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Programa 09

Temporada de conciertos

2021-2022

Luces y sombras

10 de marzo Badajoz
11 de marzo Plasencia

Orquesta de Extremadura
Guillermo García Calvo

Programa

1.

Antonio Salieri. Falstaff. Obertura (1798) *

Wolfgang Amadeus Mozart. Concierto para piano nº 13 en do mayor, K.415 (387b) (1782-1783) *

Allegro
Andante
Allegro

Guillermo García Calvo, solista

2.

Robert Schumann. Sinfonía nº 2 en do mayor, op.61 (1845-1846)

Sostenuto assai - Allegro ma non troppo
Scherzo: Allegro vivace
Adagio expressivo
Allegro molto vivace

Guillermo García Calvo, director

 

* Primera audición por la Orquesta de Extremadura

Mozart y Salieri trabajaron en la corte imperial de José II. Salieri era un prestigioso maestro de la capilla real, consagrado a la ópera, en Viena. Usó el texto de Shakespeare para su Falstaff, un drama jocoso que recuerda a la obra de su “rival”. El Concierto para piano y orquesta número 13 nos hará percibir la riqueza y luminosidad de Wolfgang Amadeus Mozart. Schumann concluirá con su Segunda Sinfonía, una lucha total entre la claridad y las tinieblas.

Notas al programa

Luces y sombras

La Orquesta de Extremadura cuenta para este programa, que podría titularse “De la Corte Imperial vienesa al sinfonismo de Schumann legado por Beethoven”, con el internacional músico español Guillermo García Calvo, director en Chemnitz (Alemania) y titular del madrileño Teatro de la Zarzuela. Comenzará la clásica primera parte con la obertura de la ópera Falstaff, escrita por Antonio Salieri con un libreto de Carlo Prospero Defranceschi, sobre la obra homónima de William Shakespeare y le seguirá el menos habitual Concierto para piano y orquesta número 13 de Wolfgang Amadeus Mozart, con el maestro García Calvo también como solista. Para la segunda parte, Schumann hará su acto de presencia con la Segunda Sinfonía.

Obertura a la ópera Falstaff de Antonio Salieri

Antonio Salieri (1750-1825) se dio a conocer en el Cine como aquel tirano y presunto asesino que acabaría con la vida del joven compositor nacido a los pies de los Alpes austríacos, en la película que narraba la vida de Wolfgang Mozart, en el “Amadeus” de Milos Forman. Uno y otro trabajarían al servicio del monarca José II de Habsburgo, en la llamada Hofkapelle vienesa. Salieri era el prestigioso maestro de la capilla real que se vería ensombrecido por la capacidad y dotes creativas del recién llegado. El maestro italiano fue más un antecesor que un adversario de Mozart. De ahí parte la idea teatralizada de su supuesta enemistad. La escena se le daba estupendamente a Salieri, usando el texto de Shakespeare para su Falstaff o Le tre burle (1799), un drama jocoso que recuerda a la ópera bufa de Mozart.

Inicia pastoril y se desarrolla al modo clásico del siglo XVIII, con cambios rítmicos y dinámicos. Estamos ante un dramma giocoso que resalta desde su Obertura un estilo similar al de las contradanzas inglesas mezclado con el refinamiento italiano. Algunas de las divertidas entradas correrán a cargo de las maderas, como la flauta o el fagot, aportando gracia a la partitura. No deja de resultarnos similar al modo compositivo mozartiano, cercano al de Las bodas de Fígaro.

A pesar de que un anciano Salieri afirmara haber asesinado a Mozart, que Pushkin lo transcribiera y Rimski-Kórsakov le pusiera música en forma de ópera, lo cierto es que se ha encontrado recientemente en la Biblioteca del Museo de Música de Praga una cantata, Per la ricuperata salute di Ofelia con la firma de ellos dos, sumada a la de un tercer compositor.

Concierto para piano y orquesta número 13 en do mayor, K.415 (387b) de Wolfgang Amadeus Mozart

Mozart escribiría una docena de conciertos para piano y orquesta en Salzburgo, los últimos para dos pianos tras su retorno de París y los diecisiete más importantes en Viena, para su disfrute y el de su público, bajo suscripción, durante la última década de su vida.

El Concierto para piano y orquesta número 13 de W.A. Mozart nos hará percibir la importancia de la tonalidad en do mayor, el colorido instrumental y las referencias a los sonidos de las bandas militares, resaltando el gran virtuosismo del solista. El 23 de marzo de 1783, tuvo lugar un evento en Viena de suma importancia, encumbrando al joven Mozart en la capital donde residía desde hacía un par de años. Quiso dar a conocer tanto sus composiciones anteriores a esa época como a las nuevas. De su tiempo en Salzburgo, incluyó la Serenata Haffner y un movimiento de la Serenata Posthorn. A todo ello, añadió dos conciertos para piano y orquesta, uno de la era de Colloredo y otro, el decimotercero, escrito para la ocasión. Las arias que agregó pertenecían a las óperas Lucio Silla e Idomeneo rey de Creta. Por si todo esto fuera poco, Mozart interpretó e improvisó al teclado algunas fugas y variaciones. Se dice que el mismo emperador, José II, estuvo presente en esa y durante una ocasión posterior.

