Programa 02

Temporada de conciertos

2025-2026

Danzas sobre la nieve

Badajoz 9 octubre
Cáceres 10 octubre *

Orquesta de Extremadura
Alevtina Ioffe

Entradas Badajoz

Entradas Cáceres *

* En el Gran Teatro de Cáceres, fuera de abono

Programa

19:00 - charla preconcierto
20:00 - concierto

1.

Aleksandr Borodín. El príncipe Ígor, obertura (1869)

Ígor Stravinski. Danzas concertantes (1941-1942)

Marcha-Introducción
Sin acción
Tema variado
Marcha-Conclusión

2.

Piotr Ilich Chaikovski. Sinfonía n.º 1 en sol menor, op.13, «Sueños de invierno» (1866)

Sueños de un viaje de invierno (Allegro tranquillo)
Tierra de desolación, tierra de nieblas (Adagio cantabile ma non tanto)
Scherzo (Allegro scherzando giocoso)
Finale (Andante lúgubre – Allegro maestoso)

Alevtina Ioffe, directora

Tres compatriotas y tres maneras distintas de sentir la danza: Borodín, en una obertura de energía y paisajes ancestrales; Stravinski, un ruso en América, en un alarde de precisión e impulso neoclásico; y un joven Chaikovski que sueña el invierno pero añora “el verano como quien espera la tierra prometida”. Imágenes dispares a través del prisma versátil de Alevtina Ioffe en su debut a los mandos de la OEX.

Notas al programa

En el amanecer de la humanidad la danza y la música eran una misma cosa. Cuando aún no se había inventado eso del dualismo mente-cuerpo, nadie pensó jamás que pudiera separarse el ritmo del movimiento, la pulsión emocional de su expresión física. Desde aquellos tiempos ancestrales la danza ha actuado como rito colectivo, como arte escénico y, más tarde, como memoria del cuerpo en aquellas partituras pensadas para ser piezas de concierto. El programa de esta noche, bajo la dirección de Alevtina Ioffe, recorre esas huellas de la danza en tres formas diferentes: la épica rusa de Borodín, las geometrías de la danza reinventada por Stravinski y los primeros pasos sinfónicos de Chaikovski. Tres improntas distintas sobre un mismo paisaje.  

Aleksandr Borodín. El príncipe Ígor, obertura (1869–1887) 

Aleksandr Borodín era un químico brillante. Su amigo Rimski-Kórsakov lo visitaba a menudo en su laboratorio plagado de probetas para animarle a cultivar con mayor intensidad su faceta como compositor. “Estás perdiendo el tiempo echando agua por un colador”, le decía. Allá por 1869, animado por el crítico Vladímir Stásov, se embarcó en la composición de la ópera El príncipe Ígor, ambientada en la época de las invasiones de los polovtsianos en la Rusia medieval. Trabajó en ella en las horas robadas al sueño, con largas temporadas de abandono, durante 18 años. La muerte lo asaltó antes de completarla. La obertura fue reconstruida por Alexander Glazunov a partir de fragmentos inconexos extraídos de los papeles de su colega y de lo que pudo recordar de habérsela escuchado al piano en vida. Aquí está ya todo el imaginario del nacionalismo ruso: melodías con aroma a canto popular, giros orientalizantes en representación de las tropas cumanas (pólovtsy) y un pulso heroico que resuena como una crónica musical. Es una página que abre la velada como un telón levantado sobre la vastedad de la estepa. 

Ígor Stravinski. Danzas concertantes (1941–1942) 

En 1940 Stravinski se encontraba en Estados Unidos impartiendo un ciclo de conferencias cuando llegaron las noticias de los carros de la Wehrmacht desfilando por París, donde el compositor había residido durante años. Se estableció en Los Ángeles donde quiso probar suerte con el cine. “Es posible que Estados Unidos vea aún a Mickey Mouse liberando a la princesa en el Pájaro de fuego”, publicó un periódico ese mismo año. Pero los tiempos de la industria cinematográfica y las exigencias de las productoras no casaban bien con las necesidades de autonomía creativa del genio ruso. Por lo que, paradójicamente, tras su llegada a EE. UU. la mayoría de sus primeras obras respondieron al formato sinfónico. El autor que había revolucionado el ballet años atrás con la Consagración de la primavera, cargada de pulsión primitiva y ritual, escribía ahora sus Danzas concertantes, un esqueleto coreográfico reducido a cinco secciones para orquesta de cámara diseñadas para una interpretación de concierto (aunque no pasó mucho tiempo antes de que Balanchine viera en ellas el andamiaje perfecto para la representación escénica). La danza se convierte en geometría sonora, una coreografía para el oído sustentada en el contraste tímbrico y un pulso rítmico siempre irregular y sorprendente.  

En su estreno, el público se encontró con una obra “seca, clara, cortante”, lejos de los perfumes románticos de la tradición rusa. Hoy percibimos que ese despojamiento es lo que hace brillar la pieza: música de líneas nítidas que aún palpita con el recuerdo del cuerpo en movimiento. 

