Programa 11

Temporada de conciertos

2021-2022

Tránsitos hacia la reinvención

7 de abril Badajoz

Orquesta de Extremadura
Josu de Solaun
Andrés Salado

Programa

1.

Serguéi Rajmáninov. Concierto para piano nº 2 en do menor, op.18 (1901)

Moderato
Adagio sostenuto
Allegro scherzando

Josu de Solaun, piano

2.

Piotr Ilich Chaikovski. Sinfonía nº 5 en mi menor, op.64 (1888)

Andante - Allegro con anima
Andante cantabile con alcuna licenza
Valse: Allegro moderato
Finale: Andante maestoso - Allegro vivace

Andrés Salado, director

Del vértigo del agotamiento también emergen melodías que parecen haber existido siempre. Rajmáninov sorteó una fuerte crisis creativa sin imaginar que su lirismo acabaría filtrándose hasta en los fastos de Hollywood, en la voz de tantos, del Sinatra que podría, acaso, devolverle su acompañamiento: “Vivo de nuevo la hermosura que conocimos”. Ese reencuentro con la inspiración sacudió igualmente a Chaikovski, quien superó la página en blanco aliándose a la infalible idea del destino. En sus anotaciones leemos “murmullos, dudas, lamentos y de nuevo reproches”, designios a los que el compositor ruso supo responder per aspera ad astra, por el sendero áspero, a las estrellas; a través del esfuerzo, el triunfo.

Notas al programa

El hilo conductor que atraviesa nuestra temporada 2021-2022 luce un único concepto: esfuerzos. Las dos obras que acompañan este programa conectan con la empatía que articula una certera expresión: “per aspera ad astra”, por el sendero áspero, a las estrellas; a través del esfuerzo, el triunfo.

Del vértigo a la página en blanco y la confianza recobrada nacieron las eternas melodías que nos legó el Concierto para piano n. 2 en do menor, op. 18 (1901) de Serguéi Rajmáninov (1873-1943). Acababa de superar una severa depresión que le mantuvo años en silencio tras el rechazo de su Sinfonía n. 1 (1897), un desafío personal que impulsó al compositor ruso a dedicar su nueva obra al médico Nikolái Dahl. El Concierto para piano n. 2 representa así un renacimiento creativo que florece en el lirismo que Rajmáninov consigue camuflar en una ardua tarea de invención. Además de los cuidados del doctor Dahl, a Rajmáninov le ayudó la amistad. Junto a la compañía del barítono Fyodor Chaliapin, el compositor encontró alivio en la estancia italiana que iluminaría los esbozos destinados al segundo y tercer movimiento. A su regreso a Moscú, Rajmáninov los presentó en un concierto benéfico en diciembre de 1900. Allí acarició el éxito y la fortaleza para completar el resto de la partitura y estrenarla él mismo como solista en octubre de 1901.

Descubriremos, en la interpretación del pianista Josu de Solaun y la dirección de Andrés Salado, la desnudez con que Rajmáninov reta al piano ante la orquesta en el Moderato que da inicio al concierto. Como el tañer de una campana, abrirá la partitura una dramática sucesión de nueve acordes de creciente intensidad. No espera la inmediata respuesta de los violines, que se lanzan a expresar el primer tema de la obra mientras el piano fusiona su virtuosismo al servicio de la melodía. Con una estructura en tres secciones, según la clásica forma de sonata, consuma este primer movimiento un elegante segundo tema que devolverá al solista a un primer plano. Sin embargo, la recapitulación final engaña al oído al evitar retrotraerse al comienzo y beber, en su lugar, de este segundo tema con un inspirado solo en la trompa y la brillante coda que culmina el movimiento. La cálida sonoridad de la flauta y el clarinete nos prepara para el evocador Adagio sostenuto en el que Rajmáninov nos revela su íntima capacidad lírica para hacer cantar al piano. Su expresión contenida empuja irremediablemente al delirio técnico en un clímax que desemboca en el lucimiento del solista, una cadencia que se disuelve en el retorno al apacible tema principal. El tercer y último movimiento, Allegro scherzando, agitará un torbellino de ideas melódicas ya presentadas, con el paréntesis que nos regala una de las melodías más reconocidas del concierto en las violas y el oboe solista. En su apoteósico final ruge la nítida escritura de Rajmáninov, una vorágine de apasionados temas interconectados que incitó a intelectuales como Asafiev a aclamar cómo su música glorificaba con ternura la belleza de la vida: “el oyente experimenta la presencia de la respiración humana, el flujo vital del habla viva, que va de corazón en corazón”. Rajmáninov nunca imaginó que el poder seductor de su Concierto n. 2 alcanzaría el cine de Hollywood o la voz de Frank Sinatra en sus célebres Full moon and empty arms (Luna llena y brazos vacíos) y I think of you (Pienso en ti), canción que podría acaso devolver a su creador el resumen de su propio resurgimiento, si nos dejamos llevar por aquella letra final… “I live again the loveliness we knew” (Vivo de nuevo la hermosura que conocimos).

