Notas al programa
El presente programa de abono propone un arco narrativo articulado en torno a dos polos nórdicos —Outi Tarkiainen y Jean Sibelius— entre los cuales Mahler aparece como un contrapunto emocional que amplía y complejiza la lectura del conjunto. Un viaje entre las leyendas del Kalevala y la tragedia real o anunciada.
Outi Tarkiainen. Mosaics (2021)
En la obra de la finlandesa Outi Tarkiainen, como en la de Sibelius, la naturaleza no se presenta como un mero decorado, sino como un agente con voz propia. Una voz que, en la época en que vivimos, implora que atendamos a su deterioro. Trabajos como Perlas Polares o Canciones del hielo demuestran la profunda preocupación de Tarkiainen por los temas medioambientales. Mosaics, aunque puede interpretarse como una obra independiente, se inscribe en el proyecto audiovisual Nordic Nordic – A Fragile Hope creado por fotoperiodista Joakim Odelberg y la directora Andrea Östlund como una llamada de atención sobre los efectos del cambio climático en los ecosistemas marinos del norte de Europa. En su estreno en febrero de 2024, las paredes y techos de la Sala de Conciertos de Gotemburgo se inundaron de imágenes subacuáticas mientras la orquesta interpretaba las obras escritas para la ocasión por cinco compositores procedentes de Dinamarca, Suecia, Islandia, Noruega y Finlandia. La obra de Tarkiainen sumerge al público en un espacio de sonoridades cristalinas, casi líquidas al tiempo que conecta en su material con el universo musical de su ópera Una habitación propia, sobre el texto homónimo de Virginia Woolf.

Gustav Mahler. Canciones a la muerte de los niños (Kindertotenlieder) (1901-1904)
El anuncio de la tragedia que comienza a mostrar su faz da paso a una obra que se basa en un dolor patente, el más indiscutible de todos, el que deviene de sobrevivir a los hijos. Mahler comenzó a escribir el ciclo de canciones que conocemos como Kindertotenlieder en 1901 en su idílica residencia de Maiernigg, siendo aún soltero y en un momento en el que la vida parecía sonreírle. Pareciera poco previsible que un joven en tal contexto se fijara en los textos que el poeta romántico Friedrich Rückert había escrito tras perder a dos hijos. La extrañeza desaparece al observar la propia historia biográfica del compositor. Mahler era el segundo de catorce hermanos, de los cuales siete murieron antes de cumplir los dos años, por lo que la conexión entre la infancia y la muerte fue un elemento presente durante su vida. El ciclo fue concluido tres años después de ser comenzado, en 1904, cuando Mahler ya tenía dos hijas. Musicalmente, la obra se caracteriza por una cierta economía de medios: frases desnudas, melodías en apariencia simples, un acompañamiento que a menudo se limita a gestos mínimos. Pero bajo esa superficie late una compleja red de tensiones contrapuntísticas y cromáticas que dilatan el significado del texto. Una suerte de desesperación serena inunda la primera canción que alcanza su clímax expresivo coincidiendo con el verso que habla de la luz eterna. En la segunda canción, Nun seh’ich wohl warum so dunkle Flammen («Ahora comprendo la razón de las oscuras llamas»), el padre se dirige a sus hijos y recuerda sus ojos como si sus miradas hubieran anticipado que pronto se convertirían en estrellas. La nostalgia y la desesperación contenida reinan en la tercera canción: “oh, tú, refugio de tu padre, resplandor de alegría tan pronto extinguido”. Los pensamientos evasivos suponen una forma de eludir el desgarro en el lied cuyo título reza “A menudo pienso que sólo han ido a dar un paseo”. La calma con la que concluye da paso en el último número del ciclo a la desesperación extrema sólo quebrada por dos notas del glockenspiel. La serenidad de la aceptación concluye la pieza: “Descansan, como si estuvieran en casa de su madre, sin temor a las tormentas protegidos por la mano de Dios.” Como si de una terrible premonición se hubiera tratado, Mahler perdió una hija un tiempo después. Y comprobó que tal dolor no lo conoce ni puede evocarlo nadie que no lo haya experimentado. Así se lo expresó a Guido Adler: “Me puse en la situación de alguien que había perdido a un hijo. Si en aquella época realmente hubiera perdido a mi hija, no habría sido capaz de escribir esas canciones».
