Un concierto dedicado íntegramente a Johannes Brahms ocupaba el sexto abono de la Orquesta de Extremadura, celebrado anoche en el Palacio de Congresos Manuel Rojas de Badajoz y que hoy se interpretará en el Gran Teatro de Cáceres.
La primera parte recibía a la gran pianista de Georgia, Tamar Beraia quien interpretó el Concierto para piano nº1 en re menor.
El director invitado ha sido en esta ocasión el vienés Thomas Rösner, que ya había trabajado con la OEX anteriormente.
El concierto comenzaba con una visión parcial del director por la presencia del gran piano de cola que llenaba el escenario. Sin embargo no fue importante a la hora de disfrutar de una dirección enormemente romántica.
Pese a no ser uno de los conciertos de piano más virtuosos para los intérpretes, Beraia demostró su técnica en la compleja interpretación de los matices al piano. El primer movimiento, Maestoso, tuvo un trágico aire con luces y sombras. Con una tensión que se apaciguaba por momentos, pero que fue creciendo hasta el gran final, repleto de escalas interminables en las que la pianista, parecía tener más de dos manos y que, posteriormente, desembocaron en un trágico Adagio.
La cuerda realizó un buen acompañamiento siguiendo la batuta del director y el viento estuvo brillante en los solos de este comienzo.
Considerado por algunos como un Réquiem a Schuman, teniendo en cuenta que la primera parte pudiera mostrar las tinieblas de su enfermedad, este segundo movimiento creó una atmósfera de respeto hacia la obra. Beraia deleitó con su interpretación que fue delicada y atenta. Las conversaciones con la cuerda, que utilizaba la sordina para ejecutar los sentidos pianísimos de este movimiento, mostraron una gran sincronización entre invitados y músicos titulares. Contrasta enormemente con la última parte de este concierto, el Rondó, algo más animado con variaciones del tema principal, pero del mismo modo con un gran pesar que muestran el carácter más tardío del compositor.
Tras una larguísima ovación la joven intérprete de tan solo 28 años, ofreció como bis la ‘Danza del fuego’ de Manuel de Falla. Conocida pieza que hizo las delicias de los allí presentes. Tamar Beraia llevó un tempo muy vivo que arrancó un ‘Bravo’ a su final y otro largo aplauso.
La última composición orquestal de Brahms que ocupó la segunda parte del concierto fue la Sinfonía nº4 en mi menor.
Un ya maduro Johannes Brahms componía esta afamada sinfonía en su retiro veraniego.
La melodía de los violines del primer movimiento, Allegretto ma non troppo, y que pasa a ser interpretada parcialmente por otros instrumentos como violas o viento madera, anunciaba la que sería una magnífica interpretación.
Destacable la entrega de los violines en la ejecución de esta melodía principal, exponente del romanticismo por excelencia. Se pasa el testigo al viento en el comienzo del segundo movimiento, acompañando la cuerda con pizzicatos la melodía de viento madera, tras la bella introducción de las trompas.
Rösner parecía perfecto para la dirección de esta sinfonía. Se entregó y la Orquesta de Extremadura respondió con creces. La interpretación conjunta de director y orquesta encajaron elaborando una pieza adjetivable con el propio título del concierto, llena de ‘densidad y lirismo’. El brío llenó el tercer movimiento de la sinfonía. Con un tema más alegre y triunfal la orquesta interpretaba sin descanso cada marca de batuta.
Aunque no está denominado como ‘scherzo‘ tiene sin embargo el tempo y estructura, lo que lo convertiría en el único scherzo de las cuatro sinfonías del compositor.
Grandes todos los solos de flauta, oboe y trombones, en un momento delicado de la obra en el que es complejo retener el tempo y no relajarse en los pianos.
El final del concierto fue in crecendo hasta el último acorde. Gran último movimiento con frases de contrastes y matices muy diversos.
El brahmsianismo ha demostrado existir entre los seguidores de la orquesta que disfrutaron de una maravillosa interpretación de Brahms en concierto.
Marta Climent