Notas al programa
En distintas épocas y lugares, las dinámicas de poder y hegemonía extienden su manto también sobre las manifestaciones artísticas. Son estas dinámicas las que determinan qué se considera lenguaje universal y qué un mero localismo, qué pertenece al centro y qué a la periferia. En este sentido, el musicólogo Richard Taruskin se quejaba de que la Segunda Sinfonía de Chaikovski (interpretada, por cierto, por la OEX esta misma temporada en Mérida y Villanueva) fuera considerada por los estudiosos británicos como una muestra de “alto nacionalismo ruso” por incluir referencias al folklore, al tiempo que las alusiones a la música tradicional en algunos scherzos de Brahms o Haydn nunca merecieron tal apelativo. Como si las obras de aquéllos que pertenecen a lo que se considera “el centro” ingresaran automáticamente en la categoría de arte universal y las que se producen desde otros lugares sólo pudieran alcanzar el rango de souvenires exóticos.
Robert Schumann sí que había nacido en el centro del mundo musical en el siglo XIX. Pero cuando se decidió a escribir una ópera, se dio cuenta de que se estaba adentrando en un terreno sobre el que extendía su dominio una figura imponente, un poderoso centro dentro del centro: Richard Wagner. Años después, tras la muerte de Schumann, ambos iban a ser considerados como estandartes de los dos bandos enfrentados en aquello que se llamó la guerra de los románticos. Sin embargo, a la altura de los años cuarenta del siglo XIX, uno de estos estandartes no pudo eludir la poderosa atracción de quien la historia consideraría su principal oponente estético. Schumann acababa de vivir uno de sus períodos de depresión severa y en su recuperación se fijó como objetivo componer una ópera con temática inspirada en viejas leyendas germánicas. Se decidió finalmente por el cuento medieval de Genoveva de Brabante, la historia de una mujer falsamente acusada de infidelidad. Schumann adoptó algunos de los recursos dramáticos wagnerianos, a pesar de no ser del todo compatibles con su propia naturaleza creativa, y se implicó incluso en la elaboración del libreto junto a Robert Reinick. Con un lenguaje armónico audaz y un carácter contrastante Schumann parecía reflejar la intensidad emocional de su espíritu romántico. Sin embargo, la obra apenas obtuvo unas pocas representaciones tras su estreno en Leipzig. Por su parte, la obertura, que Hanslick calificó como la mejor parte de la ópera, se cuenta en el repertorio de numerosas orquestas. Y es que la pieza no sólo establece el tono general de la ópera, sino que puede escucharse como un poema sinfónico en miniatura: un viaje desde la oscuridad hacia la luz, desde la sospecha hacia la redención.
Décadas más tarde, allá por los años setenta del mismo siglo, Brahms y Hanslick, guardianes del legado de Schumann y oficiales destacados del ejército de los antiwagnerianos, ejercían como miembros del jurado del Premio Estatal de Composición, al que concurría un autor nacido en la región de la Bohemia (permítanme la licencia, por motivos de coherencia cronológica, de escribir a continuación sobre la sinfonía de Dvořák, a pesar de aparecer en tercer lugar en el concierto de la OEX). Brahms se acabó convirtiendo en uno de los principales valedores de la música de Dvořák y recomendó a Fritz Simrock que editara sus obras. A pesar de tan eminentes apoyos y de que la fama internacional de Dvořák iba en aumento, el público y la crítica vienesa recibían con frialdad sus obras, influidos a buen seguro por el ambiente político de la época. Bohemia se encontraba entonces bajo dominio austriaco y Dvořák era considerado uno de los emblemas de las pulsiones autonomistas, a pesar de que no siempre se sentía cómodo con su plasmación política concreta que solía presentar tintes esencialistas y reaccionarios. Un crítico escribió tras el estreno de su Rapsodia Eslava número 3: “La escuela folclórica eslava no es apreciada en Viena… Una rapsodia escrita por un checo y que se proclama eslava se topará siempre con una oposición discreta…” Otras críticas vienesas partían de axiomas directamente racistas y afirmaban sin rubor que un compositor checo nunca podría medirse con los autores alemanes. En este ambiente, el estreno de su Sexta Sinfonía fue cancelado de la programación de la Orquesta Filarmónica de Viena. La obra obtuvo, no obstante, un considerable éxito en Praga y en Londres, cuyo público se encontraba alejado de las pasiones políticas de la capital austriaca. Tanto fue así que la Filarmónica de Londres encargó a Dvořák la composición de una nueva sinfonía. Muy influido por la Tercera Sinfonía de Brahms y con la intención de seguir abriéndose camino en el escenario internacional, Dvořák se afanó por adoptar un lenguaje más sobrio y “universal”, es decir, más “germánico”. Quería escribir una sinfonía “capaz de conmover al mundo”. Así lo describió en una carta a su editor en febrero de 1885: “He estado trabajando en una nueva sinfonía durante mucho, mucho tiempo; después de todo, debe ser algo que realmente valga la pena, porque no quiero que las palabras de Brahms: ‘Me imagino su sinfonía muy diferente a ésta [la No, 6 en Re]’, queden insatisfechas”.