Jean Sibelius. Suite Lemminkäinen, op.22, «Cuatro leyendas del Kalevala» (1896)
La construcción del espíritu un imaginario de identidad colectiva a partir de la evocación de paisajes mitológicos ancestrales fue siempre una constante en los nacionalismos musicales. Pero esta obra de Sibelius va más allá, empleando a Lemminkäinen, personaje de la epopeya del Kalevala, como catalizador de distintas dimensiones simbólicas. Tras leer Ópera y drama de Wagner, Sibelius se afanó en escribir una ópera de temática mitológica titulada La construcción del barco. Anduvo durante un largo tiempo a vueltas con bocetos e ideas hasta que, por diversas circunstancias cambió sus planes. Para entonces ya se había distanciado de las referencias wagnerianas. “Creo que soy un verdadero pintor y poeta musical. Es decir, la perspectiva musical de Liszt es la que más se acerca a mí: ese [concepto de] poema sinfónico. En este momento estoy trabajando en un tema que me es muy querido. Te contaré cuando regrese”, le escribió a Aino el 19 de agosto de 1894. Es más que probable que este trabajo sobre un “tema muy querido” fuera la suite que nos ocupa y que comenzó a pergeñar sobre los materiales de la malograda ópera. Cambió el protagonista, de Väinämöinen a Lemminkäinen, pero los escenarios comunes en los que suceden algunos mitos le permitieron una adaptación menos forzada. El primer número Lemminkäinen y las doncellas de la isla comienza con la llamada de las trompas como si fueran cuernos de niebla. Una atmósfera de sensualidad inunda pronto la escena de esta pieza que Daniel M. Grimley, biógrafo de Sibelius, ha conectado con el Don Juan de Strauss. Lemminkäinen en Tuonela se construyó a partir de los lúgubres materiales de la ópera en los que se narraba el viaje de Väinö a Tuonela, el inframundo, una suerte de reino Hades finlandés. “La nana al final de la pieza representa el amor maternal, que recoge los pedazos de Lemminkäinen del río Tuonela”, contaba Sibelius a su yerno en 1948. El cisne de Tuonela surgió a partir de la obertura de la ópera y representa la página más renombrada de esta obra, por sus sonoridades hipnóticas y el célebre solo de corno inglés a modo de canto de muerte. El regreso de Lemminkäinen corresponde a la vuelta del héroe tras la batalla y se encuentra recorrido por figuras que evocan el cabalgar y le aportan dimensión épica. En una entrevista, Sibelius definió el espíritu de este último movimiento: “Me gustaría que los finlandeses tuviéramos un poco más de orgullo. ¡Que no anduviéramos cabizbajos! ¿De qué hay que avergonzarse? Esta es una idea que recorre El regreso de Lemminkäinen. Lemminkäinen puede competir con cualquier conde o marqués. Es un aristócrata, sin duda un aristócrata”
En su conjunto, el programa articula una geografía emocional y simbólica: del océano amenazado de Tarkiainen al duelo íntimo de Mahler, y de ahí al mundo mítico de Sibelius. Pero también traza una línea estética: la tensión entre fragilidad y fuerza; entre lo humano y la naturaleza que lo acoge, unas veces apacible y otras violenta. El conocimiento profundo de Forés de este repertorio y la desgarradora voz de Justina Gringytė darán forma a unos conciertos que esperamos permanezcan mucho tiempo en su memoria.
© Santiago Pavón
Violinista de la Orquesta de Extremadura y Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración. Es divulgador y presenta las charlas previas a los conciertos de la temporada de la Orquesta de Extremadura.
Justina Gringytė
La galardonada mezzosoprano lituana Justina Gringytė ha recibido grandes elogios por su «técnica impresionante» (The Times) y su «voz atronadoramente potente» (Daily Telegraph). Galardonada con el premio Joven Cantante del Año en los International Opera Awards y graduada del Programa Jette Parker para Jóvenes Artistas de la Royal Opera House, Covent Garden —donde, entre otras cosas, actuó en la ceremonia de inauguración del Comité Olímpico para los Juegos Olímpicos de Londres junto a Renée Fleming, Bryn Terfel y Plácido Domingo—, Justina es considerada una de las estrellas emergentes más destacadas del mundo de la ópera. Su aclamada interpretación de Carmen con la Ópera Nacional Inglesa fue retransmitida en directo en cines.
