Sinfónico 05

Temporada de conciertos

2018-2019

El piano con orquesta de Chopin

17 de enero Badajoz 18 de enero Cáceres
Orquesta de Extremadura Iván Martín

Programa

1.

Frédéric Chopin. Concierto para piano nº 2 en fa menor, op.21 (1829)

Maestoso
Larghetto
Allegro vivace

2.

Frédéric Chopin. Concierto para piano nº 1 en mi menor, op.11 (1830)

Allegro maestoso
Romance - Larghetto
Rondo – Vivace

Iván Martín, director y piano

Iván Martín debutó con la OEX como director y solista en 2017 con una integral de Beethoven. Vuelve a aceptar nuestra invitación para ofrecernos otra integral, los conciertos 1º y 2º de Chopin para piano y orquesta.

Genio juvenil

“Chopin no escribió verdaderos conciertos en el sentido de Mozart y mucho menos en el sentido de Beethoven. Sus conciertos son obras para piano con acompañamiento orquestal. Las partes solistas estaban escritas por un genio que maduraba rápidamente, mientras que las partes orquestales eran fruto de un estudiante aventajado”. Es difícil no suscribir estas palabras del musicólogo británico Ronald Crichton. Chopin, cuando compone sus dos únicos conciertos para piano era un joven de apenas 20 años, que aún no dominaba el arte de la orquestación. Tampoco se preocupó de ello. Fue siempre, desde la infancia, un compositor-pianista, que imaginaba la música, sus colores, registros, timbres, melodías, dinámicas, armonías y desarrollos sobre el teclado. Sin embargo, el sencillo acompañamiento orquestal, incluso párvulo si se quiere, que escribe Chopin para sus conciertos para piano en absoluto es tan ingenuo o inadecuado como tantas veces se ha escrito. De hecho, la sencillez de la escritura orquestal se adapta a las mil maravillas a las sutilezas y preciosismo de la pianística.

Los conciertos no fueron en absoluto sus primeras obras concertantes. Antes ya había concluido las juveniles Variaciones sobre “Là ci darem la mano”, opus 2 (1827), la Gran fantasía sobre temas polacos, opus 13 (1828) y Krakowiak, opus 14 (1828). Y muy poco después, en 1830, la, Gran polonesa brillante, opus 22 (1830), para preceder a la cual y a modo de introducción compuso, posteriormente, en 1835, un Andante spianato para piano de bastante mayor entidad. En 1832 Chopin aún se dispuso a escribir un tercer concierto para piano y orquesta, que nunca llegó a culminar. Pero más tarde, en 1841, reutilizó los esbozos de este fallido proyecto en el Allegro de concierto, opus 46, para piano solo.

Chopin: Concierto para piano y orquesta número 1, en mi menor, opus 11

A pesar de su numeración equívoca, el Concierto para piano y orquesta número 1, en mi menor, opus 11 es posterior al publicado erróneamente como Segundo concierto para piano y orquesta, en fa menor, opus 21. De hecho, Chopin comenzó a escribir el Concierto en mi menor inmediatamente después del estreno del Concierto en fa menor. Ambos datan de 1830, pero no llegaron a la imprenta hasta junio de 1833 (el opus 11) y 1836 (opus 21). Ambos son piezas convencionales desde el punto de visto formal, en las que la futura poderosa personalidad de su creador realmente sólo aparece en el elegante refinamiento melódico de los movimientos lentos.

Tanto en sus respectivas construcciones formales como en los conceptos melódicos, en ambos conciertos late la poderosa influencia de los conciertos para piano del eslovaco Jan Nepomuk Hummel (1778-1837). También las de dos pianistas de tanto renombre entonces como Friedrich Wilhelm Kalkbrenner e Ignaz Moscheles. Sin embargo, el mismo Chopin desmiente tales influencias en una carta que dirige a su amigo Tytus Wojciechowski: “Tengo bastante buena opinión de mí mismo. La suficiente como para creer que no seré jamás una copia de Kalkbrenner. No, estoy convencido de que él jamás destruirá mis audacias ni mi noble aspiración de crearme un mundo nuevo”.

