Programa 13

Temporada de conciertos

2024-2025

L’impression

Badajoz 8 mayo
Mérida 9 mayo

Orquesta de Extremadura
Guilhaume Santana
Sylvain Gasançon

Programa

19:00 - charla preconcierto
20:00 - concierto

1.

Ernest Chausson. Viviane, poema sinfónico sobre una leyenda de la Mesa Redonda, op.5 (1882) *

Pierre-Max Dubois. Concerto Ironico, para fagot y orquesta (1969) *

Amabile
Prestissimo
Aria: Andante
Allegro vivo

Guilhaume Santana, fagot

2.

Olivier Messiaen. Las ofrendas olvidadas, para orquesta (1930) *

La Cruz
El Pecado
La Eucaristía

Claude Debussy. El mar, tres bocetos sinfónicos para orquesta (1905) *

De l'aube à midi sur la mer
Jeux des vagues
Dialogue du vent et de la mer

Sylvain Gasançon, director

 

* Primera audición por la Orquesta de Extremadura

Lengua francesa de la primera a la última nota de este concierto. Pero con diferentes acentos: un Concierto Irónico y tres cuadros musicales: Merlín y la Dama del lago, una meditación sobre el pecado y tres esbozos (¿impresiones?) sobre el mar. ¡Bon voyage!.

Notas al programa

La Orquesta de Extremadura aborda un programa íntegramente compuesto por música francesa, pero a la vez rico y heterogéneo. Cuatro autores, cuatro visiones plasmadas en trabajos de estilo muy diferente conducidos por Sylvain Gasançon, y con la participación del prestigioso fagotista Guilhaume Santana.

El concierto comienza con Ernest Chausson, que escribió el poema sinfónico Viviane para su prometida siendo aún un veinteañero. El verano de 1882 llegaba a su fin y este alumno de Massenet y Cesar Frank, su más poderosa influencia, acababa de llegar de Bayreuth, donde había quedado fascinado por el estreno de Parsifal de Wagner. En tal estado comenzó a pergeñar esta obra orquestal imbuida del brumoso ambiente de las leyendas artúricas, una temática que le apasionaba hasta el punto de dedicarle, años después, su ópera El Rey Arturo. El hada Viviane, la célebre Dama del Lago, y su idilio con Merlín centran el argumento de esta obra que el propio Chausson escribió en la partitura:

“Viviane y Merlín en el bosque de Brocéliande. Escena de amor.
Suena la trompeta. Los enviados del Rey Arturo recorren el bosque en busca del Encantador.
Merlín recuerda su misión; quiere huir y escapar de los brazos de Viviane.
Escena del encantamiento. Para conservarlo, Viviane pone a Merlín a dormir y lo rodea de espinos en flor.”

A continuación, nos acercamos a la obra de Pierre-Max Dubois, compositor prolífico nacido en 1930, alumno de Milhaud y cercano al grupo de Les six que obstante logró mantener una notable individualidad creativa. Ganador del prestigioso Premio de Roma en 1955, Dubois posee una interesante literatura para instrumentos de viento. En 1969 dedicó su Concerto Ironico a Maurice Allard, digno representante de la vigorosa escuela francesa de fagot en el Conservatorio de Paris. Cargada de humorismo y espíritu virtuoso, la obra se despliega en cuatro movimientos, en lugar de los tres habituales. El primer número, Amabile, de líneas sinuosas y armonía cromática cede paso al vertiginoso segundo movimiento, Prestissimo, caracterizado por impredecibles cambios de compás y escrito en forma ternaria con un recitativo lento intercalado. En el tercero, el fagot dibuja variaciones melódicas sobre un bajo caminante de los contrabajos y una estructura de acordes que se replica una y otra vez, como en las viejas passacaglias. El Allegro vivo final nos recuerda al militarismo grotesco de Shostakóvich en la particular visión de Dubois.