Entre sus papeles operísticos más destacados se encuentran el papel protagonista de Carmen (Ópera Nacional Inglesa, Ópera Escocesa, Teatro Nacional de São Carlos, Ópera Nacional de Lituania, Teatro Massimo de Palermo, Teatro de Ópera y Ballet de Novosibirsk); Maddalena en Rigoletto (Ópera Nacional de París, Royal Opera House, Covent Garden; Teatro Real, Madrid; Ópera Nacional Inglesa y Teatro Bolshoi, Moscú); Amneris en Aida (Ópera de Israel, Ópera Nacional de Lituania, Ópera Nacional de Letonia); Preziosilla en La forza del destino y Fenena en Nabucco (Ópera Nacional de Gales); Suzuki en Madama Butterfly (Gran Teatre del Liceu); el papel protagonista de Hänsel en Hänsel und Gretel (Ópera Nacional de Corea, Ópera de Vilna); Dalila en Samson et Dalila (Ópera de Vilna); Romeo en I Capuleti e i Montecchi (Ópera Nacional de Lituania); Tigrana en Edgar (Ópera Escocesa); Sara en Roberto Devereux, Marguerite en La damnation de Faust (Teatro Bolshói); Kaled en Le roi de Lahore y Dulcinée en Don Quichotte (Chelsea Opera Group); y Meg Page en Falstaff (Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham).
Igualmente solicitada en el ámbito concertístico, destacan la Sinfonía n.º 9 de Beethoven (Orquesta Filarmónica de Londres en el Royal Festival Hall, Orquesta Filarmónica Real en el Royal Albert Hall, Orquesta Sinfónica de la Radio de Fráncfort); la Sinfonía n.º 2 «Resurrección» de Mahler (Orquesta Nacional del País Vasco); la Sinfonía n.º 3 de Mahler (Orquesta Sinfónica Estatal de Lituania, Orquesta Nacional del País Vasco); la Sinfonía n.º 8 de Mahler (Orquesta Filarmónica, Orquesta Nacional del País Vasco); One Sweet Morning de Corigliano y Lobgesang, op. 52 de Mendelssohn (Sociedad Filarmónica Nacional de Lituania), el Salmo 130 de Boulanger (Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham) en los BBC Proms; el Réquiem de Verdi (Orquesta Simón Bolívar); Stabat Mater de Dvořák (Orquesta Sinfónica Estatal de Lituania); arias de ópera (Orquesta Sinfónica Nacional de la RAI, Teatro Municipal de Río de Janeiro), Songs of Sunset and Dawn de Raminta Šerkšnyte (Orquesta Filarmónica Nacional de Lituania); Il tramonto de Respighi y Phaedra de Britten (Orquesta de Cámara de Klaipėda); y el concierto de clausura del XV Festival Internacional de Tytuvenai (Orquesta de la Ópera y Ballet Nacional de Lituania); recitales de canciones en el Wigmore Hall.
Justina ha colaborado con directores como Antonio Pappano, Gustavo Dudamel, Yannick Nezet-Seguin, Esa-Pekka Salonen, Tugan Sokhiev, Mirga Gražinytė-Tyla, Ludovic Morlot, Evelino Pidò, Kazushi Ono, Robert Treviño, Daniele Rustioni, Carlo Rizzi, Xian Zhang, Sesto Quatrini, Giacomo Sagripanti y Edward Gardner.
Para Deutsche Grammophon grabó Songs of Sunset and Dawn, de Raminta Šerkšnyte. Ha grabado canciones de Rajmáninov y Medtner, ambos álbumes con el pianista Ian Burnside para Delphian; el de Rajmáninov fue nominado a los premios Gramophone.
Justina estudió en la Academia de Música y Teatro de Lituania, el Royal Welsh College of Music and Drama, el National Opera Studio de Londres y la Universidad Vytautas Magnus de Kaunas, Lituania.
Entre los momentos más destacados recientemente se incluyen conciertos de gala de ópera con la Tonhalle-Orchester Zürich, Folk Songs de Berio con la RAI Orchestra Turin, Das Lied de Mahler con la Filarmónica de Estrasburgo y Wesendonck Lieder de Wagner con la Filarmónica Danesa con Robert Treviño, así como su regreso a la Ópera de París como Mother Goose (The Rake’s Progress) y Maddalena (Rigoletto).
Roberto Forés
Roberto Forés Veses es director titular y artístico de la Orquesta de Extremadura.
