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Programa 12

Temporada de conciertos

2020-2021

Jóvenes eternamente

15 de abril Badajoz
16 de abril Plasencia

Orquesta de Extremadura
Alba Ventura
Nodoka Okisawa

Programa

1. (Concierto sin intermedio)

Wolfgang Amadeus Mozart. Concierto para piano nº 9 en mi bemol mayor, K. 271, «Jeunehomme» (1777) *

Allegro
Andantino
Rondó (Presto)

Alba Ventura, piano

Wolfgang Amadeus Mozart. Sinfonía nº 40 en sol menor, K. 550 (1788)

Molto allegro
Andante
Menuetto. Allegretto

Nodoka Okisawa, directora

 

* Primera audición por la Orquesta de Extremadura

Un Mozart con 21 años de un Mozart con 32 años separan estas dos composiciones que conforman este programa. Ambas geniales, ambas imprescindibles y ambas jóvenes eternamente. Ni los años ni el tamiz de tonalidad menor de la sinfonía nos privan de su energía, de su vitalidad y, por supuesto de su genialidad. Desbordante, apabullante. Genio y juventud de la mano de la directora japonesa Nodoka Okisawa, ganadora de la 56 edición del concurso de Besançon, al piano Alba Ventura en su tercera visita al ciclo de conciertos de la OEX, un verdadero deleite.

Notas al programa

De Mozart a Mozart

De un Mozart con 21 años a otro con 32. Apenas once años distancian las dos composiciones que hoy se escuchan del genio salzburgués. Ambas geniales, las dos imprescindibles. Un trecho que refleja la abismal evolución del genio. De Mozart a Mozart. De la “maravilla del mundo” que habla Alfred Brendel al referirse al Concierto Jeunehomme que hoy abre el programa a “la más romántica de las sinfonías prerrománticas”, como más de una vez ha sido considerada la popular Sinfonía número 40 que lo cierra. Del luminoso Mi bemol mayor al trágico sol menor. Apenas dos tonos de distancia, pero que marcan un abismo tan rotundo como el de estos dos Mozart que hoy se confrontan y abrazan en Extremadura.

Concierto para piano número 9, en Mi bemol mayor, K 271, “Jeunehomme”

El noveno concierto para piano de Mozart es la primera obra concertante en la que el genio se revela como un creador en plenitud ya dominador de los resortes técnicos y artísticos que marcarán lo mejor de su enorme catálogo. Asombra, sí, la madurez y hondura que el joven compositor —21 años— destila en los tres movimientos, y muy especialmente en el lírico Andantino central, una dramática aria operística en do menor que poco o nada tiene que envidiar a sus más inspiradas páginas líricas. Es un fragmento de honda y dramática emoción, que establece una de las cimas —¡una más de tantas!— que atesora el catálogo mozartiano. El místico Messiaen consideró este doloroso andantino como “una meditación sobre la muerte”.

Compuesto en Salzburgo en Salzburgo en 1777, el sobrenombre de “Jeunehomme”, responde al hecho de que siempre se pensó que Mozart lo escribió para una joven y desconocida pianista francesa así apellidada. Sin embargo, algunas investigaciones recientes –como la de musicólogo Michael Lorenz— apuntan a que la destinataria en cuestión era una tal Victoire Jenamy (1749—1812), hija de Jean—Georges Noverre, famoso bailarín que fue uno de los mejores amigos de Mozart en el tiempo en que éste compuso el concierto. Abunda en ello el hecho de que la por entonces ya no tan joven doncella —28 años cuando Mozart le dedica el concierto— se encontrara en Salzburgo durante el periodo en el que nace esta composición por todos considerada como “absoluta obra maestra”. Para Alfred Brendel, que ha sido uno de sus mejores y más frecuentes intérpretes, “una de las mayores maravillas del mundo”.