El primer movimiento, Allegro, se muestra colorista, con un ritmo casi marcial y mediante unas cuidadas incursiones solistas. Precioso y destacable será el segundo tema. La romanza aparecerá sin pretensiones, pasando de la opulencia inicial de la obra a la calma, a través de una cadencia que sorprenderá al oyente de una forma embriagadora. La orquesta de cuerda irá cogiendo cuerpo hasta la aparición del timbal. Las voces se entrelazarán esperando a la llegada de las trompas y las trompetas. No faltarán el brío ni el temperamento. El piano se muestra ágil, juguetón y con carácter. Estamos ante una fiesta melódica, un mar infinito de sonidos. Concluye rotundo y afirmativo.

Con el Andante, nos aproximará Mozart a un tiempo de una emoción y delicadeza absolutas, cada nota parecerá como si nos acariciara la piel. Todo queda perfectamente estructurado y con una sensible acentuación a manos del teclado que estará acompasado por la suavidad del acompañamiento orquestal. Nada desentona, como si de una obra de los dioses se tratase.

La jovialidad y la contundencia se volverán a dar cita en el último movimiento, Rondó-Allegro. Recuerda a Haydn por su punto humorístico y nos plasma unas frases musicales que no acabarán de ser concluidas, haciéndonos creer lo contrario. Juega con el oyente y nos hace partícipes de estos divertimentos. La profundidad y el tono festivo estarán presentes a partes iguales. Escuchamos a un Mozart liberado, en estado puro y sin ataduras. Los instrumentos de madera aportarán serenidad. Consigue unos efectos diferentes en un mismo tiempo, tales como resultar ligero y profundo, buscando entretener en estos conciertos bajo suscripción pero no de cualquier modo…

Entre 1782 y 1786, Mozart escribió además de sonatas y piezas para tecla, catorce nuevos conciertos con orquesta. Su actividad durante sus primeros años vieneses fue vertiginosa. Interesaba su obra y su manera de interpretarla. Los conciertos números 11 a 13 muchas veces se tocaron con orquestas reducidas o con un escueto cuarteto de cuerda.

Sinfonía número 2 en do mayor, op.61 de Robert Schumann

Robert Schumann concluirá el evento con su Segunda Sinfonía en do mayor, aportando romanticismo al encuentro sin abandonar las líneas clásicas que veníamos narrando. Mezcla la expresión pianística en una estructura orquestal plena, no percibida en su anterior obra sinfónica. Pensar en Robert Schumann es hacerlo en el piano y parece que hasta la sinfonía fuera concebida, inicialmente, como una composición para el teclado. Estamos ante una pieza colosal, llena de temperamento.

Pese a que su numeración es de Segunda, en su orden cronológico figuraría como la tercera. Viene a representar la lucha del ser humano y la resistencia del espíritu o la debilidad de su estado de salud y su deseo de mejoría. Aquí se plasma la fuerza y perseverancia de un autor que sufre, que duda pero que es un luchador tenaz. La sombra alargada de Beethoven estará presente.

El conflicto interior de Schumann intenta superarse y “fue la resistencia del espíritu la que estuvo trabajando aquí y me ayudó a combatir mi estado”, sentencia.

Todo lo referente a este músico simboliza o pretende representar un estado anímico, pensando en el estilo clásico y haciendo incursiones románticas líricas y de suma expresividad. No fue hasta la llegada a esta obra cuando pudo ver plasmado todo un desarrollo orquestal real, hasta ahora con trazos no demasiado perfilados.

El matrimonio Schumann, compuesto por la virtuosa pianista Clara Wieck y el mencionado compositor, se mudaron a Dresde con la intención de que los nuevos aires fueran más tranquilizadores y animaran al autor en sus labores como pianista y compositor. Componían y tocaban, realizaban críticas musicales y leían juntos. Fue una etapa de aparente calma.

Se comenzaría a escribir en diciembre de 1845 y se finalizó el 19 de octubre de 1846, siendo Felix Mendelssohn quien la estrenaría en Leipzig, el 5 de noviembre de ese mismo año, con la Orquesta de la Gewandhaus. Añadiría instrumentos de metal en una revisión que se acerca más a la edición que Gustav Mahler haría posteriormente.

El primer movimiento, Allegro ma non troppo, está repleto de esa lucha y carácter voluble. “A veces temo que se adivine mi estado de medio inválido a través de mi música”, llegó a decir. La introducción es lenta, con la presencia de las trompetas, las trompas y los trombones en un primer término, a modo de fanfarria. Las secciones de cuerda y la madera van cogiendo peso, en un desarrollo contrapuntístico de una belleza melódica.