El primer movimiento comienza de forma sombría con un tema que Dvořák imaginó durante uno de sus paseos por la estación de trenes, seguido por otra idea más apacible. En el desarrollo del movimiento, Dvořák parece tratar de deshacerse de ese sambenito que le habían adjudicado sus críticos, según el cual la elaboración de sus ideas musicales no se ajustaba a lo que dictaba el canon sinfónico. El estado de ánimo que inspiró el segundo movimiento, Poco Adagio, quedó resumido en una nota al pie de página en uno de sus esbozos: “Desde los años tristes”. El Scherzo, no exento de cierto dramatismo, nos presenta una danza en la que parecen entrecruzarse un furiant checo con un vals vienés. El último número nos devuelve al ambiente turbulento del primero antes de cerrarse con su poderosa coda. La obra se estrenó en Londres con gran éxito el 22 de abril de 1885 bajo la dirección del propio compositor. En cuanto a si Dvořák consiguió aplacar los ánimos de cierta crítica hostil, digamos que el resultado fue desigual. Al fin y al cabo, para ciertos analistas un sólido prejuicio siempre estará por delante de cualquier análisis riguroso.
En un salto temporal y geográfico, Leo Rondón nos presenta su Concierto del Mar, que interpretará él mismo como solista al cuatro venezolano, instrumento tradicional emparentado con la guitarra española. Los nombres de sus movimientos revelan de inmediato su inspiración en las costas de Venezuela: Parranda Velera, Punto de Cruces y Estribillo de los pescadores. “El merengue, la parranda, el vals y el joropo con estribillo oriental”, nos cuenta el propio autor, se dan cita en esta obra en el que la fusión entre lo tradicional y lo sinfónico se exhibe con la naturalidad que evocan los grandes ejemplos del arte de cualquier tiempo. Una muestra, en definitiva, de que en el siglo XXI lo local y lo global no son dimensiones mutuamente excluyentes. Al fin y al cabo, la gran música siempre es de algún lugar y es por sus méritos y no por su origen que adquiere eso que llamamos magnitud universal.
© Santiago Pavón
Violinista de la Orquesta de Extremadura y Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración. Es divulgador y presenta las charlas previas a los conciertos de la temporada de la Orquesta de Extremadura.
Interpretaciones anteriores
El primer antecedente de la obertura de Genoveva, de Schumann, es del 19 de diciembre de 2013 en el Palacio de Congresos de Badajoz, con Álvaro Albiach. La última, al día siguiente en el mismo programa, en el Gran Teatro de Cáceres.
En cuanto a la Sinfonía n.º 7 de Dvořák, la primera vez fue el 26 de mayo de 2005 en el Palacio de Congresos de Mérida, dirigida por Yeruham Scharovsky, la última el 29 de julio de 2018 en el Palacio de la Cultura de Herrera del Duque, dirigida por Álvaro Albiach.
Leo Rondón
Cuatrista, guitarrista, contrabajista, compositor-arreglista y productor, obtuvo en la Siembra del Cuatro 2007 el tercer puesto, el segundo puesto en 2012 a nivel nacional, así como en 2011 el segundo puesto como cuatrista en los festivales de El Silbón (Venezuela) y San Martín (Colombia).