Sus tres movimientos destilan audacia y originalidad. Ya desde el Allegro inicial, donde el piano asume absoluto protagonismo desde el segundo compás, de un modo inédito que se anticipa al comienzo de los dos últimos conciertos de Beethoven, Mozart establece parámetros absolutamente novedosos, particularmente relevantes en lo que concierne al equilibrio entre el piano solista y la orquesta, que establece un nuevo lenguaje que resultará determinante en el desarrollo de la forma concertante.

El ya comentado andantino central aparece formulado en la tonalidad relativa de do menor, y es el primer movimiento lento en modo menor del catálogo de los conciertos mozartianos. Tras una larga y sombría introducción de la orquesta, irrumpe el piano para establecer un espacio sonoro más luminoso y decididamente melodioso. El amplio desarrollo temático (el movimiento dura sobre trece minutos, algo solo comparable a la extensión de algunos corales de Bach compuestos medio siglo antes) entraña motivos de intensa emotividad y belleza, enmarcados en un ambiguo espacio tonal que oscila entre modos mayores y sus relativos menores.

Como contraste, el rondó final es una explosión de virtuosismo y luminosidad. Se inicia con un solo de piano que pronto da pie a una estructura característica, que engloba y queda inesperadamente interrumpida en su sección central por la aparición de un cantable minueto en la subdominante de La bemol. Un guiño a un pasado que aquí comienza a declinar. También una rareza que luego, años después, en 1785, repetirá en su otro gran concierto para piano en Mi bemol mayor, el número 22. El que hoy interpretan Alba Ventura y la Orquesta de Extremadura dirigida por Nodoka Okisawa es, sin duda, el primer gran concierto para piano y orquesta de la historia de la música.

Sinfonía número 40, en sol menor

Fechada en Viena el 25 de julio de 1788 y definida por algunos musicólogos como la “Patética” de Mozart, la Sinfonía número 40 puede ser ciertamente considerada como la más romántica de las sinfonías prerrománticas. La penúltima sinfonía creada por el genio mozartiano se encuentra, efectivamente, teñida de referencias anímicas y personales inauditas hasta entonces. Desde su estreno, sus cuatro excelentes e hilvanados movimientos han hecho de esta cromática sinfonía de aliento casi romántico una de las más populares del género.

Mozart trabaja en ella tras atravesar uno de los episodios más difíciles de su existencia: el que se inicia tras el retorno a Viena a mediados de noviembre de 1787, cuando después del entusiasta recibimiento que los praguenses dispensan al estreno absoluto de Don Giovanni (29 de octubre de 1787), el conservador público vienés ni comprendió ni aceptó la hoy popular ópera, que fue recibida con inesperada frialdad. Este importante revés, sumado a la apretada economía de los Mozart (a pesar de haber ya recibido Wolfgang Amadeus del emperador José II el título de “Compositor de la Cámara Imperial y Real”) será la causa primordial de que quedara sumido en un prolongado período de aletargamiento, en el que, salvo el pianístico Concierto de la Coronación, no llegó a cristalizar ninguna obra significativa.

Este estéril tiempo se prolonga hasta junio de 1788, mes en el que recobra su sorprende fertilidad musical. De hecho, en el breve espacio de tiempo que media entre el 22 de junio y el 10 de agosto de 1788, el de nuevo prolífico genio de Salzburgo crea, además de los espléndidos Tríos en Mi mayor (K 542) y en Do mayor (K 548) y varias sonatas para piano, sus tres últimas sinfonías.

De esta tríada final, la Köchel 550 que hoy se escucha es la sinfonía mozartiana imbuida de mayor lirismo y sentido dramático, debido probablemente al cúmulo de adversidades que atravesaba durante el periodo que la compone (el 29 de junio fallece su último hijo —una niña—; Viena seguía sigue sin entenderlo; el Emperador José II le rebaja su salario de “Músico de la Corte”…). Asombra la distancia anímica y estética que hay entre el vecino (cronológicamente) Mozart de la muy exultante, brillante y triunfal Sinfonía en Do mayor, K 551, “Júpiter” y el universo reconcentrado y oscuro de la Sinfonía en sol menor.

