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Programa 11

Temporada de conciertos

2020-2021

La atracción de do menor

25 de marzo Badajoz
26 de marzo Cáceres

Orquesta de Extremadura
Ángel Sanzo
Álvaro Albiach

Programa

1. (Concierto sin intermedio)

Wolfgang Amadeus Mozart. Concierto para piano y orquesta nº 24 en do menor, K.491 (1786) *

Allegro
Larghetto
Allegretto

Ángel Sanzo, piano

Felix Mendelssohn. Sinfonía nº 1 en do menor, op.11 (1824)

Allegro di molto
Andante
Menuetto: Allegro molto
Allegro con fuoco

Álvaro Albiach, director

 

* Primera audición por la Orquesta de Extremadura

Programa, reacondicionado por la pandemia, con uno de los mejores conciertos para piano, sino el mejor, del genio Mozart. Ángel Sanzo vuelve como solista de piano a la temporada de la OEX. Completa la propuesta una primera sinfonía de Mendelssohn que la OEX no interpreta desde 2006.

Notas al programa

Siempre que se habla del Concierto nº 24 para piano y orquesta de Mozart suelen salir a colación determinados puntos de referencia o bases de comparación: el Concierto nº 20, por el modo menor (ya que los otros 25 conciertos mozartianos fueron escritos en tonalidades mayores), y el Concierto nº 3 de Beethoven, compuesto también en do menor, y cuyo primer movimiento se inicia casi citando el principio del concierto de Mozart. También es tradicional aludir al hecho de que Beethoven, según sus biógrafos, sentía por el Concierto nº 24 una enorme admiración, cosa que explicaría la cita en cuestión. Los estudiosos también se refieren a menudo al notorio contraste que existe entre el K. 491 y los dos conciertos precedentes: los tres fueron escritos casi de un tirón en apenas unos meses, en el invierno de 1785-1786, y por eso algunos autores, como Charles Rosen, los abordan como un conjunto más o menos unitario. El concierto que nos ocupa puede parecer oscuro y angustioso, si lo comparamos con la solemne nobleza del nº 22 o con la alegría vitalista y brillante del nº 23. Todo esto son lugares comunes, y muy ciertos, desde luego.

La tonalidad es, ciertamente, uno de los rasgos excepcionales de esta obra: ese do menor que pocos años después se convertirá en divisa titánica del héroe beethoveniano, y que en sus más de 600 composiciones Mozart solo usó en apenas una decena de obras mayores. Es sabido que las tonalidades menores fueron una de las señas de identidad del Sturm und Drang (“tempestad e ímpetu”) musical, un estilo que no llegó a ser un estilo, sino más bien un conjunto de experimentos expresivos, de salidas de tono, una válvula de escape con la que los autores del clasicismo aligeraban la presión a la que les sometía el código de lo apolíneo, lo olímpico, el equilibrio y la claridad. El Concierto nº 24 de Mozart, como el nº 20 y las sinfonías 25 y 40, nos deja entrever cómo podría haber sido un Mozart digamos “romántico”, y anuncia lo que vendrá con el de Bonn y después de él.

El concierto se articula en tres movimientos, como manda la tradición. Una de las características más sorprendentes del allegro inicial es el tema con el que se abre, rico cromáticamente y cuya inaudita ambigüedad tonal se alarga durante varios compases hasta que se afirma el do menor. El oyente sentirá la tentación de preguntarse qué impacto debió tener esta música en los oídos del público del siglo XVIII. También es destacable la libertad con la que el piano solista introduce material temático propio, en vez de repetir los temas que ha presentado la orquesta en la exposición. El diálogo entre la orquesta y el solista es fluido, de una precisión milimétrica, y en algunos momentos transmite un notorio desasosiego. Como sucede en el concierto nº 20, este primer tiempo acaba en un pianissimo que llama poderosamente la atención y nos deja como en suspense. La sencillez del larghetto central, en forma rondó y en la tonalidad relativa (mi bemol mayor), es de una sencillez perfecta, apabullante; su serenidad contemplativa sirve, por supuesto, para contrastar con los otros dos movimientos. Resulta difícil de explicar aquí la indicación de compás alla breve (2/2), que Mozart escribe en todos los pentagramas del manuscrito, y que si se respetase duplicaría la velocidad, por lo que debe ser un error… Pero ¿un error repetido en los catorce pentagramas? El allegretto final, formado por un tema y ocho variaciones, nos devuelve al do menor inicial y sobre todo lo mantiene hasta el final, lo que constituye otra de las características del Sturm und Drang más genuino. No es difícil de ver que el arte de la variación clásica lo debió aprender Beethoven de piezas como esta, para llevarlas, eso sí, a una ulterior radicalización en lo formal y en lo expresivo.