Semejante reencuentro con la inspiración sacudió la escritura incesante que otorgó sentido último a la vida creativa de Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893). Fue en sus cartas donde cedió parte de este territorio imaginario a la confesión privada. En ellas testimonió las dudas que atenazaban su habilidad para componer durante la creación de su Sinfonía núm. 5 en Mi menor, op. 64. Así de rotundo se expresaba ante su hermano el 15 de mayo de 1888: “Hablando con franqueza, no siento ningún impulso creativo. ¿Qué significa esto? ¿Me he abandonado a mí mismo? ¿Sin ideas, sin ánimo? Todavía estoy esperando reunir poco a poco materiales para la sinfonía”.

A la ausencia de concentración se contraponían sus ansias por demostrar, a los demás y a sí mismo, que no estaba agotado como compositor y terminó la obra a finales de verano. Ayudó el entorno en el que halló su refugio: las boscosas colinas de Frolovskoe, a medio camino entre Klin y Moscú, donde podía estar solo y cuidar de su jardín. “Cuando sea viejo, y ya no pueda componer, me dedicaré a cultivar flores. He estado trabajando con buenos resultados, y la mitad de la sinfonía está orquestada”, escribió el 25 de julio de 1888 a su mecenas, Nadezhda von Meck. Había pasado una década desde que le dedicara su cuarta sinfonía (1877-78) y se había impuesto la presión de superarla. Aquella fue la primera vez que intentaba traducir pensamientos, imágenes musicales en palabras. No sabía cómo exponerlas. Chaikovski reconoció su creación como un eco fiel de la tristeza, un recuerdo de las pasiones que había experimentado aquel invierno. Retomando una vieja obsesión, lo denominó destino. Pese a no basarse en un programa preciso, la Sinfonía no. 5 se ha revestido en numerosas ocasiones de esta misma idea proteica. En los bocetos previos a su composición pueden leerse las anotaciones que dedicó al primer movimiento: “Introducción: sumisión total ante el destino o, lo que es igual, ante la predestinación ineluctable de la providencia. Allegro. 1) Murmullos, dudas, lamentos, reproches contra… XXX. 2) ¿Me lanzaré en los brazos de la fe?».

Compuesta en cuatro movimientos –Adagio-Allegro con anima; Andante cantabile, con alcuna licenza; Allegro moderato y Andante maestoso-Allegro vivace–, aquellas declaraciones inescrutables, que acaso alimentaron su comienzo, se diseminan en una línea temática que, de manera cíclica, atraviesa la obra con el intimismo que Chaikovski siempre reclamó para su creación. Dos clarinetes y la sección de cuerda “pesante”, lúgubre, protagonizan este tema inicial que reverdece como motivo recurrente a lo largo de la sinfonía. Será el hilo que engarce los cuatro movimientos, que no es otro que el del omnipresente yo del compositor. Su lirismo intrínseco lanzará una de las melodías más conmovedoras que se conocen para trompa en el segundo movimiento. Rechazaría aquí algunas notas más: “consolación”, “un rayo de luz” o “no, no hay esperanza”. Junto al timbal irrumpe inesperadamente el tema, esa veta persistente concebida con tal flexibilidad estructural que parece acompañar la intensidad de una memoria estremecida. A retazos, los violines reanudan finalmente la emotiva melodía de la trompa. Aflora en el tercer movimiento un vals, en modo menor, que interpola entre sus repeticiones varios interludios. Clarinetes y fagotes detienen la danza con el tema al unísono, el mismo con que se abrirá el solemne “Finale”, esta vez en modo mayor, presentado en la cuerda y transfigurado en el carácter de una marcha triunfal. Fue este final el que resultó menos convincente para la crítica, incluyendo el juicio de Brahms. Las dudas resurgieron en su autor: “La sinfonía se ha vuelto demasiado florida, grandiosa, insincera y prolija”. Chaikovski dirigió el estreno de la sinfonía pocos meses más tarde, el 5 de noviembre de 1888, con la Sociedad Filarmónica de San Petersburgo. Aprendió con el tiempo a apreciarla al sentir que el público la acogía de manera entusiasta en sus primeras audiciones en Praga, Nueva York, Hamburgo, Manchester, Londres y Viena. Chaikovski, atormentado por la inseguridad y besado por el triunfo, diluyó la imagen del compositor consumido en un fervoroso ejercicio estilístico, alrededor de una realidad o ficción autobiográfica. La Sinfonía núm. 5 es la libreta íntima donde desató la inquietud de una lucidez sin límites. Dedicamos nuestro programa 11 al esfuerzo que pasa desapercibido, el mismo que alumbra estos dos tránsitos hacia la reinvención.