La obra no fue comprendida por los contemporáneos de Mozart, que llegaron a calificarla incluso de “horrible”. Bastante más generosos se mostraron los juicios vertidos por las generaciones posteriores, que no dudaron en acomodar esta sinfonía (considerada por el romantiquísimo Robert Schumann como “una obra de fluctuante gracia helénica”) en la memoria musical colectiva.

Mozart renuncia en el primer movimiento —»Molto allegro»— a la habitual introducción lenta que solía preceder el inicio del primer tema en las sinfonías hasta entonces escritas. Ya desde el primer compás se escucha el sencillo y popular tema que define esta innovadora composición. El tema, presentado por los violines, es recogido luego por oboe y fagot, y en su desarrollo se perciben atrevidas disonancias, que luego reaparecerán en el tercer tiempo. El reposado segundo movimiento es un “Andante” en compás de 6/8, al que ciertos musicólogos han querido considerar como precedente de la Primera sinfonía, en Do mayor, de Beethoven. El atractivo tercer movimiento —»Menuetto: Allegretto»— también ha sido calificado como precursor del genio de Bonn. Su ritmo sincopado y las disonantes armonías confieren a este fragmento un talante innovador que, efectivamente, lo acercan al “scherzo” que Beethoven configurará sólo una década después. El brillante “Allegro assai” que cierra la sinfonía contrasta con los movimientos precedentes. Se trata de un convencional rondó, en el que Mozart estable un contrapuntístico juego de contrastes entre las tonalidades mayores y menores. En consonancia con el conjunto estético de la sinfonía, ésta concluye en tono menor, algo muy lejano del hasta entonces tradicional y positivo final en modo mayor.

La Sinfonía nº 40 de Wolfgang Amadeus Mozart sonó por primera vez por la Orquesta de Extremadura el 24 de septiembre de 2004 en la Iglesia de la Purísima Concepción de Villanueva del Fresno, dirigía Jesús Amigo. Por última, el 6 de septiembre de 2014 en el Palacio de Congresos de Badajoz Manuel Rojas, con Mauricio Linari como director invitado.

© Justo Romero

Justo Romero (Badajoz, 1955) es una de las firmas más conocidas y reconocidas de la música española. Ha sido director técnico de la Orquesta Bética Filarmónica (1978-1981) y de la Orquesta de Valencia (1995-1998); fundador de la Orquesta de la Comunidad Valenciana (2005-2007), asesor artístico del Festival Albéniz de Camprodón (1999-2007) y del Auditorio de Alicante (2011-2017), y Dramaturgo del Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia (2005-2014). Fue crítico musical de los diarios El PaísDiario 16 y El Mundo, así como en la revista Scherzo y otras publicaciones especializadas. Su extensa bibliografía incluye títulos como Sevilla en la óperaAlbénizEl Gato MontésFallaEl Padre Soler en el Archivo Ducal de Medina-SidoniaCristóbal Halffter, este silencio que escuchoChopin. Raíces de futuro, y El piano 52+36. Ha dictado conferencias y dirigido seminarios en múltiples países y universidades. Desde 2016 es crítico del diario Levante.

Alba Ventura

Nacida en Barcelona, Alba Ventura debutó como solista a la edad de trece años junto a la Orquesta de Cadaqués y Sir N. Marriner en San Sebastián y en el Auditorio Nacional de Música. Desde entonces su carrera como solista no ha parado de crecer con invitaciones de auditorios como el Wigmore Hall, el Barbican y la Iglesia de St. Martin in the Fields, Concertgebouw de Ámsterdam, Musikverein, Cité de la Musique de París, y la Sala Svetlanovsky de Moscú entre otras, habiendo tocado además de en las principales salas españolas. Su actividad internacional también la ha llevado a actuar en Estados Unidos, Colombia, Argentina, Nueva Zelanda y China. Ha sido dirigida por personalidades como Antonini, Harth-Bedoya, Hogwood, Mas, Pons, Oue, Ros Marbà y Vásary, y ha colaborado con importantes orquestas como la Philharmonia y Hallé, London Mozart Players, Filarmónica Nacional de Hungría, la Sinfónica Nacional Checa y las principales orquestas españolas.