Piotr Ilich Chaikovski. Sinfonía n.º 1 en sol menor, op.13 «Sueños de invierno» (1866) 

Chaikovski había sentido el impulso de escribir una gran obra sinfónica desde sus tiempos de recién graduado en la Escuela de Jurisprudencia: “De vez en cuando me ponía a estudiar una sinfonía de Beethoven. ¡Qué extraño! Esta música me hacía sentir triste en cada ocasión y me convertía en una persona infeliz durante semanas. A partir de entonces, me invadió un deseo ardiente de escribir una sinfonía, deseo que se renovaba cada vez que entraba en contacto con la música de Beethoven. Sin embargo, sentía con demasiada intensidad mi ignorancia y me desesperaba la idea de ser incapaz de llegar a dominar la técnica de la composición”. Se puso finalmente a la tarea allá por marzo de 1866, siendo ya profesor recién nombrado en el Conservatorio de Moscú. La inseguridad y el exceso de trabajo lo atenazaban: “Duermo fatal. (…) Mis nervios están de nuevo destrozados. (…) En general, odio a la especie humana y me retiraría de buena gana al desierto, acompañado únicamente de un pequeño séquito”. En el interminable frío moscovita, el joven Chaikovski anduvo cerca del desaliento: “…el pensamiento, que me persigue constantemente, de que pronto moriré sin haber tenido tiempo de completar con éxito mi sinfonía; en resumen, espero el verano como quien espera la tierra prometida”. Durante su retiro estival, recuperó un ritmo de trabajo más estable. Por las noches, solía interpretar al piano una reducción de la Italiana de Mendelssohn. Su influjo se puede rastrear en esta Sinfonía nº 1. A finales de agosto les mostró sus progresos a Anton Rubinstein y Nikolai Zaremba, sus antiguos maestros. Las severas críticas lo destrozaron. A pesar de todos los avatares, Chaikovski siempre consideró que esta obra de juventud poseía “mayor riqueza de contenido” que muchas de sus composiciones posteriores. El primer movimiento abre con una melodía expansiva que parece nacer del aire helado de la estepa. El segundo es una especie de canción de cuna envuelta en bruma. El scherzo recupera la vitalidad de la danza —esa pulsión que une a todo el programa— y el final se construye como un viaje desde la oscuridad hacia una luz radiante 

Les invitamos pues a un itinerario por tres propuestas para sentir la música como movimiento. Borodín convierte la historia en gesto heroico; Stravinski despoja la danza de anécdota y la ofrece como forma pura; Chaikovski transforma la melancolía invernal en sinfonía. Tres maneras de danzar, tres huellas distintas sobre la nieve de la tradición rusa.  

© Santiago Pavón

Violinista de la Orquesta de Extremadura y Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración. Es divulgador y presenta las charlas previas a los conciertos de la temporada de la Orquesta de Extremadura.

Alevtina Ioffe

Alevtina Ioffe es la nueva directora titular de la Ópera de Berna, cargo que ocupará a partir de la temporada 2025/26. Considerada una de las directoras más versátiles y apasionantes de su generación, también es directora invitada principal de la Orquesta Estatal de Weimar.

Es una directora de ópera muy solicitada y actúa regularmente en la Ópera Cómica de Berlín, en el Teatro Estatal de Stuttgart y en la Ópera de Gotemburgo. También ha dirigido en la Ópera de Seattle, en el Teatro de Ópera de Zúrich y en la Ópera Nacional de Washington.

Obtiene el mismo éxito en sus actividades sinfónicas: en Francia ha dirigido a la Orquesta Nacional de Lille, es invitada habitual de la Orquesta Nacional de Isla de Francia y debutó con la Orquesta Nacional de Lyon en agosto de 2024. En octubre de 2023 debutó sinfónicamente en Estados Unidos con la Orquesta Sinfónica de Seattle, con gran éxito. En diciembre de 2023 ha dirigido su primera gira europea por siete ciudades para celebrar el centenario de la Orquesta Filarmónica Nacional de Hungría. Alevtina Ioffe dirigirá una segunda gira europea por seis ciudades, en febrero de 2026, con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Praga.

El comienzo de la temporada 2024/25 marcó la primera aparición de Alevtina en el Reino Unido con la Orquesta Filarmónica de Londres. Al frente de la Orquesta Filarmónica Danesa, también ha debutado en Dinamarca. En octubre de 2025, Alevtina Ioffe debuta en España dirigiendo la Orquesta de Extremadura.

También está presente habitualmente en Italia, donde ha dirigido a la Orquesta de la Toscana, la Orquesta del Teatro Lírico de Cagliari y la Orquesta Haydn.

Nacida en Moscú, Alevtina Ioffe estudió dirección coral, piano vocal clásico y dirección en el Conservatorio Estatal de Moscú. Durante una década, entre 2011 y 2021, fue directora musical del Teatro Natalia Sats de Moscú; entre febrero de 2021 y julio de 2022 también ha sido directora musical del Teatro Mijáilovski de San Petersburgo. Actualmente vive en Berna.

Programa 02

Temporada de conciertos

2025-2026

Borodín. El príncipe Ígor, obertura
Stravinski. Danzas concertantes
Chaikovski. Sinfonía n.º 1, «Sueños de invierno»

Danzas sobre la nieve

Badajoz 9 octubre
Cáceres 10 octubre *

Entradas Badajoz

Entradas Cáceres *

* En el Gran Teatro de Cáceres, fuera de abono

OEX
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.