© Carmen Noheda

Carmen Noheda es investigadora posdoctoral Margarita Salas en el Centre for Research in Opera and Music Theatre (University of Sussex). Es doctora en musicología con Premio extraordinario de doctorado por la Universidad Complutense de Madrid, licenciada en historia y ciencias de la música (UCM) y titulada superior en clarinete (RCSMM), con ambos premios de fin de carrera. Entre 2015 y 2019 disfrutó de un contrato predoctoral de Formación del Profesorado Universitario (UCM) y ha realizado estancias de investigación en Seoul National University, University of California Los Angeles y Universidade Federal do Rio de Janeiro. Recientemente, ha trabajado en el archivo musical del compositor Luis de Pablo (ICCMU-SGAE, 2021) y colabora regularmente en actividades de divulgación con la OCNE, CNDM, Teatro Real, ORCAM, Ópera Joven de la Diputación de Badajoz, Fundación SGAE o Radio clásica de RNE. Su línea de investigación se centra en la ópera contemporánea española.

Josu de Solaun

Josu de Solaun, de nacionalidad española y estadounidense, es el ganador del XIII Concurso Internacional de Piano George Enescu de Bucarest (2014), cuya lista de ganadores incluye nombres ilustres del piano moderno, tales como Radu Lupu y Elisabeth Leonskaja, convirtiéndose, así, en el primer español en ganar este certamen.

Asimismo, obtiene el Primer Premio en el XV Concurso Internacional de Piano José Iturbi de Valencia, siendo de nuevo el único pianista español galardonado en sus más de 30 ediciones; y en 2009 recibe el Primer Premio y Premio de Público en el Primer Concurso de Piano de la Comunidad Europea celebrado en Praga, donde fue elegido único pianista representante de España.

Ha actuado como solista con orquestas como la del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, Orquesta Filarmónica La Fenice de Venecia, Orquesta de la RTVE, Orquesta de la Radio y Televisión de Dublín, Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, Orquesta Nacional de la Radio de Bucarest, Filarmónica George Enescu de Bucarest, Orquesta de la Radio Checa, y Filarmónica de la Ciudad de México, entre otras.

Es graduado por la Manhattan School of Music de Nueva York, donde estudió durante 12 años bajo la tutela de la pianista rusa Nina Svetlanova y el pianista cubano Horacio Gutiérrez. En España estudió con María Teresa Naranjo y Ana Guijarro (piano) y con el compositor y director de orquesta Salvador Chuliá (armonía, contrapunto, fuga y composición). Sus profesores de música de cámara fueron David Soyer y Michael Tree (del Cuarteto Guarnieri), Isidore Cohen (del Beaux Arts Trio), y Robert Mann (Cuarteto Juilliard).

Su discografía incluye un disco con obras de Stravinsky para NAXOS (2016), las obras completas de George Enescu en tres discos para NAXOS (2017), el disco “Fantasque” (AUDITE) galardonado con el prestigioso premio ICMA 2021 y su recién estrenado disco “Disgressions” (IBS Classical) 2021.

En 2019, el Gobierno de Rumanía le condecoró con la Orden al Mérito Cultural.

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2021-2022

Tránsitos hacia la reinvención

7 de abril Badajoz