Alba Ventura es además una devota música de cámara, y ha colaborado, entre otros, con los cuartetos Brodsky, Takacs y Casals, los violinistas Boris Belkin, Gordan Nikolic, Leticia Moreno, Tai Murray o Lina Tur Bonet, la violista Isabel Villanueva, o los cellistas David Cohen o Astrig Siranossian.

Entre las distinciones recibidas, cabe destacar el Queen Elizabeth Rosebowl entregado por el Príncipe de Gales,  el triunfo en las audiciones internacionales del Young Concert Artist Trust (YCAT), su inclusión en el programa Rising Stars que promueve ECHO (European Concert Halls Organisation), el Premio IMPULSA de la Fundación Príncipe de Girona y la Medalla Albéniz de la Fundación Isaac Albéniz.

Sus últimos trabajos discográficos están dedicados a Rachmaninov y los Études (desde Czerny a Rautavaara) y han tenido gran acogida por parte de público y la crítica. En 2019 Alba Ventura ha acometido la grabación de la integral de las Sonatas para piano de Mozart.

Alba Ventura es, además, profesora titular en el Conservatorio Superior de Música del Liceo. 

Nodoka Okisawa

“Cómo Okisawa le da seguridad a la orquesta, cómo da forma a la partitura compleja con autoridad natural y estira con valentía el espectro de volumen en todas las direcciones, eso impresiona. ¡Esperamos verla de nuevo pronto!

Frederik Hanssen, Der Tagesspiegel

Nodoka Okisawa es la ganadora del reconocido Concours international de jeunes chefs d’orchestre de Besançon 2019, donde recibió el «Gran Premio», así como el premio de la orquesta y el público. Ya en 2018 ganó el Concurso Internacional de Música de Tokio para Dirección, uno de los concursos internacionales de dirección más importantes.

Al comienzo de la temporada 2020/21, Nodoka Okisawa será becaria de la Academia Karajan de la Filarmónica de Berlín y asistente de Kirill Petrenko. Además de ayudar al director principal de esta orquesta en conciertos y ópera, el alcance de su beca de dos años también incluye la realización de sus propios proyectos de conciertos junto con estudiantes de la Academia Karajan.

Lo más destacado de la temporada actual y la próxima incluye su debut con la Orquesta Sinfónica de NHK, la Orquesta Sinfónica de Yomiuiri Nippon y la Orquesta Filarmónica de Nuevo Japón, así como con la Orquesta de Extremadura, la Real Filharmonía de Galicia y la Orquesta Sinfónica de San Petersburgo. Los compromisos pasados la han llevado a orquestas como la Orquesta Filarmónica de Tokio y la Brandenburgisches Staatsorchester Frankfurt / Oder.

Ha asistido a numerosas clases magistrales, entre otras con Neeme y Paavo Järvi y Kurt Masur. En 2019 y 2020 fue seleccionada para la Academia de Ópera Italiana Riccardo Muti en Tokio. Adquirió más experiencia en el pasado como asistente de dirección del Ensemble Kanazawa y en producciones de ópera en Japón y Europa.

Nacida en 1987 en Aomori, Japón, aprendió piano, violonchelo y oboe desde la primera infancia. Estudió dirección en la Universidad de las Artes de Tokio con Ken Takaseki y Tadaaki Otaka y se graduó con una maestría. En 2019 obtuvo su segundo título de maestría en la Hochschule für Musik Hanns Eisler Berlin con Christian Ehwald y Hans-Dieter Baum. Nodoka Okisawa vive en Berlín.

Programa 12

Temporada de conciertos

2020-2021

Mozart. Concierto para piano nº 9
Mozart. Sinfonía nº 40

Jóvenes eternamente

15 de abril Badajoz
16 de abril Plasencia