Con la Primera sinfonía de Mendelssohn repetimos tonalidad y continuamos moviéndonos en el terreno de los jóvenes prodigios (pero cuidado, porque Mozart tenía 30 años cuando compuso el Concierto núm. 24, mientras que al componer esta sinfonía Mendelssohn tenía… la mitad). Incluso podría decirse también, hasta cierto punto, que con esta obra y con su autor seguimos manteniéndonos en el clasicismo.

La Primera sinfonía, aun siendo una obra juvenil de Mendelssohn, muestra ya un dominio extraordinario de la técnica y el discurso musicales. Sus modelos son los grandes clásicos vieneses, pero presenta consolidadas las características que le acompañarán en su madurez creativa: ligereza, contención, impulso rítmico, riqueza contrapuntística, creatividad melódica y un extraordinario sentido del equilibrio. Antes de esta obra, Mendelssohn llegó a escribir hasta doce “sinfonías para cuerdas”, obras de estudiante con las que fue preparándose el terreno. El autor la concluyó en 1824, cuando fue estrenada en privado con ocasión del decimonoveno cumpleaños de su hermana Fanny; se estrenó en Londres tres años después, y hasta 1831 se mantuvo sin publicar.

En cuanto a su estructura, la sinfonía sigue el plan clásico de cuatro movimientos. Los efectivos instrumentales que exige son modestos, similares a los de las sinfonías mozartianas de madurez, o a los de las más ligeras de Beethoven. El allegro di molto inicial se abre con impulsividad y bravura, pero sin caer en lo trágico, es decir, como una música tensa y energética muy en la línea de Carl Philipp Emanuel Bach. Lo cual nos remite de nuevo al Sturm und Drang, sí, aunque ahora ya en pleno siglo XIX. Tras el primer tema, rítmico y poderoso, el segundo, de tipo más melódico, presenta un diálogo muy bello entre la cuerda y el viento en forma de escala descendente. Durante la coda, y cuando parece que la pieza sucumbirá a la tentación de cerrarse en do mayor (la tercera de Picardía de do menor en la estética musical antigua), lo evita y se resuelve en con unos acordes casi idénticos a las notas finales de la obertura Las Hébridas. El andante, un tema con dos variaciones en ¾, tiene ya el carácter típico que encontraremos en los deliciosos excursos líricos del Mendelssohn maduro. Le sigue un scherzo convencional (menuetto: allegro molto)también en tiempo ternario, que además de recuperar el impulso dramáticotiene su encanto y realiza a la perfección su función contrastante. El allegro con fuoco se inicia con un arpegio ascendente (¡la famosa figura estilística del llamado cohete de Mannheim!) que inevitablemente recuerda el final de la Sinfonía nº 40 de Mozart. En el segundo tema de este movimiento, ciertamente fogoso, hallamos uno de los pasajes apacibles más sorprendentes y hermosos de toda la obra, con el solo de clarinete sobre un pizzicato de las cuerdas. El vigoroso fugato doble (reminiscencia de Mozart y Beethoven, pero también de sus estudios de contrapunto estricto con Carl Friedrich Zelter) añade energía al movimiento, que concluye en un rutilante y poderoso do mayor con tempo acelerado y alegría final. Y es que así de espléndido es Mendelssohn, cuya música casi siempre festeja la alegría de vivir.