Actualmente es cuatrista, arreglista y productor del Ávila Quartet, cuarteto de música venezolana, al igual que cuatrista con el Ensemble L’Arpeggiata, dirigido por Christina Pluhar, Alexis Cárdenas y Recoveco, Venezuelan Roots y Joropo Jam, además de su proyecto como solista Leo Rondón Project.
Ha actuado en diferentes e importantes salas de conciertos y festivales en Venezuela, Colombia, Portugal, España, Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo, Suiza, Suecia, Reino Unido, Bélgica, Holanda, Kazajistán y Marruecos, con diferentes agrupaciones y en colaboraciones con artistas como Rolando Villazón, Emiliano González Toro, Richard Galliano, Didier Lockwood, Cristóbal Soto, Ricardo Sandoval, Alexis Cárdenas, Simón Bolívar Big Band de Jazz, Omar Acosta y Roberto Koch, entre otros. Como solista ha aparecido junto a Alexis Cárdenas y Recoveco en el espectáculo El Fuego Latino organizado por la Orchestre National d’Île-de-France y bajo la batuta de la maestra Alondra de la Parra, presentando siete conciertos en la región parisina, donde destaca la importante sala de conciertos Philharmonie de Paris. El pasado junio tuvo lugar su debut en el Festival de Pentecostés de Salzburgo.
En España se ha presentado con la Real Filharmonía de Galicia, Orquesta Filarmónica de Málaga, Sinfónica de Navarra, Sinfónica de la Región de Murcia, Orquesta de Extremadura, Orquesta de Valencia, Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, Sinfónica de Castilla y León, Orquesta de Córdoba, Orquesta Ciudad de Granada, Sinfónica de Tenerife, además de Royal Liverpool Philharmonic, Arctic Philharmonic de Noruega, Swedish Chamber Orchestra, Orchestre National du Pays de la Loire, Sinfónica Nacional de Colombia, Filarmónica del Norte de Macedonia o Festival PAAX de México. Entre sus compromisos recientes y futuros se encuentran sus retornos a Extremadura, al Festival PAAX de México con Alondra de la Parra, la Sinfónica de Tenerife o la Arctic Philharmonic, y con la Duisburger Philharmoniker o la Filarmónica Báltica de Polonia.
Ha participado en el disco Cantos y Revueltas, de Pacho Flores, para Deutsche Grammophon. Leo Rondón utiliza un cuatro fabricado por Mathias Caron.
Manuel Hernández-Silva
Se graduó con Matrícula de Honor en la cátedra de los profesores R. Schwarz y G. Mark en el conservatorio superior de Viena. En el año de su diplomatura gana el Concurso Forum Junger Künstler de la Orquesta de Cámara de Viena, dirigiéndola en la Konzerthaus de Viena y en la Brucknerhaus de la ciudad de Linz.
Fue director titular y artístico de la Orquesta Filarmónica de Málaga, Sinfónica de Navarra y de la Orquesta de Córdoba, España, llevando a esta formación a grandes escenarios europeos, como la Musikverein de Viena, donde fue despedida con una gran ovación. Ha sido durante cinco temporadas director principal invitado de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela.
Ha dirigido a la Orquesta Sinfónica de Viena, WDR de Colonia, Sinfónica de Wuppertal , Reinische Philharmonie, Radio de Praga, Nord-Tchechische Philarmonie, Janacek Philharmonie, Orquesta Sinfónica de Biel, Orquesta Sinfónica de Israel, Orquesta Filarmónica de Olomouc, Sinfónica de Karlsbad, Filarmónica Nacional de Armenia, Filarmónica de Seúl, Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, Orquesta Sinfónica de Tucson, Sinfónica de Harttford, Filarmónica de Buenos Aires, Orquesta Nacional de Chile, Orquesta Sinfónica de Venezuela, Orquesta Filarmónica de Bogotá, Orquesta Sinfónica Nacional de México y Orquesta Municipal de Caracas. También es invitado habitual a la mayoría de las orquestas españolas.
Entre sus próximos compromisos destacan sus dos visitas al Teatro Colón para dirigir la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, su debut en Singapur y Breslavia, su especial relación artística con la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia o su debut con la Orquesta UFUNAM en Ciudad de México en otoño de 2024. El maestro Hernández-Silva ha desarrollado una intensa actividad docente, impartiendo cursos internacionales de dirección e interpretación, así como numerosas conferencias.