexander Dedyukhin, su pianista acompañante. Para enorme sorpresa de Shostakóvich, Rostropóvich no sólo dominaba la partitura técnicamente, sino que la había memorizado por completo en tan solo cuatro días. Los estrenos de la obra no se hicieron esperar. El gran éxito recibido contribuyó a que en noviembre fuera estrenada también en EE. UU. con la Orquesta Filarmónica de Filadelfia bajo la dirección de Eugene Ormandy, en presencia del compositor. El primer movimiento del concierto es una marcha jocosa. Un críptico motivo de cuatro notas, que Shostakóvich ya había utilizado en la banda sonora de la película La Joven Guardia, atraviesa obsesivamente todo el movimiento. El humorismo cáustico del gran compositor soviético tiene aquí un ejemplo palmario. El segundo movimiento, Moderato, se caracteriza por quietas líneas elegiacas tan del gusto del autor, como la cantinela solitaria de un individuo en medio de la estepa. La Cadencia, que excede con mucho la mera exhibición virtuosa, adquiere la categoría de movimiento con entidad propia. El chelo solo transita desde la calma meditativa hasta el grito frenético en una ruta que nos recuerda inevitablemente a la cadencia del Concierto n. º 1 para violín. La Cadencia enlaza con el burlesco último movimiento, que incluye una cita deformada de Suliko, conocida por ser la canción favorita de Stalin.
La Sinfonía n. º 2 de Chaikovski ocupará la segunda parte del concierto. Chaikovski la completó durante su estancia en Kámianka, a pocos kilómetros de Kiev, donde residía la familia de su hermana. El conocido crítico y profesor Nikolái Kashkin la bautizó como Pequeña Rusia, que es como se denominaba a Ucrania, porque contiene temas del folclore de la zona. Chaikovski siempre tuvo fama de ser un músico cosmopolita con un ojo siempre puesto en la tradición centroeuropea, por lo que esta obra fue asumida por estudiosos y críticos como una suerte de desviación nacionalista. No en vano, causó entusiasmo entre El Grupo de los Cinco. La obra, que en principio pareció satisfacer a su autor en 1872, recibió una severa reforma ocho años más tarde. El protagonismo del primer movimiento lo obtiene la melodía con la que la trompa comienza en soledad. Muchos ven en ella una referencia a una tonada tradicional sobre el Volga, aunque hay quien discrepa. Richard Taruskin, que desdeña la posición de los que observan en la sinfonía un “fuerte nacionalismo”, no ve tal relación y vincula este comienzo con modelos centroeuropeos como el de la Sinfonía Grande de Schubert. El segundo movimiento, con aire sutilmente marcial, se basa en la marcha nupcial de su ópera Ondine, que nunca vio la luz. En la sección central, una referencia a la canción popular Sigue hilando, mi hilandera. Tras el scherzo de aire rústico, el Finale se basa en un tema popular ucraniano titulado La Grulla que no dejaba de tararear uno de los trabajadores de la finca en la que Chaikovski pasó aquellos días de 1872. Este movimiento suponía un desafío a los postulados de algunos respetados músicos que, como Antón Rubinstein, consideraban que las melodías extraídas del folclore no eran aptas para el intrincado desarrollo temático que requería un movimiento de una sinfonía. Chaikovski retomaba así el camino emprendido por Glinka en su Kamarinskaya llevándolo a cotas insospechadas.
Las últimas dos paradas de este apasionante recorrido siguiendo el trazado de nexos en apariencia lejanos serán los Palacios de Congresos de Mérida y Villanueva de la Serena. Por cierto, una última conexión: a los mandos de la nave estará Juan Pablo Valencia, director colombiano que ya casi acusa un deje pacense, pues ejerció varios años como director asistente de la Orquesta de Extremadura. Acomódense y disfruten del viaje.
© Santiago Pavón
Violinista de la Orquesta de Extremadura y Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración. Es divulgador y presenta las charlas previas a los conciertos de la temporada de la Orquesta de Extremadura.
Interpretaciones anteriores
La Orquesta de Extremadura interpretó por primera vez el Concierto para violonchelo n.º 1 de Shostakóvich el 6 de noviembre de 2011 en el Palacio de Congresos de Mérida, dirigía Edvard Tchivzhel y el solista fue Umberto Clerici. La interpretación más reciente data del 2 de febrero de 2018, ocurrió en el Palacio de Congresos de Cáceres dirigiendo Lucas Macías con el solista Adolfo Gutiérrez.
La Sinfonía n.º 2 «Pequeña Rusia» de Chaikovski fue interpretada por la OEX por primera vez el 1 de marzo de 2012 en el Palacio de Congresos de Badajoz, con Enrique García Asensio en el podio. La última vez fue al día siguiente, en el Gran Teatro de Cáceres.
Santiago Cañón-Valencia
El violonchelista colombiano Santiago Cañón-Valencia es un prolífico solista, compositor, artista de grabación, pintor y fotógrafo. Next Generation Artist de la BBC desde 2022, Santiago nació en Bogotá en 1995 e hizo su debut con la Orquesta Filarmónica de Bogotá a los 6 años antes de ganar la Medalla de Plata en el XVI Concurso Internacional Chaikovski de 2019, el Premio de la Fundación Starker de 2018, Tercer Premio en el Concurso Internacional Queen Elizabeth 2017, y el Primer Premio en el Concurso Internacional de Violonchelo Carlos Prieto, entre muchos otros premios.
Entre sus proyectos más destacados actualmente se incluyen su debut en el recital del Wigmore Hall; retransmisiones con la BBC Symphony Orchestra y la Ulster Orchestra; debuta con la Orquesta de Cámara Danesa y la Filarmónica de Belgrado; regresa a la Orquesta Nacional de Letonia, Orquesta RTVE y Filarmónica de Belgrado; recitales en Estados Unidos y regreso a la Sinfónica de Alabama; el Festival Mostly Cello en Corea; y un regreso a Colombia para celebrar su último disco Ascenso (2022, Sono Luminus) y actuar con la Orquesta Sinfónica Nacional. En el verano de 2024, celebrará el centenario de Janos Starker en Corea y Japón.
La carrera en solitario de Cañón-Valencia lo ha llevado por todo el mundo y ha grabado y lanzado cuatro álbumes comerciales. Estrenó Stringmaster de Carlos Izcaray con la Orquesta Sinfónica de Alabama, el Concierto para violonchelo de Jorge Pinzón en el Festival Internacional de Música de Cartagena y el Concierto para violonchelo de Gulda con la Orquesta de Cámara de Auckland, y realizó el estreno en Colombia del Concierto para violonchelo n.º 2 de Ginastera.
Cañón-Valencia ha sido patrocinado por la Beca Mayra & Edmundo Esquenazi a través de la Fundación Salvi desde 2011.
Juan Pablo Valencia
Juan Pablo Valencia ha sido de 2021 a 2024 director asistente de la Orquesta de Extremadura.