La segunda parte del concierto se abre con Oliver Messiaen, un músico de carácter irrepetible, heredero de una rica tradición recibida de su maestro Paul Dukas y a la vez un hijo inquieto de un siglo XX convulso y violento. Rondaba los diez años cuando uno de sus profesores le regaló la partitura de Pelléas et Mélisande de Debussy. Aquella obra causó tal impresión en su mente infantil que en ese momento decidió dedicar su vida a la música. Comenzó entonces una carrera brillante a lo largo de la cual recibió influencias dispares y sorprendentes: la percusión indonesia del gamelán, la escritura para órgano, instrumento del que se enamoró gracias a Marcel Dupré, las estructuras rítmicas hindúes o los cantos de los pájaros, muchos de los cuales transcribió y empleó en sus obras. Tenía veintidós años y acababa de graduarse en el Conservatorio de París cuando estrenó Les Offrandes Oubliées, obra de profunda inspiración religiosa en la que ya se vislumbraban algunas de las líneas maestras de lo que sería su lenguaje característico. El propio autor escribió unas notas sobre la obra en las que revelaba su intención mística. En el primer movimiento, La Cruz, según nos dice, escuchamos el “lamento de las cuerdas, cuyos penosos ‘neumes’ dividen la melodía en grupos de duración desigual, cortados por largos lamentos malvas y grises”. Nótense, por cierto, las referencias visuales que nos indican la aproximación sinestésica de Messiaen hacia su propia música. El segundo número, El Pecado, se presenta como una suerte de “carrera hacia el abismo a una velocidad casi mecanizada”, jalonada por fuertes acentos, “el silbido de los armónicos en glissando y los incisivos llamados de las trompetas”. En el último, La Eucaristía, una “larga y lenta frase de los violines se eleva sobre un manto de acordes en pianissimo, con rojos, dorados, azules (como una vidriera lejana), a la luz de acordes solistas apagados.” El tríptico se cierra al servicio de una concepción formal que, diríamos, responde más a criterios teológicos que puramente musicales: El Pecado, concebido aquí como “el olvido de Dios” aparece custodiado por los movimientos extremos: La Cruz y la Eucaristía, como genuinas ofrendas divinas.

Varias décadas antes, Claude Debussy comenzaba a escribir La mer (El mar) con la firme intención de dar un paso adelante en su lenguaje, dejando atrás el que había empleado en Pelléas et Mélisande. Para tal objetivo se embarcó en la composición de un impresionante fresco sinfónico sobre el mar, inspiración de tantas obras en la historia y metáfora de tantas cosas, con el que siempre había experimentado una relación íntima y contradictoria. “El mar me fascina hasta el punto de que llega a paralizar mis facultades creativas. Es más, nunca he sido capaz de escribir una página de música bajo la impresión directa e inmediata de esa gran esfinge azul”, llegó a decir. Por eso comenzó a esbozar La Mer lejos del mar, en las montañas de Borgoña, donde sus “innumerables recuerdos” del “gigante salado” cobraban más valor que “una realidad cuyo encanto generalmente pesa demasiado”.