El compositor y musicólogo gallego Jesús Bal y Gay reafirma en su breve pero sustanciosa monografía sobre Chopin la reivindicación del compositor. “El primer tiempo de cada uno de los conciertos”, escribe Bal y Gay, “muestra ya la peculiar tendencia de Chopin a romper con el plan tonal y el diatonismo de sus predecesores. Los Finales tienen forma de rondó, como mandaban los cánones de entonces, pero están penetrados de un eslavismo y una fantasía muy nuevos y extraños para su época. Y los tiempos lentos nos muestran por primera vez al Chopin de los nocturnos, con esas melodías largas, sostenidas, de un vocalismo pianístico –valga la expresión- que es uno de los rasgos más personales e inimitables del autor. Ahí ya es inútil buscar antecedentes, ni en Hummel ni siquiera en Field: el espíritu y la letra son auténticamente chopinianos”.

No lo consideró así el público que asistió al estreno, en el Teatro Nacional de Varsovia, el 11 de octubre de 1830, tocado por el propio Chopin. En ello tuvo que ver, según las crónicas del estreno, la “parca, escueta y bisoña orquestación de la obra, que empobrece el conjunto, al carecer del peso específico sonoro que la orquesta desempeña en la forma del concierto con solista”. Probablemente, esta misma razón es la que motivó que el concierto tampoco fuera suficientemente apreciado en su estreno parisiense, cinco años después, en 1835. La veneración que el todo París sentía ya hacia Chopin y su música no fue óbice para el rotundo fracaso del Concierto en mi menor, ratificado por las duras críticas de prensa, que lo acusaron de “anticuado”. Incluso advirtieron que estilísticamente era un calco del Concierto en do menor opus 61, que Friedrich Wilhelm Kalkbrenner (1785-1849) había estrenado en París en 1824 y a quien el propio Chopin dedicó el concierto.

El primer movimiento, escrito entre la primavera y el verano de 1830, comienza con una larga, vigorosa y resuelta introducción orquestal. El tema irrumpe en la tonalidad de mi menor y tiempo de 3/4. Un segundo motivo, de carácter más delicado, aparece en los violines en la inesperada tonalidad relativa de Mi mayor. La entrada del piano se produce de modo impetuoso, casi en forma de cadencia, y recoge en octavas el primer tema, ahora muy ornamentado en el teclado. Una virtuosa secuencia de rápidos acordes en semicorcheas conduce a un nuevo episodio, bastante más sosegado (“tranquillo”), e inspirado en el segundo tema. El desarrollo, basado en estos dos temas de modalidades contrapuestas –mi menor y Mi mayor-, evoluciona hacia la tonalidad de Do mayor y no alcanza a explotar plenamente la riqueza melódica del material original. El movimiento concluye con una coda que comprende un brillante y complejo pasaje de trinos sobre la mano izquierda del piano.

En una carta a su íntimo amigo Tytus Wojciechowski, fechada el 15 de mayo de 1830, Chopin habla de la impresión que debe causar la quieta Romanza central: “No tiene que ser fuerte. Se trata de un romance, tranquilo y melancólico, que debe de dar la impresión de contemplar con ternura un lugar que evoca mil recuerdos queridos. Es una especie de meditación en un clima primaveral, y bajo la luz de la luna”. Se trata de un emotivo y muy efusivo Larghetto construido sobre dos temas, el primero en Mi mayor e introducido por la cuerda, y el segundo, en Si mayor, que sirve de contrapunto a una escritura de extrema delicadeza en el que el piano se regodea en una ornamentación estilizada y filigranesca. El aire de nocturno envuelve estos tenues pentagramas, que se cierran con una delicadísima sección en la que el piano –protagonista absoluto de todo el movimiento- se repliega para aportar color y diversidad sonora a los instrumentos de cuerda.

El tercer y último tiempo es un rondó que presenta bastantes similitudes con Krakowiak, el “gran rondó de concierto para piano y orquesta”, escrito en 1828. También con el rondó final del Concierto en fa menor. El pulso rítmico es idéntico. La parte pianística requiere un notable esfuerzo técnico del solista, en una escritura preciosista que discurre a gran velocidad y con figuraciones métricas muy irregulares.

El desarrollo es brillante, y siempre destaca el teclado sobre los ritmos danzables que traza la orquesta. Un sucinto tutti pone colofón al movimiento y concierto, del que hay que observar, como curiosidad, que la larga introducción orquestal asignada a la cuerda y a las maderas, en do sostenido menor, guarda parecido sorprendente con el trío del segundo acto de Guillaume Tell, de Rossini, ópera que Chopin había escuchado en Viena pocas semanas antes del estreno del concierto.