Durante el Scherzo, se produce un estado de movimiento constante o perpetuum mobile, cercano al compositor y director de orquesta que la estrenó, Felix Mendelssohn, con guiños a la música de cámara y a la polifonía.

Uno de los Adagios más bien construidos y apasionados de la Historia de la Música será este que escucharemos, cercano al Clasicismo pero con la sensibilidad propia del Romanticismo. El oboe tiene un importante papel y su compositor domina aquí plenamente su escritura. Para Schumann, el último movimiento era el que mejor le definía y se sintió mucho más conforme una vez finalizada la composición. “Lo único que puedo tener es esperanza”, comentó. Se aproxima a la Sinfonía Italiana de su admirado Mendelssohn y se recapitula el tema del inicio, a modo de coda, como si nos quisiera decir su autor: Estoy totalmente recuperado y la vida me pertenece…

© Jaime Arroyo Moya

Jaime Arroyo Moya es un comentarista musical que colabora habitualmente con publicaciones especializadas y como conferenciante. Trabaja en un departamento de Música y es un viajero difusor de la Cultura.

Guillermo García Calvo

Generalmusikdirektor del Theater Chemnitz y director musical del Teatro de la Zarzuela, Guillermo García Calvo desarrolla una extensa carrera como director en escenarios internacionales como la Deutsche Oper Berlin, la Wiener Staatsoper o la Ópera de París, entre otros, y españoles como la Ópera de Oviedo, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona o el Teatro Real y el Teatro de la Zarzuela de Madrid.

Debutó como director de ópera en 2003 con Hansel y Gretel en el Schlosstheater Schönbrunn (a los 25 años) y, en 2009, sustituyó a Daniele Gatti en una nueva producción de Macbeth de la Wiener Staatsoper, escenario con el que mantiene una estrecha relación desde 2002, habiendo sido responsable de la preparación musical de más de medio centenar de títulos del repertorio operístico y habiendo dirigido más de doscientas representaciones de ópera y ballet: L’elisir d’amore, Rigoletto, La fille du régiment, Il Barbiere di Siviglia, Lucia di Lammermoor, La Flauta Mágica, La traviata, Nabucco, La Sonnambula, Coppélia , El Cascanueces, Onegin, Don Quixote, Giselle, Mayerling, Anna Karenina, Romeo y Julieta, El Lago de los Cisnes o el reciente estreno mundial de Persinette.

En España hizo su estreno operístico en 2011 con Tristan und Isolde en el Teatro Campoamor de Oviedo, donde inició en septiembre de 2013 el estreno de la tetralogía wagneriana Der Ring des Nibelungen.

En 2016 tuvo lugar su debut en la Ópera de Florencia con la orquesta del Maggio Fiorentino dirigiendo Goyescas de Enric Granados y El amor brujo de Manuel de Falla y ese mismo año, debutó en el Palais Garnier de París. También en 2016 fue responsable del «estreno en tiempos modernos» de la ópera Elena e Malvina, de Ramón Carnicer, con la Orquesta y Coros Nacionales de España.

Nombrado Generalmusikdirektor de la Ópera de Chemnitz (Alemania) y director titular de la Robert-Schumann-Philharmonie desde la temporada 2017/2018, ha dado a las obras de Richard Wagner un importante papel en el repertorio de ese teatro, creando una nueva producción de la tetralogía Der Ring des Nibelungen, una de cuyas óperas, Götterdämmerung (El ocaso de los dioses) recibió en 2019 el premio Faust a la mejor producción de ópera de Alemania.

Desde enero de 2020 es además Director Musical del Teatro de la Zarzuela de Madrid.

Guillermo García Calvo compagina estos cargos con la dirección de óperas y conciertos en otros escenarios, destacando sus trabajos en la dirección de obras como Siegfried (Ópera de Oviedo), que le valió el premio Ópera XXI a la mejor dirección musical en la temporada 2017/2018, Katiuska (Teatro de la Zarzuela), La Gioconda (Gran Teatre del Liceu), que le valió el Premio de la Crítica de Amics del Liceu a la mejor dirección musical, L’elisir d’amore en el New National Theater de Tokio o Don Giovanni en la Ópera de París.

Nacido en Madrid en 1978, Guillermo García Calvo se graduó en la Universität für Musik de Viena con una tesis sobre Parsifal y con un concierto en la Gran Sala del Musikverein dirigiendo la obertura de Tannhäuser. Entre 2000 y 2002 completó su formación como asistente de Iván Fischer y la Orquesta del Festival de Budapest y en verano de 2007 con Christian Thielemann en el Festival de Bayreuth como asistente musical de Der Ring des Nibelungen.

Programa 09

Temporada de conciertos

2021-2022

Salieri. Falstaff. Obertura
Mozart. Concierto para piano nº 13
Schumann. Sinfonía nº 2

Luces y sombras

10 de marzo Badajoz
11 de marzo Plasencia