De hecho, aunque a ratos nos evoque el golpear de las olas o el discurrir del viento, la obra no es exactamente una descripción del mar a través de pasajes “onomatopéyicos” tan recurrentes en otros autores. Tampoco evoca el alma del compositor, como dirá Marcel Dietschy, sino que constituye más bien una respuesta a “la fundamental inmensidad del mar, el cielo y el viento”, una reacción a “su poder” y a “la íntima relación del agua, el aire y el espacio, en un caos a la vez misterioso, poético y visionario: olas amenazantes, el cielo negro, el viento que arrecia con furia”. El propio Debussy describía su proceso creativo como “un mundo de imaginación que se pone en movimiento por algo sugerido por mi entorno íntimo”, una búsqueda en lo más “recóndito de mí mismo”. No es tanto el mar como la impresión que genera. Tal y como dijo el gran pianista ruso S. Richter mirando el mar, no tendrás sensaciones tan fuertes como escuchando La mer”. Se podría decir que todo esto se asemeja bastante a una visión impresionista, por cierto, pese a que Debussy renegaba de tal denominación. Incluso una descripción más o menos aséptica de la pieza que nos ocupa remite al tratamiento del color y la luz que acostumbraban a usar los pintores franceses de esta corriente. En La mer, como en los cuadros de Monet, las formas se desdibujan, tanto si observamos desde una perspectiva panorámica como si descendemos a un escrutinio más detallado. En el nivel macro se nos presenta una forma abierta, que diría Jean Barraqué, en la que el “devenir sonoro” configura “un proceso de desarrollo en el que las nociones mismas de exposición y desarrollo coexisten en un estallido ininterrumpido». El esquema clásico queda pues deconstruido, motivo por el cual la obra no se denominó “sinfonía”, sino “tres esbozos sinfónicos”. En el plano de los detalles, las melodías, lejos de presentarse definidas en sus contornos, emulan rápidas pinceladas sobre el lienzo que aparecen y se diluyen como estelas en la mar, que diría nuestro poeta. Así ocurre desde el comienzo del primer movimiento que nos lleva desde el alba al mediodía sobre el mar con ambientes pentatónicos y sonoridades difuminadas como grandes manchas de luz. La exquisita orquestación funciona aquí como un correlato del uso del color puro de los pintores con el apoyo de la armonía, que deja de ser empleada como elemento de jerarquía entre acordes y secciones en base a dinámicas de tensión y distensión. El segundo movimiento, Jeux des vagues (Juegos de olas), adquiere la función de un scherzo con diseños que, como las olas, fluyen, se desvanecen y golpean para desaparecer. En la mente de Debussy tal vez se encontraba la imagen que aparecía en la primera edición de su partitura, La gran ola de Kanagawa de Hokusai, el artista japonés cuyas láminas causaban sensación en Francia. El último movimiento emula el diálogo entre el viento y el mar con remembranzas de materiales del primer movimiento en un ambiente de asombro y, a ratos, espanto. Todo ello justo antes de culminar la obra y este gran concierto de acento francés con una majestuosa turbulencia.

La gran ola de Kanagawa
La gran ola de Kanagawa, de Katsushika Hokusai.

© Santiago Pavón

Violinista de la Orquesta de Extremadura y Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración. Es divulgador y presenta las charlas previas a los conciertos de la temporada de la Orquesta de Extremadura.

Guilhaume Santana

Nacido en Toulouse, Francia, Guilhaume Santana fue galardonado con un diploma de violín en el conservatorio de esa misma ciudad antes de dedicarse exclusivamente al fagot. El músico franco-chileno estudió con los maestros Dag Jensen (Hannover) y Stefan Schweigert (Academia Karajan de Berlín).

Recibió el Premio Mendelssohn-Bartholdy en Berlín y el primer premio en el Concurso Europeo de Wattrelos para Jóvenes Solistas.

Guilhaume Santana es solista de fagot de la prestigiosa Orquesta del Festival de Lucerna y de la Mahler Chamber Orchestra.

Ocupó el mismo puesto en la Deutsche Radio Philharmonie de Saarbrücken y la Orchestra Mozart, fundada por Claudio Abbado, y es invitado regular de las principales orquestas: Filarmónica de Berlín, Royal Concertgebouw Amsterdam, Bayerische Rundfunk Sinfonieorchester, Chamber Orchestra of Europe, tocando bajo la batuta de Sir Simon Rattle, Daniel Barenboim, Christian Thielemann, Riccardo Chailly, Pierre Boulez, Zubin Mehta…

Como solista interpreta el repertorio más variado de su instrumento tan bien como sus propios arreglos, con la Mahler Chamber Orchestra, Orquesta Sinfónica de Múnich, Sinfonia Varsovia, Filarmónica de Gran Canaria, Radio de Budapest, Orchestre National de Metz, Östgöta Blåsarsymfoniker, Orquesta de Cámara de Lituania, Orquesta do Paraná, Kurpfälzisches Kammerorchester Mannheim, Deutsche Radio Philharmonie y la Orchestra Mozart, bajo la batuta de los Maestros Claudio Abbado, Daniele Gatti, Gustavo Gimeno, Karel-Marc Chichon, Mirga Grazinyte-Tyla. Destaca la colaboración con Claudio Abbado, quien tuvo una profunda influencia en la carrera y la musicalidad del fagotista (grabaciones para el sello Deutsche Grammophon: Concierto para fagot y orquesta de W.A. Mozart, Sinfonías Concertantes de Mozart y Haydn).