 

Chopin: Concierto para piano y orquesta número 2, en fa menor, opus 21

El Segundo concierto para piano y orquesta, en fa menor, opus 21 es, pese a su numeración y como ya se ha apuntado, anterior al primero, opus 11. La razón de que se publicara con posterioridad, en París, en 1836, responde al hecho de que Chopin perdió las partes orquestales y hubo por ello de escribirlas de nuevo. Compuesto en el otoño de 1829 y presentado el 10 de diciembre de ese mismo año en Varsovia, con el propio Chopin como solista, el Concierto cosechó, a diferencia del en Mi menor, enorme éxito. Tanto por su forma como por la belleza intrínseca de sus tres movimientos y por la personalizada estilización de la escritura, es claramente superior al Concierto en mi menor.

El gran protagonista de sus tres movimientos es el piano, mientras que la escueta orquestación limita su cometido a un papel de mero acompañante. En este sentido, la obra se aparta del modelo abierto por Mozart en sus conciertos para piano y sigue el camino –posterior, pero más anticuado- de Hummel, Field, Kalkbrenner y Moscheles. La orquesta expone los dos temas (el segundo más lírico) del Maestoso, mas cuando el piano los retoma y ornamenta les confiere nuevo carácter. El segundo movimiento, Adagio, se inicia con una delicada introducción orquestal, aunque la irrupción del piano solista hace que éste concentre en él toda la atención. Todo el tiempo destila ya el característico y florido estilo chopiniano: las cantables melodías aparecen ornamentadas con rápidas figuraciones. Según Liszt, Chopin tenía “una marcada predilección por este movimiento, complaciéndose en tocarlo frecuentemente”. Para el virtuoso pianista y compositor húngaro, “los dibujos accesorios [de este movimiento] pertenecen a la mejor manera del autor y la frase principal es de una expansión admirable”. “Todo este fragmento”, concluye Liszt, “es de una ideal perfección”.

El origen polaco de Chopin irrumpe sutilmente en el rápido movimiento que cierra el Concierto. Se trata de un rondó en cuyo tema principal más de un estudioso chopiniano ha percibido un aire de mazurca, aunque probablemente esté más próximo al vals. En cualquier caso, se trata de una danza campesina polaca, con su típica alternancia de acentos en el segundo y tercer tiempo del compás. La métrica se recrea de forma aún más evidente en una melodía posterior, prescrita bajo un significativo “scherzando” matizado por un rubato.

A diferencia de lo que ocurrió con el Concierto en mi menor, el éxito del estreno fue enorme, lo que propició que se volviera pronto a programar en diversas ocasiones en la capital polaca, siempre con Chopin al teclado. La expectación que el concierto generaba entre los melómanos varsovianos era tan grande que las audiciones privadas fueron objeto de recensión periodística. Un crítico llegó a señalar, tras escuchar el concierto el 22 de marzo, que Chopin “es el Paganini del piano” y su concierto “sublime, pletórico de novedosas concepciones”. Los elogios fueron aún mayores en el Kurier Warzawski, que publicó que el concierto “es digno de ser ubicado a la par de las composiciones de los más grandes compositores europeos”.

© Justo Romero

Justo Romero (Badajoz, 1955) es una de las firmas más conocidas y reconocidas de la música española. Ha sido director técnico de la Orquesta Bética Filarmónica (1978-1981) y de la Orquesta de Valencia (1995-1998); fundador de la Orquesta de la Comunidad Valenciana (2005-2007), asesor artístico del Festival Albéniz de Camprodón (1999-2007) y del Auditorio de Alicante (2011-2017), y Dramaturgo del Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia (2005-2014). Fue crítico musical de los diarios El PaísDiario 16 y El Mundo, así como en la revista Scherzo y otras publicaciones especializadas. Su extensa bibliografía incluye títulos como Sevilla en la óperaAlbénizEl Gato MontésFallaEl Padre Soler en el Archivo Ducal de Medina-SidoniaCristóbal Halffter, este silencio que escuchoChopin. Raíces de futuro, y El piano 52+36. Ha dictado conferencias y dirigido seminarios en múltiples países y universidades. Desde 2016 es crítico del diario Levante.

