Programa 09

Temporada de conciertos

2024-2025

Face to face

Badajoz 13 marzo
Cáceres 14 marzo

Orquesta de Extremadura
Javier Comesaña
Andrés Salado

Programa

19:00 - charla preconcierto
20:00 - concierto

1.

Johannes Brahms. Concierto para violín en re mayor, op.77 (1878)

Allegro non troppo
Adagio
Allegro giocoso, ma non troppo vivace

Javier Comesaña, violín

2.

Ludwig van Beethoven. Sinfonía n.º 5 en do menor, op.67 (1804-1808)

Allegro con brio
Andante con moto
Scherzo. Allegro
Allegro

Andrés Salado, director

El motivo más conocido de la Historia de la Música: el comienzo de la Quinta de Beethoven. La maestría absoluta: tomar ese elemento sencillo, rudimentario, banal y construir a partir de él un artefacto complejo, formidable. Como MacGyver en aquella popular serie de los 80. Brahms cogerá el testigo de este método y lo llevará un paso más allá: variación progresiva, lo han llamado. Dos gigantes germanos enfrentados, a lomos de dos de sus más poderosos caballos de batalla.

Notas al programa

Rematamos el anterior programa de abono con la Cuarta Sinfonía de Johannes Brahms, su último gran legado sinfónico, el final de un periplo que había comenzado décadas atrás en los tiempos en los que afirmaba que nunca escribiría una sinfonía, intimidado por los temibles pasos del gigante que marchaba tras él. Ese gigante era Beethoven, que se erigía como referente absoluto, pero también como sombra imponente que señalaba un listón inalcanzable. A pesar de sus cautelas, Brahms acabaría convirtiéndose en otro coloso de la música occidental. En este programa les presentamos a ambos gigantes germanos enfrentados, como en un magnífico estandarte, blandiendo dos de las obras más relevantes del repertorio. 

Brahms escribió sólo cuatro sinfonías. Pero en muchas de sus obras el tratamiento orquestal posee la fuerza masiva de los más grandiosos ejemplos del género sinfónico. En su Concierto para violín, el solista se enfrenta a un ejército poderoso que emprende la carga sin contemplaciones, asumiendo un rol que excede con mucho el del simple acompañante. El mismísimo Pablo Sarasate se negó a someterse a tal coyuntura: “¿Alguien se imagina… que voy a estar de pie en el podio, violín en mano, y escuchar al oboe tocando la única melodía del adagio?” Se refería al segundo movimiento, ese “miserable adagio”, según escribió Brahms, con el que sustituyó los dos movimientos centrales que en un principio había concebido en una verdadera estructura sinfónica con scherzo y todo. Hablamos de una obra de enorme dificultad para cualquier violinista, pero que no fue concebida como una pieza de lucimiento virtuoso. A pesar de las múltiples sugerencias técnicas que aportó el insigne violinista Joseph Joachim para hacer que su escritura se acercara al lenguaje propio del violín, el caudal imparable de ideas en desarrollo que surgían de la mente de Brahms acabó desbordando cualquier noción de convencionalidad violinística. Por eso el viejo Hellmesberger dijo que se trataba de un concierto escrito “contra el violín”. 

El primer movimiento comienza con uno de esos temas esquemáticos de Brahms, una idea sencilla, poco más que un arpegio de re mayor desplegado. Al principio comedida y luego imperiosa, la orquesta presenta algunos de los materiales principales del movimiento. La primera intervención del solista, Javier Comesaña en la cita que nos ocupa, más que una entrada, es una irrupción que presenta el tema del inicio en carácter arrollador y en modo menor. La dinámica de confrontación entre orquesta y solista a veces golpea con furia y a ratos se apacigua en remansos como el del segundo tema de romántica cualidad expresiva. El espacio para la cadencia del violín suele estar ocupado en la mayoría de las versiones por la escrita por Joachim, dedicatario y encargado del estreno de la obra el día de año nuevo de 1879. Aquel día el recibimiento fue más bien frío, todo lo contrario de lo que ocurrió en Viena poco después cuando el público incluso rompió a aplaudir tras la cadencia, antes incluso de que terminara el primer movimiento. El apacible y expresivo segundo movimiento, aquél del que se quejaba Sarasate, prepara el terreno para el ardor del Allegro giocoso, de sabor húngaro, en referencia probable a los orígenes de Joachim.

Brahms llevó al extremo esa forma de componer basada en lo que Schönberg llamó la variación progresiva o variación en desarrollo. Lo comprobamos pocas semanas atrás con su Cuarta Sinfonía. Pero en eso de partir de elementos musicales primarios muy simples para construir un edificio portentoso, el precedente indiscutible fue Beethoven. Los primeros esbozos de su celebérrima Sinfonía n.º 5 datan de 1803, años antes de su conclusión. En ellos aparece el motivo del comienzo de la sinfonía, convertido en cadena de terceras descendentes (¡la misma idea del comienzo de la Sinfonía n.º 4 de Brahms!). Luego modificó la concepción inicial pero el motivo se mantuvo: cuatro golpes, un material primitivo que atravesará todo el movimiento y buena parte de la sinfonía como una presencia ineludible. Tres notas cortas y una larga que encontramos por todas partes: en la llamada de las trompas en el tercer movimiento, en los bajos de la coda final… “La llamada del destino a la puerta”, según describió años después el que fuera secretario de Beethoven, Anton Schindler. Sin embargo, no podemos saber si esta fue la intención del autor, porque se conoce que Schindler se inventó un montón de cosas en sus apuntes biográficos sobre el genio de Bonn. Con la repetición de estos cuatro golpes (sol, sol, sol, mi) en otra altura (fa, fa, fa, re), las primeras notas de la sinfonía dibujan sobre el papel una S tumbada. Este diseño aparecerá por todos los rincones de la obra. Elementos rudimentarios como ladrillos de lo sublime: eso es Beethoven en su más pura esencia.