Durante el año 2024, Guilhaume Santana se estrenó como director con orquestas en Japón (HPAC Orchestra) y con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. 

Sus actividades de música de cámara lo llevan al Kammermusiksaal de la Filarmónica de Berlín, Zankel Hall del Carnegie Hall de Nueva York o Concertgebouw Amsterdam, colaborando con Emmanuel Ax, Till Fellner, Tabea Zimmermann, Giuliano Carmignola, Albrecht Mayer, los Berliner Barocksolisten o Sabine Meyer y su Ensemble de Vientos. Guilhaume Santana es actualmente profesor de fagot y música de cámara en la Universidad de Música de Saarbrücken. Actividades docentes anteriores en la Escuela Superior de Música de Cataluña, Conservatorio de Música de Shanghai, Polo Superior del Conservatorio de Estrasburgo y Hochschule für Musik Freiburg. Imparte regularmente clases magistrales en Europa, Asia y América.

Sylvain Gasançon

Es director titular de la orquesta de la OFUNAM en la Ciudad de México desde 2023. Ganador del 1º Premio Internacional de Dirección Orquesta Eduardo Mata y del 2º en el Premio Internacional de Dirección Jorma Panula International, en Finlandia, Gasançon emerge como uno de los más destacados directores de la nueva generación en la escena internacional.

Ha dirigido orquestas de prestigio, incluyendo la Orquesta del Estado de San Petersburgo, la Orquesta de la Ciudad de Vaasa, la Orquesta de Bretaña la Orquesta del Festival de Sofía, la Orquesta Filarmónica de Hong Kong, la Orquesta de Cámara de Lausana, la Orquesta Sinfónica del Teatro São Carlo,  la Orquesta Metropolitana de Lisboa, la Orquesta Nacional de Lorraine, la Orquesta de la Región de Murcia, la Filarmónica de Buenos Aires, la Orquesta Estable del Teatro Colón, la Sinfónica Nacional de Buenos Aires, la Orquesta del Estado de Sâo Paulo (OSESP), la Sinfónica Nacional de Colombia, la Filarmónica de Bogotá, la Sinfónica Nacional de México, la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, la Orquesta de Minería y el Ballet Nacional de México, entre otras.

En esta temporada hace su debut con la Orquesta Filarmónica de Málaga, la Orquesta de Extremadura y la Orquesta de Valencia, regresa a la Orquesta de la Región de Murcia y al Teatro Colón de Buenos Aires, además de mantener una comprometida temporada con la OFUNAM.

Invitado regular de la Orquesta Estable del Teatro Colón, abrió con enorme éxito la temporada con un programa de Stravinsky que incluyó Pájaro de Fuego, La Consagración de la Primevera y Petrushka.

Gasançon ha colaborado con solistas de la talla de Marta Argerich en el Festival Marta Argerich, en el Teatro Colón en el 2023, con Peter Donohoe, Dame Evelyn Glennie, Lara St. John, Rachel Barton Pine, Simone Lamsma, Leonard Elschenbroich, Nicolas Dautricourt, Benedetto Lupo, Lucas Macías Navarro y Gwyneth Wentink.

Nacido en Metz, Francia, comenzó a estudiar música a los cinco años. Dio sus primeros conciertos de violín a muy temprana edad y estudió en el Conservatorio de Bruselas con el Profesor Endre Kleve. Se graduó en el Conservatorio Nacional Superior de Música de París, y obtuvo una maestría en musicología en la Universidad de París. En la actualidad, continúa investigando estudios de género y literatura en un instituto de investigación especializado, en París.

Programa 13

Temporada de conciertos

2024-2025

Chausson. Viviane
Pierre-Max Dubois. Concerto Ironico
Messiaen. Las ofrendas olvidadas
Debussy. El mar

L’impression

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