Iván Martín

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria (1978), Iván Martín es hoy por hoy reconocido por la crítica y el público internacional como uno de los músicos más brillantes de su generación.

Colabora con prácticamente la totalidad de las orquestas españolas, así como con la Orquesta Filarmónica de Londres, Berliner Konzerthausorchester, Wiener Kammerorchester, Orquesta de París, Orquesta Filarmónica de Estrasburgo, Orquesta Sinfónica “Giuseppe Verdi” de Milán, Virtuosos de Praga, Orquesta Filarmónica de Helsinki, Orquesta Filarmónica de Zagreb, Polish Chamber Orchestra, Sinfonia Varsovia, Orquesta Sinfónica de Monterrey (EE.UU.), Orquesta Sinfónica de São Paulo, Filarmónica de Montevideo, Orquesta Sinfónica de Santiago de Chile, Orquesta Mundial de Juventudes Musicales, etc., de la mano de directores tales como Gerd Albrecht, Christoph Eschenbach, Andrew Gurlay, Günter Herbig, Eliahu Inbal, Lü Jia, Vladimir Jurowsky, Christoph König, Jean Jacques Kantorow, Kirill Karabits, Paul Mann, Miguel Ángel Gómez Martínez, Juanjo Mena, John Neschling, Josep Pons, Christophe Rousset, Antoni Ros Marbá, George Pehlivanian, Michael Sanderling, Michael Schønwandt, Dima Slobodeniouk, Georges Tchitchinadze, Krzysztof Urbanski, Antoni Wit o Christian Zacharias, participando en marcos tan destacados como “New York International Keyboard Festival” (EE.UU.), “Orford International Music Festival” (Canadá), “Festival International La Roque d’Anthéron” (Francia), “Festival International La Folle Journée” (Francia y España), “Festival Mozart Box” (Italia), “Festival Internacional de Grandes Pianistas” (Chile), “Festival Internacional Cervantino” (México), “Festival Internacional de Macao” (China), “Festival Internacional de Música y Danza de Granada”, “Festival Internacional de Música de Perelada”, “Schubertiada a Vilabetrán” o “Festival de Música de Canarias” visitando las salas de concierto más prestigiosas del mundo como son Berliner Konzerthaus, Berliner Staatsoper, Berliner Philharmonie, Dortmund Konzerthaus, Amsterdam Concertgebouw, Salle Pleyel de París, Carnegie Hall de Nueva York o Beijing National Center for Performing Arts. Colabora también con Patrimonio Nacional de España, ofreciendo conciertos en los Reales Sitios.

Ha protagonizado estrenos siendo dedicatario de obras de compositores como Joan Albert Amargós, Benet Casablancas, Antón García Abril, Cristóbal Halffter, Pilar Jurado, Ramón Paus, y recientemente ha estrenado los conciertos para piano y orquesta de Enric Palomar o Michael Nyman. Ha debutado como director junto a las orquestas Real Filharmonía de Santiago, Sinfónica de Galicia, Sinfónica de Castilla y León, Sinfónica de Baleares, Orquesta de Extremadura, Filarmónica de Gran Canaria, Orquesta Nacional de España, y es el fundador y director musical de “Galdós Ensemble”, un nuevo y versátil grupo orquestal con el fin de interpretar música del período barroco y el clasicismo, así como también música moderna y contemporánea.

Ha grabado numerosos programas de radio y televisión en España, Francia, Italia, Brasil y Estados Unidos. Sus publicaciones discográficas han obtenido importantes reconocimientos. En su más reciente disco para el sello Sony Classical, interpretando conciertos para piano y orquesta de Beethoven —revisión realizada por Iván Martín y publicada bajo el sello editorial The Music Sales—, junto a la Orquesta Sinfónica de Galicia, también debuta como director. Iván Martín ha sido artista en residencia de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria y del Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid.

Desde mayo de 2018, es director titular y artístico de la Orquesta Sinfónica de Burgos.

Sinfónico 05

Temporada de conciertos

2018-2019
F. Chopin. Concierto para piano nº 2 F. Chopin. Concierto para piano nº 1

El piano con orquesta de Chopin

17 de enero Badajoz 18 de enero Cáceres