El segundo movimiento comienza con un apacible tema de los violonchelos y violas y se estructura sobre las variaciones de dos ideas más una coda. Los trazos escondidos del motivo inicial del primer movimiento de la sinfonía se hacen a ratos evidentes, mientras los pasajes al estilo de fanfarria se convierten en premonición de lo que será el movimiento final. Pero antes de éste, un scherzo poco festivo con una referencia al cohete de Mannheim del comienzo de la 40 de Mozart y, de nuevo, los golpes del destino. El Allegro final, a entender de Jan Swafford, es una suerte de reverso luminoso del primero con el que se completa el trayecto desde la oscuridad a la luz, desde la profundidad del tormento hasta el triunfo jubiloso. La Quinta se estrenó el 22 de diciembre de 1808 en Viena en un concierto maratoniano en el que también vio la luz por primera vez, entre otras obras, la Pastoral cuyo carácter no puede ser más opuesto al de la sinfonía en do menor. Su primera interpretación pasó sin pena ni gloria por las inadecuadas condiciones en las que se llevó a cabo. Sin embargo, pronto se erigiría como una de las obras más relevantes de la historia, una de esas que abren camino hacia una nueva época a veces en medio de la incertidumbre. E.T.A. Hoffmann lo describía así un año después: “La música de Beethoven acciona la palanca que controla el horror, el miedo, el terror y el dolor y despierta el anhelo infinito que es la esencia del Romanticismo”. Y también la esencia del concierto de esta semana. Disfrútenlo, querido público.

© Santiago Pavón

Violinista de la Orquesta de Extremadura y Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración. Es divulgador y presenta las charlas previas a los conciertos de la temporada de la Orquesta de Extremadura.

Interpretaciones anteriores

La primera vez de la OEX con el Concierto para violín de Brahms fue el 11 de junio de 2004 en el Gran Teatro de Cáceres, interpretado por Nicolás Chumachenco, dirigida Jesús Amigo. La ocasión más reciente ocurrió el 30 de abril de 2021 en el Palacio de Congresos de Cáceres, por Amaury Coeytaux y Álvaro Albiach.
En cuanto a la Sinfonía n.º 5 de Beethoven, la primera vez fue el 8 de septiembre de 2003 en el Centro Cultural de la Merced, en Llerena, dirigiendo Jesús Amigo. La última, en un concierto conmemorativo del XX aniversario de la OEX, un 11 de septiembre de 2020 en la Basílica del Real Monasterio de Guadalupe, dirigiendo Álvaro Albiach.

Javier Comesaña

Definido por el Hannoversche Allgemeine Zeitung como «un músico inteligente y abierto, capaz de encontrar nuevas maneras de hacer música», Javier Comesaña es el ganador de la 6º edición del Jascha Heifetz International Competition de Vilnius, y del Prinz von Hessen- Preis otorgado por la Kronberg Academy en junio de 2021. Además, ostenta el título de Laureado del Concurso Internacional de Violín Joseph Joachim.

Se ha formado con los profesores Yuri Managadze y Sergey Teslya, y se ha graduado con el Título Superior en la Escuela de Música Reina Sofía de Madrid, bajo la supervisión del maestro italiano Marco Rizzi. Actualmente, cursa sus estudios correspondientes al Máster de Interpretación en la Hochschule für Musik Hanns Eisler Berlin, con la profesora Antje Weithaas. Además, ha asistido a clases magistrales lideradas por Mihaela Martin, Miriam Fried, Silvia Marcovici y Christoph Poppen, entre otros. En 2019 y 2021, recibe la distinción de Alumno más Sobresaliente de su cátedra de manos de S.M. la Reina Doña Sofía.

Como músico de cámara, se forma con los profesores Heime Müller y Marta Gulyás. Ha tocado en diversas formaciones en escenarios como el Auditorio Nacional de Música, el Casino de Madrid y el Teatro Real, y ha sido invitado a participar en numerosos festivales, como el Sommerliche Musiktage Hitzacker, Lucca Classica, Festival de Música Española de Cádiz, Noches en los Jardines del Real Alcázar o el Otoño Musical Soriano. En 2021, recibe el diploma como integrante del Grupo con Piano más Sobresaliente de manos de SS.MM. la Reina Doña Sofía, por su interpretación del Quinteto con piano en La Mayor D. 667 ‘La Trucha’ de Schubert.

Como solista, ha actuado bajo la dirección de maestros tan destacados como Pablo González, David Afkham, Andrew Manze o Álvaro Albiach, y junto a distintas orquestas del panorama español e internacional, como la JONDE, la OCNE, la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, la NDR Radiophilarmonie de Hannover, la Orquesta Nacional de Lituania, la Camerata Bern, la Stuttgarter Kammerorchester o la Sinfónica de Brandenburgo.

Actualmente, Javier toca un violín construido por Giovanni Battista Guadagnini, en el año 1765, perteneciente a su etapa en Parma, cedido generosamente por la Fritz Behrens Stiftung.

Andrés Salado

Andrés Salado es director titular y artístico de la Orquesta de Extremadura.

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