© Guillem Calaforra

Guillem Calaforra es doctor en lingüística por la Universidad Jaguelónica de Cracovia, especialista en sociología del lenguaje y análisis crítico del discurso. Realizó estudios de violín en el Conservatorio Profesional de Música de Valencia. Creó las primeras páginas web españolas sobre Bruckner y sobre Webern, ha traducido varios textos relacionados con obras musicales y es autor de un libro de ensayos sobre música (So i silenci. Barcelona, Riurau, 2010). Colabora escribiendo notas al programa para la OEX, según sus palabras, «desde hace… ya ni me acuerdo. Es para mí uno de mis máximos motivos de orgullo, y lo aprecio tanto como mi doctorado, o tal vez más».

Ángel Sanzo

Ganador de numerosos concursos internacionales, Ángel Sanzo es considerado uno de los pianistas españoles más destacados de su generación. Su primer reconocimiento le llega tras conseguir el Primer Premio en el Concurso “Frechilla Zuloaga” de Valladolid en 1998. Posteriormente obtiene el Primer Premio de los Concursos Internacionales “Joaquín Rodrigo” (2004), Concurso Pianísitico Europeo “Citta di Taranto” (Italia, 2007), Concurso Internacional de Música “Princesa Lalla Meriem” (Marruecos, 2000), así como el Segundo Premio en el “José Iturbi” de Valencia (2000) y Medalla por unanimidad en el Concurso “María Canals” de Barcelona (2004), sumando a estos más de una veintena de premios especiales y primeros premios en concursos nacionales en nuestro país.

Ha sido invitado a tocar al Festival de Santander, Festival “Rafael Orozco” de Córdoba, Ciclo de conciertos de Bellinzona del Festival de Lugano (Suiza), Ciclo “Don Quijote” de París, Festival Music3 (Bélgica), actuando en prestigiosas salas como el Teatro Monumental de Madrid, Auditorio “Manuel de Falla” de Granada, Palau de les Arts de Valencia, Mozarteum de Salzburgo, Konzerthaus de Berlín, Tonhalle en Dusseldorf, Laeiszhalle en Hamburgo o Wigmore Hall de Londres entre otros. Ha ofrecido recitales en Francia, Reino Unido, Bélgica, Austria, Italia, Alemania, Portugal, Chile y Estados Unidos, realizando grabaciones para RNE, RAI, RTSI, RNM, RTBF, RBB y TVE. Su interpretación de la Suite Iberia de Albéniz ha sido aclamada por la prensa y el público, siendo registrada en numerosas ocasiones por diferentes radios europeas.

Ha actuado como solista con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, Orquesta Sinfónica de Valencia, Orquestas Sinfónicas de Málaga y Granada, Orquesta de Extremadura, Orquesta de RTVE y numerosas orquestas de cámara, con los directores Adrian Leaper, Max Bragado, Michael Thomas, Enrique García Asensio, Xavier Puig, Domenico Longo, Miquel Ortega, Esther Sanzo, Lorenzo Ramos, Rubén Gimeno y Álvaro Albiach. Su amplio repertorio en la música de cámara le ha llevado a tocar por toda Europa con músicos como Shirly Laub, Benjamin Dieltjens, Ángel Luis Quintana, Jesús Reina, Isabel Villanueva y la violinista norteamericana Tai Murray con quien mantuvo dúo durante varios años.

Profesor de piano del Conservatorio Superior de Música de Badajoz, se ha convertido en uno de los pedagogos más solicitados en España, siendo invitado también a impartir clases magistrales en la Universidad Pontificia de Santiago de Chile y el Conservatorium van Amsterdam. Es invitado a formar parte como jurado de numerosos concursos nacionales e internacionales y muchos de sus alumnos han sido galardonados con Primeros Premios en prestigiosos certámenes de interpretación.

Programa 11

Temporada de conciertos

2020-2021

Mozart. Concierto para piano nº 24
Mendelssohn. Sinfonía nº 1

La atracción de do menor

25 de marzo Badajoz
26 de marzo Cáceres